Era viernes y Mónica asistió a su cita con el ginecólogo, estaba acompañada de su esposo, se sentía nerviosa por lo que pediría otra vez. Ese doctor fue el que la ayudó en el pasado, le mandó varios tratamientos que aumentaron sus posibilidades y gracias a eso nació Victoria. —¿Nerviosa? —Masajeó su pierna. Esperaban en la sala de espera. —Un poco… —confesó, mirando el cuadro en la pared—. La última vez que vine, me dijo que solo un milagro podía ayudarme a quedar embarazada una segunda vez. —Sabes que podemos irnos si no te sientes cómoda —Tomó sus manos, mirándola a los ojos—. Yo no tengo problemas en tener solo a Victoria. Rafael le había dicho muchas veces lo mismo, que no iba a presionarla en ese aspecto. Pero Mónica, ella sí quería tener más hijos si era posible, así Victoria aprendería muchas cosas nuevas. Sonrió. Se apoyó en el hombro de su esposo. —Estoy bien. Déjame ilusionarme una segunda vez —susurró. —Mónica Rowling —Una enfermera nombró a la siguiente.—Soy yo
—¿Embarazada? —Mónica seguía sin creer en esa palabra. —¿Cuántos meses, doctor? —preguntó Rafael, ilusionado. —Recién se está formando, diría que lleva unas cuatro semanas de gestación —confesó, movía el transductor en el estómago de Mónica. Las lágrimas en la mujer cesaron, porque su esposo le sujetó ambas manos con fuerza, demostrando apoyo, y que no planeaba abandonarla. Fue un gran milagro que Mónica haya quedado embarazada sin ayuda médica, tuvieron que hacerlo sin protección durante casi tres años. —Tendrás que venir cada semana para un chequeo, necesito asegurarme de que el bebé esté sano y no haya problemas —comentó, terminando la sesión. —¿Qué tipo de problemas? —Este suceso me sorprende hasta a mí, ¿recuerdas que te mencioné que podrías perder a Victoria fácilmente? —inquirió, alzando una ceja—. Es porque tu cuerpo no estaba en condiciones de quedar embarazada, lo lograste con la ayuda necesaria, por eso era vital estar al pendiente de su crecimiento. Mónica empezó a
Mateo sí que reconoció a esa mujer mayor. Inclinó ambas cejas con molestia, recordaba que decía ser su abuela, y todo resultó una mentira. —Hola, Victoria —La saludó. Necesitaba llevarse a la niña sin levantar sospechas, o le iría muy mal porque había mucha gente en el parque ese día. —¿Cómo sabe mi nombre? —Frunció el ceño. Mateo se hizo el héroe, se posicionó delante de Victoria para cubrirla, no confiaba en su antigua abuela, así que protegería a su amiga. La niña lo vio raro, pues no estaba entendiendo nada. —Déjala —masculló el varón. Rowena estuvo a punto de reírse cuando lo vio. —Aww, tan lindo resultaste ser, Mateo —Arrugó los labios con ternura—. ¿Por qué no dejas que hable con ella? Puede decidir si venir conmigo, o no. —Mami dice que no acepte ir con extraños —defendió, recordando las palabras de Mónica. El pelinegro seguía delante de ella, no quería que esa vieja bruja se la llevara a la fuerza. —Pero no soy ninguna extraña, Victoria —Negó con la cabeza—. Soy tu
Rowena llegó justo a tiempo al auto de David, era uno que había alquilado porque también tuvo que vender el suyo. El hombre al ver a su madre desesperada por subir, arrancó el vehículo de una vez por todas. La mujer estaba sudando, llevaba a Victoria en brazos, completamente dormida. Había conseguido su objetivo. —Veo que tuviste problemas —mencionó su hijo. —Pude resolverlos, no te preocupes por eso —dijo, entre dientes—. Concéntrate en mantenerte oculto como hasta ahora. Rafael todavía no sabe dónde vivimos. —Porque casi no hemos salido, mamá. —Sabrán que fui yo… —Se mordió una uña. —¿Y quién te vio? —Frunció el ceño, quiso golpear el volante. —La niñera y Mateo. —¡¿Mateo?! ¿Estamos hablando de ese Mateo? —inquirió, exaltado por la confesión. —¡¿Y de qué otro Mateo crees que hablo?! —exclamó, todo con David se volvió una discusión constante. Nunca estaban de acuerdo en nada, como en el pasado. Pasaron de tener una excelente relación de madre e hijo, a una cutre. Y todo de
