Cuando Victoria despertó, se dio cuenta de que esa no era su casa, y no vio a Elsa ni a Mateo por ningún lado. Estaba dentro de una habitación muy pequeña y desconocida. —¡Elsa! —Trató de llamarla. Su diminuto corazón se aceleró, porque el miedo a no saber dónde estaba, la dominó. Casualmente, David escuchó su grito, y corrió hacia la habitación. Abrió la puerta, dejando a Victoria aún más asustada. El hombre que le había hecho daño hace tiempo a su madre, estaba frente a ella. Se aferró a las sábanas de la cama. —V-Victoria —David contuvo el nudo que se formó en su garganta—. No te haré daño, hija… Ella retrocedió hasta pegar la espalda de la madera. No quería ver a ese hombre, lo odiaba. —¡No te acerques! —chilló, apretando sus puños. A David le dolió escuchar esas palabras. Su propia hija lo quería lejos, y eso le provocaba una fuerte punzada en su corazón. Rowena entró con fastidio al escuchar los gritos. Se cruzó de brazos cuando vio a la pequeña toda asustada y haciéndos
Rafael fue directo a la mansión Bridget después de haber dejado a Mónica hospitalizada, necesitaba hablar con Alejandro sobre su próximo paso. La furia lo consumía, pero hacía lo posible para mantenerse cuerdo y no perder los estribos. Nadie sabía dónde estaba David. Al llegar, entró a la oficina como si fuera su casa. Alejandro se sorprendió, pues no lo esperaba ahí. —¿Pasó algo? —Apagó el cigarrillo que se fumó. —Mónica está hospitalizada desde ayer, sigue sin despertar —soltó. Esas palabras fueron un balde de agua fría para el mafioso. Nunca se había sentido tan pesado y dominado como en ese momento. —¿De qué carajos hablas? ¿Le hiciste algo? —Golpeó la mesa—. ¡Suelta todo de una puta vez, carajo! ¡¿Por qué no me llamaste ayer mismo?! Le dieron tantas ganas de golpear a su yerno, pero se contuvo porque era importante para su hija. Se mordió el labio inferior. —E-estoy nervioso, ¿vale? —Rafael se cubrió el rostro, la vulnerabilidad le indicó a Alejando que todo estaba mal—.
Mónica se despertó, sus ojos pesaban como nunca antes. Lo primero que vio fueron los aparatos conectados a ella, y que estaba en una habitación de hospital. Tocó su vientre, asustada por la salud de su bebé. —M-mi bebé… Rafael escuchó su voz, levantó el mentón para ver que su mujer por fin había despertado. Él se había quedado dormido al lado de la camilla. —Cariño —Agarró su mano. —¿Mi bebé está bien? ¿Y Victoria? —Todos los recuerdos azotaron su mente como un fuerte golpe. —El bebé está a salvo —La calmó—. Trata de no atormentarte, porque le puede hacer daño. —¿Pero dónde está mi hija? ¿La han encontrado? —interrogó. —¡Mónica! —Alejandro justo había entrado, y vio a su hermosa hija despierta. Corrió hacia ella, se puso de rodillas para llegar a su altura en la cama y la abrazó. Se le aguaron los ojos, tal vez se hizo el fuerte ante los demás, pero estuvo a punto de romper en llanto. —Papá… —Ay, mi niña. Lamento no haber estado presente a tiempo —Negó—. Prometo que traeré
—¿Cómo te fue? —preguntó Rowena. Ella estaba sentada en el sofá de la casa, habían hecho una limpieza general con la ayuda de una sirvienta temporal. A Victoria la tenían en una silla en el comedor que conectaba con la sala, podían estar pendientes de ella a la vez. Le pusieron su sopa de almuerzo, y con temor se la estaba comiendo. —Me hice valiente, claro está —bufó—. Y terminé siendo amenazado por el puto líder de la mafia. ¿Eso era lo que querías? Su madre se chasqueó los dientes, ese detalle no estaba en sus planes. Se mordió una uña, pensativa. —No importa. ¿Le pediste la cantidad acordada? —Quinientos mil millones. Lo peor fue que Rafael aceptó. —Bien, le avisaré a mis hombres para que estén preparados para mi llamada —masculló, mandando un mensaje en su celular—. Esta es la última pelea que tendremos, David. O ganamos y nos vamos de este estúpido país, o perdemos y somos enterrados junto a tu padre. —Cálmate. Lo único que quieren ellos es recuperar a Victoria, y eso es
