Pocos días después, Rafael recibió la llamada esperada. Estaba en su oficina, en medio de la jornada laboral que le tocaba. —Dime —contestó. —Veo que estuviste impaciente esperando esta llamada —bromeó—. ¿Estás solo? El castaño le echó un ojo a Mónica, ella también estaba hablando por teléfono con un posible socio o inversionista de la empresa, se veía muy concentrada. —Sí. —No me mientas, Rafael. Te puede salir caro. —Ve al grano, David. Tú y yo estamos bien grandes para andar jugando —masculló, estresado de solo oír su voz. —Perfecto. Mañana te espero en el muelle Rifton —informó—. Y más te vale que vengas solo, o las cosas se pondrán serias. —¿Puedes pasarme a Victoria? —pidió. —¿Qué? —Frunció el ceño. —Me gustaría hablar con ella… David dudó, pero tuvo que aceptar porque sabía que todo acabaría pronto. Caminó hacia la habitación de la niña y le explicó que la estaban llamando por teléfono. —¿Hola? —Sostuvo el celular con nerviosismo. —Cariño, mañana iré a rescatarte,
El día esperado había llegado, todos estaban preparados en la mansión Rowling. Al final, Mónica insistió tanto, que la dejaron ir. —No saldrás del auto a menos que yo lo diga —la regañó su padre. —¡Ten mucho cuidado, Mónica! —Elsa agarró sus manos, se estaban despidiendo. —Piensa en el bebé que esperas… —murmuró Miles, preocupado. Los labios de Mónica se curvaron en una sonrisa. Abrazó a Elsa, dándole a entender que no le pasaría nada. —Estaremos bien. —Vamos, cariño, solo es cuestión de esperar —la motivó Camilo, llevándola a la sala. —¿Llevas el maletín? —cuestionó Alejandro, viendo a su yerno. —Está en el auto —respondió, saliendo de la mansión—. ¿Y tus hombres? —Ya están en el muelle… se hacen pasar por vendedores de pescado, así que tranquilo. Me han informado que David todavía no ha llegado —dijo, caminando a su lado. Mónica tenía la vista fija en el suelo. No iban a dejarla ir por su bien, pero ella quería oír el último aliento de David, para estar segura de que ya no
Rafael estaba de pie, con firmeza y determinación en su mirada. Lo menos que planeaba era verse débil ante sus enemigos, ni ante su hija. Se preguntaba por qué Victoria mostraba tanta calma al lado de David, luego le preguntaría. —¡El maldito maletín! —ordenó Rowena—. ¡O me llevo a la niña! —Veo que tu madre se volvió mucho más insistente que tú, David —bromeó el castaño, dejando el maletín en el suelo. El recién nombrado se mofó, divertido. —Salí igual a ella —dijo. Rowena estaba cansada de escuchar palabras estúpidas, si no se apuraba, todo iba a salir mal. Se mordió una uña, nerviosa por saber cuál era el contenido de esa maleta negra. —Aquí va —indicó Rafael. Deslizó el maletín con todas sus fuerzas, hasta que llegó a los pies de Rowena, tocó la punta de sus tacones negros. Ella se agachó para agarrarlo. Lo abrazó, como si su vida dependiera de ello. —Muy bien, Victoria, es tu turno —David se puso en cuclillas para llegar a la altura de la niña—. Quiero que sepas que me
Victoria gritó al escuchar ese disparo que iba dirigido a ella. Rafael se horrorizó tanto, que no pensó con la cabeza y salió corriendo directo a dónde estaba Rowena solo para agarrarla del cuello y dejarla desarmada. La señora se había paralizado y se dejó tumbar, porque no podía respirar bien de los nervios. No quería morir aún. —Vas a pagar —sentenció Rafael. —¡Victoria! —Mónica corrió con desespero, se tropezó en el camino. Cuando llegó a la ubicación, David estaba abrazando a su hija, dándole protección con su ancho cuerpo. La mujer se detuvo al ver que la sangre chorreaba de su espalda. —¿S-señor? —titubeó Victoria. David se apartó, su cuerpo cayó con dificultad en el suelo, al lado de la pequeña. Escupió un poco de sangre, él se había llevado el impacto de la bala con tal de proteger a su hija. Mónica no podía creer lo que veían sus ojos. —V-Victoria —balbuceó el hombre, con dificultad. Estiró su mano para acariciar su mejilla—. ¿Estás bien? La niña empezó a llorar con
