2 Medidas desesperadas

Lara acababa de descubrir que su novio era en realidad un hombre muy rico, y que la había estado utilizando como un vil juguete esperando sacar partido de ella en cualquier momento.

Se le partía el corazón en dos al pensar que ella estaba feliz por tener a su lado a alguien como él, lo creyó un caballero, pensó que la amaba y que por esa razón había sido tan generoso con sus aportes a los gastos médicos de Teo, pero en realidad, estaba viéndola como una mercancía en la que se invierte para luego sacar provecho.

Lo que más le dolía de todo, era que ella le había abierto el pecho de par en par para contarle sus más íntimos anhelos, el deseo que la había impulsado a venir a América y toda su lucha desde que salió de su nación con el sueño de darle una buena salud a su hermanito que batallaba a diario por su vida con esa terrible enfermedad.

La cardiopatía de Teo no le permitía mantenerse sin tratamiento constante, y desde hacía algún tiempo estaba internado en el hospital bajo estricta vigilancia médica.

Rowdy había cubierto los gastos de los últimos meses, pero ahora con el rompimiento de la relación, Lara no tenía esperanzas de conseguir el apoyo financiero que necesitaba para cubrir los gigantescos gastos médicos.

Escuchó sonar su teléfono y reparó en la pantalla. Era del hospital, lo último que le faltaba era que le dieran una mala noticia en cuanto a Teo.

—¿Sí?

—Señorita Lara, el doctor Davis, quiere verla de urgencia — escuchó decir del otro lado.

—¿Le pasó algo a Teo? ¿Está bien? — preguntó con el alma en un hilo.

—No, no se preocupe, pero el doctor dice que es muy importante lo que debe conversar con usted, la espera esta misma tarde.

—¿Qué tal ahora? — ella preguntó. Estaba sin trabajo, no necesitaba esperar a la tarde cuando simplemente deambulaba por la calle como un alma en pena atormentada por su terrible situación.

Hubo un corto silencio antes de que la mujer respondiera.

—Él dice que puede atenderla ahora mismo si no tarda en llegar.

—¡Voy en camino!

Todo lo que tenía que ver con Teo era prioridad para Lara, desde que estaban solos. Ella era como su madre y había luchado con garra por mantenerlo respirando.

Corrió al hospital con preocupación, tratando de hacer a un lado en su cerebro la tristeza y decepción que acababa de recibir, para concentrarse en el nuevo desafío.

—Dígame, doctor, ¿Qué sucede ahora con mi hermano?

—Lamento decirte que Teo no ha reaccionado como esperábamos al último tratamiento, y es necesario pasar a la siguiente fase.

—¡Pero usted me había dicho que él podría superar esta crisis!

—Sí, lo dije, pero conoces los riesgos de su enfermedad, nada es seguro, solo nos queda el ensayo y el error, y esto no funcionó en su caso.

Lara sintió que el suelo comenzaba a hundirse bajo sus pies.

—¿Cuándo comenzaría?

—Por eso te llamé, solo falta tu autorización, y el pago, por supuesto, pero imagino que no será problema, debes ir con la Administración y ellos darán luz verde — Davis comentó, asumiendo equivocadamente que la chica tenía los fondos para cubrir los gastos.

Lara se mordió el labio e inspiró profundo mientras jugaba inconscientemente con sus manos de manera nerviosa.

—¿Hay algún problema?

Ella tardó unos segundos en responder, se le había hecho un nudo en la garganta que comenzaba a presionarle, impidiéndole respirar y hablar con libertad.

—Sí, doctor… es que… ya no está la persona que me ayudaba con los gastos, y acabo de perder mi empleo… — Ella apenas pudo articular.

Davis la miró con compasión, pero las políticas del hospital eran claras, y sin pago no había tratamiento.

—Siento mucho esta situación, pero conoces cómo se manejan las cosas aquí. Teo tiene pagos los gastos de hospitalización hasta el viernes. Si no logras conseguir el dinero necesario para mantenerlo hospitalizado y comenzar con el nuevo tratamiento, te pedirán que lo lleves a casa, y, en su condición, su corazón no lo resistirá… — Davis fue lapidario — Lo lamento mucho, Lara.

La chica salió de la oficina del médico con la mirada baja y un frío helado instalado en el estómago que prometía hacerle devolver la bilis.

Se dejó caer en una de las sillas de la salita de espera con el rostro bañado en lágrimas mientras la desesperación se apoderaba de su pecho. Fue entonces cuando una idea asaltó su mente como un tren en movimiento.

—¡El hotel! — dejó escapar a media voz, mientras temblaba de solo pensarlo, había visto a las chicas de la “Nómina oculta” de empleadas y siempre hablaban de lo bien que les iba con los pagos diarios por su trabajo.

Cuándo había ido a pedir empleo al Crowne Plaza le ofrecieron el puesto para el servicio de acompañantes nocturnas, pero ella lo había rechazado por el de mucama; ahora, con esta situación, ¡Estaría dispuesta a hacer lo que fuera por conseguir lo necesario para mantener a Teo con vida!, era la única familia que le quedaba.

