Victoria vio que estaban molestando a su mejor amigo, así que decidió intervenir para ayudarlo. No iba a permitir que lo trataran mal solo porque era tímido. —¡Mateo es mi futuro esposo! —chilló, con ganas y orgullo.Todos en el salón se quedaron tiesos y soltaron un suspiro lleno de sorpresa al escuchar tales palabras. El niño que empezó a molestarlo, se puso nervioso. —L-lo siento mucho —pidió disculpas—. Es que me molestan los niños que se quedan callados cuando le pregunto algo. —Eso no te da derecho de tratarlos mal —lo regañó Victoria—. A partir de hoy, todos somos amigos. Las demás niñas le aplaudieron, porque estaban de acuerdo con ella. Fue como una mini pelea entre bandos, que terminó ganando la pequeña Rowling. Sonrió, victoriosa. —Gracias… —susurró Mateo. Ella se sentó a su lado, pues los demás empezaron a correr a sus lugares al ver que la maestra venía cerca. —No dejaré que te molesten. Te protegeré como la princesa que soy —Fingió tener músculos en sus brazos.
Los preparativos para la pequeña boda de Elsa y Camilo estaban listos. Lograron todo en tan solo dos meses, porque no quisieron hacer una ceremonia muy grande. —¿Por qué estás tan nerviosa? —le preguntó Mónica, comiendo una manzana en la habitación de la niñera. Ella se estaba terminando de acomodar el vestido, la panza se le notaba un poco más. Tenía cuatro meses de embarazo, y Mónica tres. Los bebés nacerían casi a la par. —Ah, no lo sé —balbuceó, sarcástica—. Tal vez porque tu padre me llevará al altar. ¡Jamás imaginé que pasaría algo así! —¿Cuál es el problema? —bromeó, con una risa—. Papá es un hombre serio en este tipo de situaciones. Elsa resopló, ya estaba lista para ir al patio, en dónde se llevaría a cabo la ceremonia. —Gracias, Mónica… —le dijo, sobando su panza. —No tienes que agradecerme. —Sin ti, no hubiera tenido esta vida de ensueño, ni mucho menos hubiera encontrado al amor de mi vida —Comprimió una sonrisa—. Así que muchas gracias por haberme contratado aque
Mónica colocó ambas manos en el cuello de Rafael, era un baile lento y sensual, él sujetó sus caderas para sincronizar el ritmo. En ciertas partes, le daba una vuelta completa y juntaban de nuevo sus frentes, con ojos cerrados, llenos de una inmensa paz. Las emociones de Mónica estaban mezcladas en el buen sentido, porque disfrutaba de un baile con su esposo, mientras llevaba al fruto de ese amor en su vientre. No podía estar más feliz que en ese momento. La música cesó. —Lo hiciste increíble, Mónica —la halagó, besó su mano como un caballero. —Tú no te quedas atrás, princeso —bromeó. —¿Princeso? —Sí. —¡Mónica! —Elsa venía hacia ellos, saludando con la mano—. ¿Te estás divirtiendo? ¿Todos se están divirtiendo? No quiero que esto sea aburrido… Mónica la agarró de los hombros para calmarla, ya se había casado, y seguía preocupándose por cada detalle. —Amiga, es tu boda. Concéntrate en disfrutar al lado de tu esposo —la alentó.Ella frunció el ceño y se mordió el labio. —Tambi
Semanas después, Mónica tenía cita en el ginecólogo y fue acompañada de su esposo como de costumbre. Ambos entraron al consultorio del ginecólogo cuando fue su turno, con una mezcla de nervios y emoción. Mónica, con una mano en su vientre, miraba a Rafael, quién le devolvía una sonrisa tranquilizadora. El doctor los recibió con una cálida bienvenida y los invitó a sentarse, pues ya se habían visto muchas veces. —Bienvenidos, supongo que están preparados para el día de hoy, será emocionante.—Estamos ansiosos por ver el género, doctor —Mónica apretó la mano de su esposo. —Puedes ir a la camilla, yo prepararé lo demás —pidió el ginecólogo, levantándose. La mujer hizo caso y se sentó en donde le correspondía. Rafael la siguió, había una silla al lado especialmente para el doctor. —¿Nerviosa, cariño? —Muero por saber si es niño o niña —Se mordió el labio. El doctor estaba acomodando el dispositivo y la pantalla dónde se reflejaba la ecografía. Los nervios estaban a flor de piel, c
