—¿Y este quién es? —cuestionó Mateo, frunciendo el ceño. —Pues deja me presento, querido —Samuel entró con un caminar extraño, aparentando ser genial—. Vine aquí a petición de Victoria. —Eh… —titubeó—. Mateo, quería presentarte a mi novio, él es Samuel… Bajó la cabeza, con timidez. Cuando el joven escuchó la palabra “novio” su mundo se cayó a pedazos. Estuvo un par de segundos en silencio, procesando la información. Victoria nunca le había comentado que tenía novio, o que le gustaba alguien. Ellos siempre se decían todo sin mentir, compartían hasta sus peores secretos. ¿Por qué ocultar lo más importante? Tuvo que comportarse como el adulto que era. Se acercó a Samuel y le extendió la mano. —Un placer, soy Mateo Miller —Se presentó. —Victoria me ha contado mucho de ti —masculló el hombre, mirándolo de pies a cabeza—. Me llamo Samuel Azuaje. —Qué interesante, en mi caso, Victoria no me habló de tu existencia —Miró a su amiga con ojos asesinos. Mateo quería ser tragado por la
—¡Estás listo! —Alejandro aplaudió. Michael se preparó durante años con su ayuda, solo para escuchar esas palabras por parte de su abuelo. Sonrió, satisfecho, mientras una gota de sudor recorrió su frente. Agarró el trapo que Alejandro le tiró, y se limpió el rostro. —¿Qué debería hacer? —preguntó. —Uff, por fin puedo jubilarme con más calma —Se sobó la espalda, le sonaron unos huesos—. Te enseñé todo lo que debes saber sobre el tráfico de drogas y defensa personal. Dejaré que escojas a tu aliado más cercano, tu mano derecha. Debe ser alguien de confianza, ya conoces a todos en la organización. Michael se quedó pensando, no se le ocurría a nadie en particular. Por fin se había convertido en el líder de la mafia, aunque durante varios meses estuvo actuando como tal, teniendo a su abuelo diciéndole todo lo que debía hacer. —¿Puede ser una mujer? —cuestionó, quitándose la camisa de tirantes, estaba empapada. —¡¿Una mujer?! Alejandro no se lo podía creer. Abrió tanto los ojos, que
Victoria se encontraba sentada en la cafetería dónde discutió con su mejor amigo, había quedado con él a las dos en punto y todavía faltaba media hora. El día anterior tuvo una cita con su novio, y claramente perdió la prueba que le propuso Sara… fue un desastre, él solo se preocupaba por él mismo. —Vamos, Victoria. Deja el orgullo de lado —Se animó a sí misma. —¿Otra vez te verás con ese idiota? —Una voz familiar la hizo estremecer. Samuel estaba parado cerca de su mesa, con una bandeja en mano y el uniforme de los meseros. Tenía el ceño fruncido. —¿Qué demonios? —inquirió—. No me dijiste que encontraste trabajo. —Debido a que mi hermosa novia no me acepta en su empresa, tuve que optar por esta mierda —masculló, lo último lo dijo en voz baja para no ser escuchado por sus compañeros—. Llevo varios días aquí. Ella rodó los ojos. Samuel se quejaba por todo. Si no lo aceptó en la empresa, fue porque Rafael lo decidió. No iba a permitir que un hombre que no terminó ni el bachiller
Sacaron a ambos hombres del baño, y el gerente le pidió a Mateo que se fuera. Echó a Samuel, tirándole el bolso con sus cosas a la calle. —¡Y nunca regreses! —exclamó, furioso por el escándalo que se creó. Victoria salió junto a ellos, no entendía qué había pasado, pero vio el golpe que Samuel tenía en la mejilla. —¿Qué fue lo que hicieron? Mateo tomó la mano de Victoria, quería marcharse junto a ella, aprovechando que había llevado su auto, y supo que ella se fue en taxi. —Te lo contaré en el camino —dijo, mirando de mala gana a Samuel. —¡¿En serio te vas a ir con este hombre?! —exclamó su novio, indignado al ver que ella no hacía nada—. ¡Mueve un solo pie y lo nuestro se acaba, Victoria! Ella se detuvo. —Pues me parece que será lo mejor —se mofó Mateo—. ¿O no le piensas decir lo que hiciste? Samuel no podía perder a Victoria. Él sabía que ella comía de la palma de su mano, por eso a veces solía amenazar con terminar. —Ven aquí, cariño —La llamó. Ella se vio acorralada con
