Mónica y Rafael estaban en su habitación despiertos a altas horas de la noche, habían pasado dos días desde que encontraron a Catherine. —¿Sabes lo que hizo Victoria? —inquirió la mujer, acomodándose en el colchón. —Ustedes a veces me ocultan cosas —bromeó—. ¿Qué hizo y por qué te ves preocupada por eso? Rafael se rodó para llegar al lado de Mónica y poder rodearla con su brazo, con las espaldas pegadas de la madera. Ella se acurrucó, era su refugio, un lugar seguro alejado del exterior. —Conoció a Mateo y ahora quiere verlo más seguido, creyó que vivía aquí —explicó, se cruzó de brazos—. ¿Deberíamos hacer algo al respecto? Y es que a Victoria le emocionaba por fin tener un amiguito con el cuál jugar en el futuro. —¿Le dijiste la verdad? —Ay, ¿cómo le digo a mi hija que su amiguito está pasando por mil problemas familiares y se irá lejos por un tiempo? —Rodó los ojos. —No se irá lejos, simplemente pasará unos días en el hospital, ¿no te dije que el juicio será dentro de un mes
David había conseguido la firma de Catherine para culminar su divorcio. Alejandro tuvo que ayudarlo a eso, y después, regresó a la mansión Lambert, dónde su madre ya estaba esperando. La señora tenía un ceño fruncido, que demostraba su preocupación y enojo ante una nueva situación que los sobrepasaba. —¿Mamá? —cuestionó el rubio, cerrando la puerta principal—. ¿Qué haces aquí? Últimamente vienes mucho. —Deja de gastar el poco dinero que tienes en bebidas alcohólicas, David —lo regañó, se enteró porque revisó las últimas transacciones en su cuenta—. Estamos muy mal. Tu padre está en el hospital. —¿Ah? ¿Y qué diablos le pasó? —¡Le dio un maldito infarto luego de enterarse que nos hemos quedado sin ahorros! —exclamó, estaba furiosa. Rowena no sabía de dónde sacar dinero, si la empresa se la habían heredado a su hijo y si él caía, ellos también. Movió el pie repetidas veces, ansiosa. —¿Un infarto? —David se sentó en una silla cercana, sin poder creerlo—. Esto no… ¡no es mi culpa qu
Navidad, esa época del año que Mónica empezó a disfrutar después de conocer a Rafael. Gracias a él, su vida se iluminó, toda la oscuridad se esfumó y pudo ver cada color. Ella tuvo que salir con Miles para hacer las compras, pues la mayoría de sirvientas estaban muy ocupadas, además, quiso ir por su cuenta a comprarle el regalo a Victoria. —Llegamos —indicó su amigo—. Mónica, no me vas a creer lo que te voy a decir. —¿Ya conseguiste a un buen hombre? —No solo un buen hombre —Se mordió el labio, bajándose del auto—. ¿Has oído hablar de Christian Moris? Mónica abrió los ojos porque ese nombre era reconocido en toda la ciudad. Se trataba de un cantante famoso, que consiguió todo gracias a las redes sociales y sus buenas canciones. —Imposible. —Tuve una cita a ciegas, y quedé loco cuando lo vi a él —chilló, luego carraspeó para comportarse serio—. Perdón, a veces me dejo llevar. Ella sonrió, porque Miles se abrió con ella a medida que el tiempo pasaba. La confianza entre ellos aum
El día del juicio había llegado, Alejandro informó que dejaría a Catherine en el tribunal, ya que él no planeaba participar por su identidad. Mónica ya estaba lista y guardó todo lo necesario en su bolsito, le encargó el cuidado de Victoria a Elsa. Camilo también iría al juicio, ya que él tenía las pruebas que Alejandro había dejado, las fotos del menor con moretones. —Hay alguien que quiere verte, Mónica —informó Rafael. —¿Ahora? ¿No tenemos que irnos? —Tranquila, todavía hay tiempo. Te estaré esperando en el auto con Camilo —Le dio un beso en la mejilla—. Esa persona está en la sala. Mónica frunció el ceño, supo que David no podía ser, ni su madre, porque Rafael no reaccionaría de forma tranquila al tratarse de los Lambert. Inhaló hondo, de camino a la sala de estar. Cuando cruzó la puerta, se quedó perpleja al ver a la mujer que la esperaba sentada en el sofá. No dudó en correr para abrazarla, pudiendo oler ese aroma amargo y característico de ella. —¡Delia! —exclamó, un nud
