Mónica estaba sintiendo fuertes contracciones que no la dejaban caminar para pedir ayuda. Ella se había quedado sola en la habitación, muchos estuvieron encargándose de Elsa, pues tuvo a su hija hace una semana y fue por cesárea. —¡C-cariño! —exclamó, alzando la voz como pudo. El sudor recorrió su cuerpo, se apoyó de la pared con una de sus manos, estuvo a punto de caerse y sostuvo su enorme panza. Tenía ocho meses y medio, no creyó que el bebé saldría tan pronto. Gritó muy fuerte, por el inmenso dolor que le causó su hijo. —Oh, Dios. Había un botón al lado de la puerta, lo pusieron por si algo como eso sucedía. Solo tenía que llegar a él y presionarlo. Mónica inhaló, exhaló, necesitaba calmar su respiración. —Bebé, aguanta un poco más, por favor… Cuando dijo eso, un chorro de agua salió de su entrepierna. No había dudas de que ese era el día, Michael iba a nacer sí o sí. —Ah… —Estiró su mano, estaba a punto de tocar el botón. Por fin lo presionó, y se dejó caer con cuidado a
El tiempo estaba pasando volando. Le estaban celebrando el primer añito a Michael, y Victoria no dejaba de correr por toda la mansión junto a Mateo. —Hay que esperar que sean grandes para poder jugar con ellos —explicó la niña, se refería tanto a Sara como a Michael. —Bueno, nosotros también vamos a crecer mucho —dijo Mateo, entusiasmado. Gracias a Victoria, había aprendido a ser más sociable con los desconocidos. Ella lo motivó, y a sus cinco años ya podía hablar con fluidez. —Vamos, la fiesta es en el patio —sonrió ella, jalando la mano del pequeño. Ambos corrieron por los pasillos, casi chocaron con una sirvienta que llevaba una bandeja con bebidas. Cuando llegaron a su objetivo, vieron un castillo inflable, solían ponerlo especialmente para ellos dos. —¡Mira, Mateo! —señaló—. Hay que subirnos ya. —Buscaré a mis papás… —Qué aburrido —se cruzó de brazos. Elsa asustó a Victoria por la espalda. Le dio un leve toque y dijo “bu”. Ella se sobresaltó, pero pronto supo que
Veinte años después… Victoria se encontraba emocionada porque vería de nuevo a su viejo amigo Mateo. Él se había ido al extranjero hace cinco años para completar sus estudios en artes. —¡Victoria! Hija, mírate —Mónica la regañó—. Tienes la pintura de labios corrida. Su hija rodó los ojos, dio un largo suspiro. —Mamá, sabes perfectamente que el maquillaje no es lo mío. Además, Elsa está pasando tiempo en familia, y por eso tampoco he podido pedirle el favor a Sara —bufó, sentándose en la silla del tocador. Mónica inhaló hondo. A pesar de que su hija recién cumplió los veinticuatro años, no se comportaba como tal. Quería que la siguieran mimando en todo. Cuando la mujer se vio en el espejo, notó que tenía unas cuantas arrugas debajo de las ojeras, se las tocó con nostalgia. Nunca creyó que los años pasarían en un abrir y cerrar de ojos. —Hay sirvientas en esta casa que tienen conocimientos en maquillaje, también pudiste haber llamado a la estilista de la familia. —No había tiemp
—¿Y este quién es? —cuestionó Mateo, frunciendo el ceño. —Pues deja me presento, querido —Samuel entró con un caminar extraño, aparentando ser genial—. Vine aquí a petición de Victoria. —Eh… —titubeó—. Mateo, quería presentarte a mi novio, él es Samuel… Bajó la cabeza, con timidez. Cuando el joven escuchó la palabra “novio” su mundo se cayó a pedazos. Estuvo un par de segundos en silencio, procesando la información. Victoria nunca le había comentado que tenía novio, o que le gustaba alguien. Ellos siempre se decían todo sin mentir, compartían hasta sus peores secretos. ¿Por qué ocultar lo más importante? Tuvo que comportarse como el adulto que era. Se acercó a Samuel y le extendió la mano. —Un placer, soy Mateo Miller —Se presentó. —Victoria me ha contado mucho de ti —masculló el hombre, mirándolo de pies a cabeza—. Me llamo Samuel Azuaje. —Qué interesante, en mi caso, Victoria no me habló de tu existencia —Miró a su amiga con ojos asesinos. Mateo quería ser tragado por la