Con un nudo en el estómago, se armó de valor y regresó al hotel buscando al señor Jones, el encargado de los negocios turbios de los dueños, y le contó toda su situación. El hombre que siempre había estado viéndola como un excelente prospecto para el empleo, le preguntó:

—Lara, ¿Has hecho esto antes?

La chica bajó la mirada avergonzada y negó lentamente con la cabeza.

—Soy virgen, señor Jones.

El hombre abrió muy grandes los ojos, imaginando el dinero que podría ganar por ella.

—Esto es lo que haremos, comenzarás esta misma noche, pero tendrás que venir mentalizada a que esto es como cualquier empleo. Vas a actuar condescendiente para mantener al cliente satisfecho, ¡Y lo harás bien! Y te prometo que, si cumples con el trabajo, podrás reunir los fondos para tratar a tu hermanito.

Al anochecer, el millonario Waylon Scott, heredero mayoritario de los bienes de la cadena hotelera Crowne, entraba a la suite de su mejor amigo.

—Aquí estoy, Duncan, vine en cuanto vi tu mensaje — echando una ojeada alrededor y viendo las copas y las bebidas dispuestas en el bar.

—Waylon, sé que has estado demasiado tenso con el tema de tu padre, por eso te llamé, para que pudieras distraerte un poco, tú solo vives para trabajar — apresurándose a servirle una copa.

—No puedo relajarme, Duncan, supongo que estás al tanto de los escándalos de los últimos meses… — Le dijo refiriéndose a las locuras de su hermano — De seguir así, los chismes de la prensa y de los medios nos destrozarán.

—¿Ya trataste de hablar con tu hermano sobre esto?

—Ya lo intenté, ¡Pero a él todo le parece un juego! — Explicó con frustración — No está dispuesto a aplacar sus desatinos y sus excesos, y tampoco a esconderse como un molusco. Hemos perdido inversionistas importantes por su culpa…

—Entonces, ¿Qué es lo que harás?

—Papá nos puso un plazo de tres meses para aparentar un cambio de vida.

—No te comprendo… — Duncan dijo confundido.

—Quiere que contraigamos matrimonio — soltó de golpe.

El teléfono de Duncan comenzó a sonar con insistencia.

—¿No contestarás?

Duncan lo tomó con fastidio.

—Seguro es trabajo — dijo antes de contestar — Pero no creas que vas a librarte de esta conversación. ¿Sí? — contestó la llamada.

—Señor Duncan, ha sucedido una desgracia.

Duncan escuchó atentamente, llevándose la mano a la boca, mientras se levantaba y salía corriendo hacia la puerta.

—Duncan, ¿Qué pasa?

—¡Debo irme, Mary acaba de atentar contra su vida!

—¿Qué? — Waylon se puso de pie — ¡Espera, voy contigo!

—¡No, debo hacer esto solo! — gritó desapareciendo por la puerta y dejando a Waylon en medio de la suite con la cabeza dando vueltas.

El hombre se sentó en la esquina de la cama junto al enorme ventanal que reflejaba las luces nocturnas mientras se devanaba los sesos en cómo resolver el problema con su padre.

El sonido de un mensaje en el móvil lo sacó de sus pensamientos.

—Amigo, había contratado un servicio “virgen exclusivo” a la habitación y ya debe estar ahí, por favor, disfrútalo por mí y luego me cuentas cómo estuvo.

Waylon ladeó la cabeza sin terminar de comprender el mensaje de Duncan cuando escuchó el agua del baño y se puso alerta.

—¡Qué carajos! — dejó salir al comprender que se trataba de los bajos instintos de su amigo y sus gustos por contratar mujerzuelas — ¿Qué fue lo que hiciste, Duncan?

Una chica delgada de cabellos dorados y piel de porcelana salió de baño apenas vestida con una falda extremadamente reveladora y un sujetador rojo sangre. Mantenía la cabeza baja mientras avanzaba hacia él, abrazándose a sí misma y tratando de controlar sus nervios.

Waylon maldijo por lo bajo.

«¡Duncan, voy a matarte por esto!», él pensó.

La mujer era hermosa y delicada, y parecía asustada como un conejillo atrapado en una trampa a punto de ser devorado por una fiera.

«Servicio virgen exclusivo, ¡Claro!», se dijo atando cabos.

Waylon dejó escapar el aire al ver su belleza y también se dolió al verla tan fuera de lugar. La pobre chica ni siquiera sabía por dónde comenzar, ella no se atrevió a levantar la vista manteniéndola en sus costosos zapatos de piel y le preguntó cuándo empezaría.

—No has hecho esto nunca, ¿Verdad?

Ella negó con la cabeza y tuvo esa sensación de deyabú de haber tenido esta conversación antes.

Él la observó mejor y notó algo familiar en ella.

—¡No puede ser! ¿Eres la loca?

Lara arrugó el ceño y levantó el rostro para encontrarse con el tipo estirado que casi la había atropellado en la mañana.

—¿La bestia?

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