Cuando Victoria despertó, se dio cuenta de que esa no era su casa, y no vio a Elsa ni a Mateo por ningún lado. Estaba dentro de una habitación muy pequeña y desconocida. —¡Elsa! —Trató de llamarla. Su diminuto corazón se aceleró, porque el miedo a no saber dónde estaba, la dominó. Casualmente, David escuchó su grito, y corrió hacia la habitación. Abrió la puerta, dejando a Victoria aún más asustada. El hombre que le había hecho daño hace tiempo a su madre, estaba frente a ella. Se aferró a las sábanas de la cama. —V-Victoria —David contuvo el nudo que se formó en su garganta—. No te haré daño, hija… Ella retrocedió hasta pegar la espalda de la madera. No quería ver a ese hombre, lo odiaba. —¡No te acerques! —chilló, apretando sus puños. A David le dolió escuchar esas palabras. Su propia hija lo quería lejos, y eso le provocaba una fuerte punzada en su corazón. Rowena entró con fastidio al escuchar los gritos. Se cruzó de brazos cuando vio a la pequeña toda asustada y haciéndos
Rafael fue directo a la mansión Bridget después de haber dejado a Mónica hospitalizada, necesitaba hablar con Alejandro sobre su próximo paso. La furia lo consumía, pero hacía lo posible para mantenerse cuerdo y no perder los estribos. Nadie sabía dónde estaba David. Al llegar, entró a la oficina como si fuera su casa. Alejandro se sorprendió, pues no lo esperaba ahí. —¿Pasó algo? —Apagó el cigarrillo que se fumó. —Mónica está hospitalizada desde ayer, sigue sin despertar —soltó. Esas palabras fueron un balde de agua fría para el mafioso. Nunca se había sentido tan pesado y dominado como en ese momento. —¿De qué carajos hablas? ¿Le hiciste algo? —Golpeó la mesa—. ¡Suelta todo de una puta vez, carajo! ¡¿Por qué no me llamaste ayer mismo?! Le dieron tantas ganas de golpear a su yerno, pero se contuvo porque era importante para su hija. Se mordió el labio inferior. —E-estoy nervioso, ¿vale? —Rafael se cubrió el rostro, la vulnerabilidad le indicó a Alejando que todo estaba mal—.
Mónica se despertó, sus ojos pesaban como nunca antes. Lo primero que vio fueron los aparatos conectados a ella, y que estaba en una habitación de hospital. Tocó su vientre, asustada por la salud de su bebé. —M-mi bebé… Rafael escuchó su voz, levantó el mentón para ver que su mujer por fin había despertado. Él se había quedado dormido al lado de la camilla. —Cariño —Agarró su mano. —¿Mi bebé está bien? ¿Y Victoria? —Todos los recuerdos azotaron su mente como un fuerte golpe. —El bebé está a salvo —La calmó—. Trata de no atormentarte, porque le puede hacer daño. —¿Pero dónde está mi hija? ¿La han encontrado? —interrogó. —¡Mónica! —Alejandro justo había entrado, y vio a su hermosa hija despierta. Corrió hacia ella, se puso de rodillas para llegar a su altura en la cama y la abrazó. Se le aguaron los ojos, tal vez se hizo el fuerte ante los demás, pero estuvo a punto de romper en llanto. —Papá… —Ay, mi niña. Lamento no haber estado presente a tiempo —Negó—. Prometo que traeré
—¿Cómo te fue? —preguntó Rowena. Ella estaba sentada en el sofá de la casa, habían hecho una limpieza general con la ayuda de una sirvienta temporal. A Victoria la tenían en una silla en el comedor que conectaba con la sala, podían estar pendientes de ella a la vez. Le pusieron su sopa de almuerzo, y con temor se la estaba comiendo. —Me hice valiente, claro está —bufó—. Y terminé siendo amenazado por el puto líder de la mafia. ¿Eso era lo que querías? Su madre se chasqueó los dientes, ese detalle no estaba en sus planes. Se mordió una uña, pensativa. —No importa. ¿Le pediste la cantidad acordada? —Quinientos mil millones. Lo peor fue que Rafael aceptó. —Bien, le avisaré a mis hombres para que estén preparados para mi llamada —masculló, mandando un mensaje en su celular—. Esta es la última pelea que tendremos, David. O ganamos y nos vamos de este estúpido país, o perdemos y somos enterrados junto a tu padre. —Cálmate. Lo único que quieren ellos es recuperar a Victoria, y eso es