—No quiere salir de su habitación —dijo Sara, cruzada de brazos. Era el tercer día que Mateo iba de visita a la mansión Rowling para hablar con Victoria, pero ella se negaba a ver a los demás. —¿Tampoco ha hablado contigo? —cuestionó el pelinegro, preocupado. —Solo deja entrar a sus padres. ¿Qué fue lo que le pasó? —Frunció el ceño, ella no sabía nada. —Terminó con su novio. Él la engañó —resopló, rascándose la nuca—. ¿Dónde está la señora Mónica? Me gustaría hablar con ella. —Oh, en la cocina con mi madre —señaló—. Yo seguiré tratando de convencer a Victoria de que me abra la puerta. Mateo asintió y se fue directo a la cocina. Al cruzar el umbral, vio a ambas señoras hablando de temas triviales, mientras las cocineras trabajaban. —¡Mateo! Cuánto tiempo sin verte —saludó Elsa, con una sonrisa. —Volví hace poco. Eh, señora Mónica —titubeó—. ¿Podemos hablar sobre su hija? Ella estaba haciendo lo imposible por animar a Victoria, sin lograrlo. No tenía idea de que una ruptura amo
—¡Hijo! —La señora lo abrazó al verlo. —Oficialmente soy el líder, mamá —sonrió, satisfecho—. El abuelo podrá descansar. —Mi niño… —Arrugó la frente—. ¿Estás seguro de esto? Apenas tienes veinte años. Puedes disfrutar tu juventud y no te juzgaré. —Madre, quiero hacerlo —respondió, con determinación—. Por otro lado, ¿alguien me puede decir de una vez cómo se llama el ex de mi hermana? —N-no creo que haga falta mencionarlo —rio Sara, nerviosa por lo que podía hacer su amigo—. ¿No tenías algo que decirme? Vamos, soy toda oídos. Ella lo agarró del brazo con la intención de llevárselo y evitar el tema de Samuel, al tratarse de Michael, podía matarlo aunque hubiera dicho que solo lo torturaría. Él pasó por el lado de Mateo, recién lo vio. Hace cinco años que no sabía de él. Se detuvo para mirarlo con asombro. —¿Mateo? ¡Cuánto has crecido, hombre! —Le estrechó la mano—. ¿Qué haces aquí? —Ah… —titubeó—. Un gusto volver a verte. Vine a ver a Victoria. —Supongo que tú estás al tanto de
Cuando Sara sacó a Michael de la habitación, ambos empezaron a caminar por los pasillos de la mansión. —¿Cómo están tus padres? No los he visto —preguntó el castaño. —Ya sabes, les encanta viajar a todos lados y llevarme a veces… —murmuró—. Aunque ahorita deben de estar en la empresa con tu padre. —¿Y me vas a contar sobre el noviecito oculto que tuvo Victoria? —Se detuvo en una esquina, estaban solos. Sara no supo qué decir. Ella y Michael no se guardaban secretos, él le contaba todo cada vez que visitaba la mansión, incluyendo lo que le hacía a sus víctimas. —Y-yo…El hombre colocó la palma de su mano en la cabeza de ella, despeinó su cabello como solía hacer cuando eran niños. Eso provocó un desborde en las emociones de Sara, se quedó hipnotizada ante esos ojos color café. Cómo deseaba que Michael la viera más como una mujer… —Tranquila, no te obligaré a decirme —sonrió. Él la quería mucho, pero no la veía con otros ojos. Apreciaba la amistad de Sara, porque con ella podía
Mateo y Victoria habían llegado a la discoteca, era de noche y el frío era infernal. La mujer llevaba un vestido corto y él tuvo que colocarle su suéter mientras esperaban en la fila. —¿Por qué hay tanta gente justo hoy? —Creo que siempre hay gente en este tipo de lugares —respondió él—. Todavía podemos ir a un restaurante o… Ella lo calló con su dedo. Los ojos de Victoria se veían dilatados por la oscuridad, y le dedicó una sonrisa a su amigo. —Shh. Ya casi nos toca, estoy segura de que adentro hará calor —comentó, calmada. Por fin llegaron a la entrada después de cinco minutos, había un hombre robusto y con traje negro pasando lista. Mateo fue esa misma mañana para pagar la entrada de ambos. —Nombres. —Mateo Miller y Victoria Rowling —habló. El moreno revisó la larga lista y le indicó que podían entrar. Mateo tomó la mano de Victoria para no perderla de vista, porque le preocupaba el morbo de ese tipo de lugares. Se adentraron en la multitud y la música era desagradable par