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Capítulo 2.- Una larga noche.

—Buenas, ¿Cómo se encuentra mi paciente más consentido? —pregunto con una gran sonrisa en mi rostro mientras me acerco a la cama para empezar la revista médica.

—Pues déjame decirte que no te creo, así le has de decir a todos. —cruza los brazos a la altura de su pecho en lo que hace un puchero.

—¡Padre, me ofendes! ¿Cómo se te ocurre decir eso? —llevo a mi pecho la mano en forma de indignación.

—Mi hermoso tesoro sabes que te amo mucho, ¿cierto? —pone mirada de cachorro tierno haciendo que mi corazón se estruje.

—Lo sé, así como tú eres lo más importante en mi vida papito. —le doy un beso en la coronilla y empiezo con mi labor del día.

Miguel Echeverri, ese es el nombre de mi padre, el hombre más importante de mi vida. Cada día que pasa es un milagro, debido a su terrible enfermedad se ha visto obligado a estar encerrado entre estas cuatro paredes.

Tiene un tumor cerebral que es inoperable por el lugar en que se encuentra alojado. Aunque muchos me dicen que debo resignarme y ser fuerte para cuando llegue el momento mis esperanzas se mantienen vivas. Cada día que logra despertar es una gran bendición. Sé que algún día nuestra suerte va a cambiar y podremos encontrar ese milagro que tanto necesitamos. Sé que mis plegarias han de ser escuchadas y ese será el día más maravilloso de nuestras vidas.

Para poder cubrir el excedente de los gastos me vi obligada a hacerle caso a una de mis amigas. De día trabajo en la clínica, mientras que de noche trabajo como posesa haciendo traducciones.

Además, que también trabajo vendiendo ropa y productos de catálogo, no es mucho lo que pueda ganar con ello, pero me sirve para completar y pagar parte de los gastos. Gracias al cielo me gané una beca completa para mis estudios de medicina.

Las horas pasan y con cada revisión que le hago a cada uno de mis pacientes a cargo siento una gran satisfacción en hacer lo que más me gusta.

Al ver la hora en mi reloj de pulsera me doy cuenta de que ya son más de la 1:00 de la tarde.

 «Con razón las tripas me rugían tanto»

Entrego la última carpeta en el área de enfermería para ir a la cafetería a almorzar.

—Vaya, la princesita ya terminó de ponerse al día. —habla Tania con sarcasmo mientras ve el esmalte de sus uñas.

—Por lo menos me dedico a hacer mi trabajo y no perdiendo el tiempo como lo haces tú. —respondo tajante, ella siempre trata de sacarme de mis casillas.

Firmo unos documentos y camino rumbo al ascensor marcando el piso que me lleva directo a la cafetería. Cuando las puertas se abren me encuentro con mi gran amigo Marcos.

—¿Cómo está la doctora más guapa del hospital? —pregunta con una sonrisa seductora—. Sabrina cada día que pasa te ves más hermosa y no lo puedes negar.

—Marcos, tú siempre con tus halagos. —le doy un beso en la mejilla y lo estrecho en un fuerte abrazo—. Ya te pareces a mi padre, hasta estoy pensando que eres su hijo perdido.

Cuando llegamos a la cafetería nos sentamos en la mesa que siempre acostumbramos. En ella ya se encuentran nuestros amigos Sara, Verónica, Dereck y Joshua.

Todos somos parte del 5to año y formamos un gran grupo. Somos excelentes amigos que siempre contamos el uno con el otro, es como decir que somos hermanos aunque no lo seamos de sangre.

No tenemos la necesidad de hacer nuestros pedidos, la chica que se encarga de tomar los pedidos sabe que es lo que nos gusta pedir.

Al cabo de unos 10 minutos se acerca ella con los primeros platos. Dereck se pone de pie para ayudarla y aunque él lo quiera negar, le gusta Susan. Son muchas las veces que le echamos porras para que dé el primer paso y se atreva a pedirle que salga con él a comer un helado.

Como siempre, su respuesta es una negativa con la excusa de que la ve simplemente como a una amiga y nada más, pero todos sabemos que no es cierto. De todos modos es él quien se lo pierde de abrir su corazón y darse una oportunidad en el amor.

Finalmente, terminamos de comer y entramos al ascensor, en cada parada se van quedando hasta ser yo la última en bajar. 

Cuando llegó a mi piso pongo manos a la obra y sigo con mi labor. Por fortuna todo se mantiene tranquilo como si no hubiera sucedido nada.

El resto del día pasa en un abrir y cerrar de ojos, cuando veo mi reloj ya van a ser las 5:00 de la tarde y aprovecho para darle un vistazo a mi padre antes de irme a casa.

Al entrar lo veo conversando plácidamente con Sonia, ella es otra de las pacientes de este piso, pero se me ha hecho extraño que últimamente se la pasa metida en la habitación de mi padre.

«¿Será que este par tiene su trompo enrollado?» sonrió de pensar en que Sonia pueda ser mi madrastra. Aunque no es mala idea que mi padre pase cada uno de sus días en plena tranquilidad, paz y armonía que ella le pueda brindar.

—¿Cómo se porta este par de cascarrabias? —interrumpo caminando en su dirección.

—¡Hola preciosa! —Saluda Sonia con un beso en la mejilla—. Conversando sobre tus pretendientes.

Pongo los ojos en blanco ante el comentario porque ese es un tema del que no quiero hablar. No tengo cabeza para tener ningún tipo de relación sentimental que no sea única y exclusivamente el amor hacia mi padre y mis amistades.