—¡Estás listo! —Alejandro aplaudió. Michael se preparó durante años con su ayuda, solo para escuchar esas palabras por parte de su abuelo. Sonrió, satisfecho, mientras una gota de sudor recorrió su frente. Agarró el trapo que Alejandro le tiró, y se limpió el rostro. —¿Qué debería hacer? —preguntó. —Uff, por fin puedo jubilarme con más calma —Se sobó la espalda, le sonaron unos huesos—. Te enseñé todo lo que debes saber sobre el tráfico de drogas y defensa personal. Dejaré que escojas a tu aliado más cercano, tu mano derecha. Debe ser alguien de confianza, ya conoces a todos en la organización. Michael se quedó pensando, no se le ocurría a nadie en particular. Por fin se había convertido en el líder de la mafia, aunque durante varios meses estuvo actuando como tal, teniendo a su abuelo diciéndole todo lo que debía hacer. —¿Puede ser una mujer? —cuestionó, quitándose la camisa de tirantes, estaba empapada. —¡¿Una mujer?! Alejandro no se lo podía creer. Abrió tanto los ojos, que
Victoria se encontraba sentada en la cafetería dónde discutió con su mejor amigo, había quedado con él a las dos en punto y todavía faltaba media hora. El día anterior tuvo una cita con su novio, y claramente perdió la prueba que le propuso Sara… fue un desastre, él solo se preocupaba por él mismo. —Vamos, Victoria. Deja el orgullo de lado —Se animó a sí misma. —¿Otra vez te verás con ese idiota? —Una voz familiar la hizo estremecer. Samuel estaba parado cerca de su mesa, con una bandeja en mano y el uniforme de los meseros. Tenía el ceño fruncido. —¿Qué demonios? —inquirió—. No me dijiste que encontraste trabajo. —Debido a que mi hermosa novia no me acepta en su empresa, tuve que optar por esta mierda —masculló, lo último lo dijo en voz baja para no ser escuchado por sus compañeros—. Llevo varios días aquí. Ella rodó los ojos. Samuel se quejaba por todo. Si no lo aceptó en la empresa, fue porque Rafael lo decidió. No iba a permitir que un hombre que no terminó ni el bachiller
Sacaron a ambos hombres del baño, y el gerente le pidió a Mateo que se fuera. Echó a Samuel, tirándole el bolso con sus cosas a la calle. —¡Y nunca regreses! —exclamó, furioso por el escándalo que se creó. Victoria salió junto a ellos, no entendía qué había pasado, pero vio el golpe que Samuel tenía en la mejilla. —¿Qué fue lo que hicieron? Mateo tomó la mano de Victoria, quería marcharse junto a ella, aprovechando que había llevado su auto, y supo que ella se fue en taxi. —Te lo contaré en el camino —dijo, mirando de mala gana a Samuel. —¡¿En serio te vas a ir con este hombre?! —exclamó su novio, indignado al ver que ella no hacía nada—. ¡Mueve un solo pie y lo nuestro se acaba, Victoria! Ella se detuvo. —Pues me parece que será lo mejor —se mofó Mateo—. ¿O no le piensas decir lo que hiciste? Samuel no podía perder a Victoria. Él sabía que ella comía de la palma de su mano, por eso a veces solía amenazar con terminar. —Ven aquí, cariño —La llamó. Ella se vio acorralada con
—No quiere salir de su habitación —dijo Sara, cruzada de brazos. Era el tercer día que Mateo iba de visita a la mansión Rowling para hablar con Victoria, pero ella se negaba a ver a los demás. —¿Tampoco ha hablado contigo? —cuestionó el pelinegro, preocupado. —Solo deja entrar a sus padres. ¿Qué fue lo que le pasó? —Frunció el ceño, ella no sabía nada. —Terminó con su novio. Él la engañó —resopló, rascándose la nuca—. ¿Dónde está la señora Mónica? Me gustaría hablar con ella. —Oh, en la cocina con mi madre —señaló—. Yo seguiré tratando de convencer a Victoria de que me abra la puerta. Mateo asintió y se fue directo a la cocina. Al cruzar el umbral, vio a ambas señoras hablando de temas triviales, mientras las cocineras trabajaban. —¡Mateo! Cuánto tiempo sin verte —saludó Elsa, con una sonrisa. —Volví hace poco. Eh, señora Mónica —titubeó—. ¿Podemos hablar sobre su hija? Ella estaba haciendo lo imposible por animar a Victoria, sin lograrlo. No tenía idea de que una ruptura amo