Ya en la mansión Rowling, Elsa y Camilo esperaban ansiosos por saber qué había pasado. Víctor y su hijo también los acompañaban, porque Mateo insistió en ir a reencontrarse con su amiguita. —¡Son ellos! —exclamó Elsa, mirando por la ventana. Vio el auto llegar al estacionamiento. Abrió la puerta principal, y Mónica venía agarrada de manos con Victoria. El nudo en la garganta se presentó en la niñera, estaba agradecida con el cielo porque ambas estaban bien. —Oh, Dios… —¡Elsa! —chilló la niña, corriendo a sus brazos. —¡¿Estás bien?! ¿No te hicieron daño? —Agarró sus mejillas, buscando alguna herida—. Perdóname. El corazón de de la niñera se aceleró, porque creyó que jamás volvería a ver a su pequeña niña. Se alivió un montón al notar que no había perdido la sonrisa. —Estoy bien —rio, vio que Mateo estaba presente. La saludó. Ella dejó a Elsa para correr hacia su mejor amigo, se le lanzó encima para darle un cálido abrazo. Mateo no aguantó el llanto, por más que intentaba hace
Una vez que todo estaba en orden y la noche había llegado completamente, Mónica se encontraba en la habitación junto a su esposo. —¿Estás contenta? —Hubiera preferido ver a David tras las rejas… —resopló, pensativa—. Cuando lo vi morir, fue… extraño.Se sentó al lado de Rafael en la cama matrimonial. El suave colchón se hundió entre ellos, y él la miró confuso por sus palabras. ¿Le preocupó David por un momento? —¿Qué quieres decir? —Frunció el ceño—. Ve que me pongo celoso. Mónica soltó una risita. —Ay, no seas así —Lo empujó un poco para subirse encima de él—. David es pasado. El pasado se quedó atrás y jamás volverá, tampoco podemos cambiarlo. El castaño la vio con una seductora sonrisa, pasó ambas manos por las caderas de su mujer, disfrutando de la calidez que le brindaba su cuerpo. Se puso duro en un instante. —¿Te acuerdas de la primera vez que lo hicimos? Fue cuando me enamoré de ti… —murmuró, nostálgico—. Antes de que te casaras con David. —Rafael —lo regañó, horror
Una semana después… Victoria estaba entusiasmada y lista para ir a su primer día de clases. Sus padres la animaron diciendo que era una niña inteligente. —¿Y ahora qué haré? —bufó Elsa—. Ya no podré cuidarla porque pasará mitad de día en la escuela. Arrugó la frente. —Debes preocuparte por tu bebé, Elsa —le dijo Mónica—. Te casarás con Camilo pronto, así que podrás seguir viviendo aquí como de costumbre. —Lo sé, lo sé, pero extrañaré mis mañanas de juego con Victoria. —¡Jugaremos de noche! —exclamó la niña—. Lo prometo. Tomó la mano de su niñera para motivarla. Elsa sonrió, definitivamente, tanto ella como Mónica y Rafael hicieron un buen trabajo criando a esa niña. —Está bien, y en las tardes te ayudaré a hacer la tarea —rio. —¡Claro que sí! —Muy bien, Victoria, es hora de irnos —intervino Rafael, sacando las llaves del auto. Sus padres iban a aprovechar en dejarla en el preescolar de camino al trabajo, pues el lugar les quedaba cerca. La pequeña se despidió de Elsa con un
Victoria vio que estaban molestando a su mejor amigo, así que decidió intervenir para ayudarlo. No iba a permitir que lo trataran mal solo porque era tímido. —¡Mateo es mi futuro esposo! —chilló, con ganas y orgullo.Todos en el salón se quedaron tiesos y soltaron un suspiro lleno de sorpresa al escuchar tales palabras. El niño que empezó a molestarlo, se puso nervioso. —L-lo siento mucho —pidió disculpas—. Es que me molestan los niños que se quedan callados cuando le pregunto algo. —Eso no te da derecho de tratarlos mal —lo regañó Victoria—. A partir de hoy, todos somos amigos. Las demás niñas le aplaudieron, porque estaban de acuerdo con ella. Fue como una mini pelea entre bandos, que terminó ganando la pequeña Rowling. Sonrió, victoriosa. —Gracias… —susurró Mateo. Ella se sentó a su lado, pues los demás empezaron a correr a sus lugares al ver que la maestra venía cerca. —No dejaré que te molesten. Te protegeré como la princesa que soy —Fingió tener músculos en sus brazos.