—Les informo que van a tener que cambiar de tema porque no estoy interesada en tener novio. —me encojo de hombros restando importancia al tema—. Solo tengo cabeza para mi profesión y la salud de cada uno de mis pacientes.

—Por amor a Dios pequeña, no puedes vivir aferrada a este viejo que pronto va a partir de este mundo. —se le cristalizan los ojos—. Además, quiero conocer a mis nietos.

—Claro que algún día los vas a conocer. —acaricio su cabeza y dejo un tierno beso en su frente—. Por el momento preocúpate por recuperarte y cumplir con las indicaciones del médico.

Seguimos la charla por un rato más hasta que veo que es hora de irme, me despido de los dos porque a mí parecer Sonia se va a quedar otro rato más con mi padre.

Busco en el locker mis pertenencias y salgo de la clínica, afuera me espera una leve llovizna y me regaño mentalmente por no traer paraguas. Camino por la acera hasta la parada de buses y espero con paciencia que llegue.

A mi alrededor se encuentran algunas personas que igual que yo también se encuentran a la espera del medio de transporte. Entre ellas logro reconocer un rostro familiar y que a la vez no quisiera que se diera cuenta de mi presencia.

Ismael fue mi novio por un año, la relación iba bien, pero a medida que pasaban los días no podíamos vernos con regularidad. A pesar de estar estudiando la misma carrera tratábamos de vernos lo más que podíamos, pero para él no era suficiente y en realidad yo prefería seguir avanzando en lo que me interesaba en ese momento.

Luego de nuestra ruptura, mi padre me dio por consejo que debía luchar por salir adelante y cumplir mis sueños, que no permitiera que el egoísmo de un hombre acabara con mis sueños y mucho menos le permitiera cortar mis alas.

Salgo de mis pensamientos cuando escucho su voz.

—¿Cómo estás, Sabrina? —una leve sonrisa se dibuja en su rostro—, días sin verte.

—Se puede decir que muy bien, gracias por preguntar. —respondo tajante, no queriendo seguir con la conversación.

—Me alegra saber que estás bien. —dice cabizbajo—. ¿Cómo sigue tu padre?

—Gracias a Dios mucho mejor. —me cruzo de brazos debido a lo fría que está la tarde.

Se queda en silencio, pero lo noto nervioso y seguro es que quiere decir algo más, pero no se atreve. A estas alturas lo único que le puedo brindar es una amistad y conversar de vez en cuando, siempre que tenga algún tiempo disponible.

—Sabrina quería preguntarte si algún día aceptarías una invitación para tomar un café. —arruga el entrecejo.

—Tal vez.

Intenta seguir con la conversación, pero en ese momento llega el autobús. Camino a grandes zancadas para subir antes de que él quiera tomar un puesto a mi lado. 

Afortunadamente, encontré un puesto dentro de los primeros y para cuando él se sube tiene que caminar hasta el fondo. Respiro hondo agradeciendo que fue así porque no quiero seguir conversando con él.

Una hora más tarde llego a mi destino y para cuando me toca bajar estaba cayendo un palo de agua. Corro hasta llegar a la entrada del edificio estilando agua por todos lados, parezco mojado e inmediatamente comienzo a estornudar y mi cuerpo a temblar.

«Maldición no puedo enfermar ahora no»

Saludo a Rogelio quien es el conserje del lugar e inmediatamente subo al ascensor para marcar el botón donde queda ubicado mi departamento.

Al llegar lo primero que hago es tomar la correspondencia que se encuentra en el buzón y como de costumbre llegan las facturas pendientes de pago. Las coloco sobre el mesón de la cocina y camino en dirección al baño quitando toda mi ropa para darme una ducha de agua caliente.

Cuando salgo me pongo mi pijama y voy camino a la cocina para preparar un té el cual voy a tomar junto a un antigripal, no tengo pensado enfermarme y mucho menos en este momento.

Con el té y las pastillas en mano me siento frente a mi laptop para empezar con las traducciones, al abrir el correo me llevo la gran sorpresa de que tengo por hacer 8 traducciones y estas son un poco largas, pero lo peor de todo es que deben ser enviadas para mañana antes de las 8:00 de la mañana.

«Bendita sea mi suerte»

Comienzo con la primera traducción tratando de hacerlo lo más pronto posible, necesito terminar todo este trabajo antes de la medianoche para poder desocuparme y tener tiempo de descansar algunas horas antes de que amanezca.

«Será una larga noche»

Con ese pensamiento sigo adelante por varias horas hasta que de un momento a otro mis párpados empiezan a pesar y me recuesto por un instante, con 10 minutos que lo haga puedo seguir y cerrando mis ojos me sumerjo en un sueño que no sé por cuánto tiempo va a tardar.

***

Despierto al escuchar un fuerte pitido, el sonido es tan agobiante y pienso que es despertador, al recordar lo que estaba haciendo doy un gran salto y verificando la hora en el computador me doy cuenta de que son las 2:00 de la mañana.

«Joder, no, me quedé dormida» mi celular sigue sonando y camino hasta mi bolso para revisarlo y ver de qué se trata. Al verificar en la pantalla me puedo dar cuenta de que es un mensaje de un número desconocido. 

Frunzo mi entrecejo queriendo saber que dice y al abrir el mensaje me quedo sorprendida con lo que dice.

“Sabrina, mi dulce doctora, no he dejado de pensar en ti desde que te vi

RE”

Mis ojos se abren como platos al reconocer las iniciales.

«¿Cómo demonios consiguió mi número?»… 

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