Todos estaban en el tribunal, a Catherine la habían apresado unos guardias de seguridad, porque intentó escaparse. El juez estaba revisando las pruebas, imágenes de Mateo con moretones en su cuerpo. —Estamos aquí para decidir el futuro del pequeño Mateo Lambert —habló, el silencio inundó la sala—. Su madre lo secuestró cuando el mundo descubrió la verdad. Necesito escuchar a los testigos, por favor, ¿la acusada tiene testigos? —¡Ni siquiera me dejaron buscar! —No tienes familiares, Catherine —Hasta su abogado estaba en su contra, porque fue contratado por el mismo Alejandro. —Cállate, imbécil. Forcejeó, pero estaba esposada a la silla dónde la obligaron a permanecer. —Yo tengo testigos, su señoría —Víctor se levantó, con respeto—. David Lambert quiere decir algunas palabras, y también traigo al niño. A Mateo lo habían dejado al cuidado de una secretaria del lugar, pues la entrada no estaba permitida para los niños, a menos que tuvieran que entrar para hablar con el juez sobre e
Mateo entró a la sala de la mano del seguridad, estaba nervioso, porque ya sabía que le iban a hacer muchas preguntas. —Hola, campeón —lo saludó el juez—. Ven aquí. Todos prestaron atención al niño, quién había caminado un poco más hasta llegar detrás del escritorio del juez para poder hablar con él. El señor tomó su manito, tenía un nieto de su edad. Se percató que Mateo no poseía ningún moretón en su piel, estaba bien cuidado. —Te voy a hacer algunas preguntas, ¿vale? —Ajá… Bajó la cabeza, quería regresar a casa con su padre, Víctor, pues ya se había acostumbrado a estar con él, y lo trataba bonito. —¿Qué te hizo esa mujer? —cuestionó, refiriéndose a Catherine, la miró de reojo. Mateo no dudó en decir la verdad, porque lo habían tratado muy mal. —Ella pegó —señaló todo su cuerpo, sobre todo la parte de los brazos—. No comía… —¿No te dejaba comer? Asintió, con las cejas inclinadas. —¡Es mala! —exclamó, decidido—. Víctor un héroe. Mi nuevo papá. Le sonrió al juez, por fin
Días después de haberse deshecho de Catherine, David citó a Mónica a una cafetería cercana de la empresa Rowling. Él estaba jodido. Ella aceptó, porque parte de su plan era hundir a David como fuera, y verlo sufrir. Rafael estaba al tanto, aunque no le gustó la idea de que se vieran solos. Mónica entró, la campanilla sonó y buscó a su ex, quién se encontraba sentado en una mesa alejada del mostrador. Caminó con firmeza para demostrarle lo mucho que había cambiado. Se volvió una mujer fuerte e independiente. Trabajaba para conseguir lo que quería, y había encontrado el amor verdadero. —Ya estoy aquí —habló, con seriedad. David alzó el mentón, tragó saliva porque lo menos que deseaba era suplicarle a su ex mujer. Sus dientes chocaron, frustrado. —Iré directo al grano, Mónica. Tú y yo ya no nos llevamos bien —comentó, rodando los ojos—. Quiero pelear por la custodia de mi hija, la necesito. Mónica se sentó con tranquilidad, no iba a desesperarse porque no sería profesional de su p
Rafael no pudo contenerse y decidió salir del trabajo para verificar que todo estuviera yendo bien con Mónica. No le agradaba la idea de que su esposa viera a su ex. Cuando iba caminando, notó que esa calle estaba sola, no había ni un alma, hasta que se percató de dos personas peleándose cerca de la cafetería. —Mónica… —murmuró para él mismo. Corrió como nunca antes lo había hecho al ver que David quería maltratar a su esposa, así que se posicionó detrás de él para frenarlo y lo logró. Llegó justo a tiempo para evitar una tragedia. Rafael lo volteó para darle un puñetazo, se sentía culpable por lo que estuvo a punto de suceder. —¡Estás muerto, imbécil! David terminó cayéndose al suelo, y Rafael se sentó sobre él para continuar con la golpiza y dejarle en claro que nadie podía tocar lo que era suyo. Uno, dos, tres golpes seguidos. Su enemigo quedó con la cara llena de sangre, le había roto la nariz, y buscaba cómo cubrirse de los demás ataques. —R-Rafa, detente —Mónica lo tomó