Mónica estaba sintiendo fuertes contracciones que no la dejaban caminar para pedir ayuda. Ella se había quedado sola en la habitación, muchos estuvieron encargándose de Elsa, pues tuvo a su hija hace una semana y fue por cesárea. —¡C-cariño! —exclamó, alzando la voz como pudo. El sudor recorrió su cuerpo, se apoyó de la pared con una de sus manos, estuvo a punto de caerse y sostuvo su enorme panza. Tenía ocho meses y medio, no creyó que el bebé saldría tan pronto. Gritó muy fuerte, por el inmenso dolor que le causó su hijo. —Oh, Dios. Había un botón al lado de la puerta, lo pusieron por si algo como eso sucedía. Solo tenía que llegar a él y presionarlo. Mónica inhaló, exhaló, necesitaba calmar su respiración. —Bebé, aguanta un poco más, por favor… Cuando dijo eso, un chorro de agua salió de su entrepierna. No había dudas de que ese era el día, Michael iba a nacer sí o sí. —Ah… —Estiró su mano, estaba a punto de tocar el botón. Por fin lo presionó, y se dejó caer con cuidado a
El tiempo estaba pasando volando. Le estaban celebrando el primer añito a Michael, y Victoria no dejaba de correr por toda la mansión junto a Mateo. —Hay que esperar que sean grandes para poder jugar con ellos —explicó la niña, se refería tanto a Sara como a Michael. —Bueno, nosotros también vamos a crecer mucho —dijo Mateo, entusiasmado. Gracias a Victoria, había aprendido a ser más sociable con los desconocidos. Ella lo motivó, y a sus cinco años ya podía hablar con fluidez. —Vamos, la fiesta es en el patio —sonrió ella, jalando la mano del pequeño. Ambos corrieron por los pasillos, casi chocaron con una sirvienta que llevaba una bandeja con bebidas. Cuando llegaron a su objetivo, vieron un castillo inflable, solían ponerlo especialmente para ellos dos. —¡Mira, Mateo! —señaló—. Hay que subirnos ya. —Buscaré a mis papás… —Qué aburrido —se cruzó de brazos. Elsa asustó a Victoria por la espalda. Le dio un leve toque y dijo “bu”. Ella se sobresaltó, pero pronto supo que
Veinte años después… Victoria se encontraba emocionada porque vería de nuevo a su viejo amigo Mateo. Él se había ido al extranjero hace cinco años para completar sus estudios en artes. —¡Victoria! Hija, mírate —Mónica la regañó—. Tienes la pintura de labios corrida. Su hija rodó los ojos, dio un largo suspiro. —Mamá, sabes perfectamente que el maquillaje no es lo mío. Además, Elsa está pasando tiempo en familia, y por eso tampoco he podido pedirle el favor a Sara —bufó, sentándose en la silla del tocador. Mónica inhaló hondo. A pesar de que su hija recién cumplió los veinticuatro años, no se comportaba como tal. Quería que la siguieran mimando en todo. Cuando la mujer se vio en el espejo, notó que tenía unas cuantas arrugas debajo de las ojeras, se las tocó con nostalgia. Nunca creyó que los años pasarían en un abrir y cerrar de ojos. —Hay sirvientas en esta casa que tienen conocimientos en maquillaje, también pudiste haber llamado a la estilista de la familia. —No había tiemp
—¿Y este quién es? —cuestionó Mateo, frunciendo el ceño. —Pues deja me presento, querido —Samuel entró con un caminar extraño, aparentando ser genial—. Vine aquí a petición de Victoria. —Eh… —titubeó—. Mateo, quería presentarte a mi novio, él es Samuel… Bajó la cabeza, con timidez. Cuando el joven escuchó la palabra “novio” su mundo se cayó a pedazos. Estuvo un par de segundos en silencio, procesando la información. Victoria nunca le había comentado que tenía novio, o que le gustaba alguien. Ellos siempre se decían todo sin mentir, compartían hasta sus peores secretos. ¿Por qué ocultar lo más importante? Tuvo que comportarse como el adulto que era. Se acercó a Samuel y le extendió la mano. —Un placer, soy Mateo Miller —Se presentó. —Victoria me ha contado mucho de ti —masculló el hombre, mirándolo de pies a cabeza—. Me llamo Samuel Azuaje. —Qué interesante, en mi caso, Victoria no me habló de tu existencia —Miró a su amiga con ojos asesinos. Mateo quería ser tragado por la