Pocos días después, Rafael recibió la llamada esperada. Estaba en su oficina, en medio de la jornada laboral que le tocaba. —Dime —contestó. —Veo que estuviste impaciente esperando esta llamada —bromeó—. ¿Estás solo? El castaño le echó un ojo a Mónica, ella también estaba hablando por teléfono con un posible socio o inversionista de la empresa, se veía muy concentrada. —Sí. —No me mientas, Rafael. Te puede salir caro. —Ve al grano, David. Tú y yo estamos bien grandes para andar jugando —masculló, estresado de solo oír su voz. —Perfecto. Mañana te espero en el muelle Rifton —informó—. Y más te vale que vengas solo, o las cosas se pondrán serias. —¿Puedes pasarme a Victoria? —pidió. —¿Qué? —Frunció el ceño. —Me gustaría hablar con ella… David dudó, pero tuvo que aceptar porque sabía que todo acabaría pronto. Caminó hacia la habitación de la niña y le explicó que la estaban llamando por teléfono. —¿Hola? —Sostuvo el celular con nerviosismo. —Cariño, mañana iré a rescatarte,
El día esperado había llegado, todos estaban preparados en la mansión Rowling. Al final, Mónica insistió tanto, que la dejaron ir. —No saldrás del auto a menos que yo lo diga —la regañó su padre. —¡Ten mucho cuidado, Mónica! —Elsa agarró sus manos, se estaban despidiendo. —Piensa en el bebé que esperas… —murmuró Miles, preocupado. Los labios de Mónica se curvaron en una sonrisa. Abrazó a Elsa, dándole a entender que no le pasaría nada. —Estaremos bien. —Vamos, cariño, solo es cuestión de esperar —la motivó Camilo, llevándola a la sala. —¿Llevas el maletín? —cuestionó Alejandro, viendo a su yerno. —Está en el auto —respondió, saliendo de la mansión—. ¿Y tus hombres? —Ya están en el muelle… se hacen pasar por vendedores de pescado, así que tranquilo. Me han informado que David todavía no ha llegado —dijo, caminando a su lado. Mónica tenía la vista fija en el suelo. No iban a dejarla ir por su bien, pero ella quería oír el último aliento de David, para estar segura de que ya no
Rafael estaba de pie, con firmeza y determinación en su mirada. Lo menos que planeaba era verse débil ante sus enemigos, ni ante su hija. Se preguntaba por qué Victoria mostraba tanta calma al lado de David, luego le preguntaría. —¡El maldito maletín! —ordenó Rowena—. ¡O me llevo a la niña! —Veo que tu madre se volvió mucho más insistente que tú, David —bromeó el castaño, dejando el maletín en el suelo. El recién nombrado se mofó, divertido. —Salí igual a ella —dijo. Rowena estaba cansada de escuchar palabras estúpidas, si no se apuraba, todo iba a salir mal. Se mordió una uña, nerviosa por saber cuál era el contenido de esa maleta negra. —Aquí va —indicó Rafael. Deslizó el maletín con todas sus fuerzas, hasta que llegó a los pies de Rowena, tocó la punta de sus tacones negros. Ella se agachó para agarrarlo. Lo abrazó, como si su vida dependiera de ello. —Muy bien, Victoria, es tu turno —David se puso en cuclillas para llegar a la altura de la niña—. Quiero que sepas que me
Victoria gritó al escuchar ese disparo que iba dirigido a ella. Rafael se horrorizó tanto, que no pensó con la cabeza y salió corriendo directo a dónde estaba Rowena solo para agarrarla del cuello y dejarla desarmada. La señora se había paralizado y se dejó tumbar, porque no podía respirar bien de los nervios. No quería morir aún. —Vas a pagar —sentenció Rafael. —¡Victoria! —Mónica corrió con desespero, se tropezó en el camino. Cuando llegó a la ubicación, David estaba abrazando a su hija, dándole protección con su ancho cuerpo. La mujer se detuvo al ver que la sangre chorreaba de su espalda. —¿S-señor? —titubeó Victoria. David se apartó, su cuerpo cayó con dificultad en el suelo, al lado de la pequeña. Escupió un poco de sangre, él se había llevado el impacto de la bala con tal de proteger a su hija. Mónica no podía creer lo que veían sus ojos. —V-Victoria —balbuceó el hombre, con dificultad. Estiró su mano para acariciar su mejilla—. ¿Estás bien? La niña empezó a llorar con