—Solo termina de comer. No te diré nada hoy, hasta mañana luego de ir a la vieja mansión de tus padres, al regresar a nuestro hogar. Me dirás lo que sabes y yo a ti, ¿de acuerdo? —le hablaba él seriamente, mientras volvía a llenar su copa de vino, llevándola a sus labios. —No tomes tanto Angelo. Mañana te sentirás muy mal —se levantó la rubia, llevando los platos al lavado. La mirada del CEO, siguiéndola fijamente, posada en el sensual trasero de su exesposa. —¿Las niñas se volvieron a dormir? —preguntó casualmente él, volviendo a tomar el vino. —Sí. Después del baño, cayeron tumbadas en la cama y no se despertaron más~ —contaba Cassandra con voz animada, terminando de lavar sus platos. —¿No quieres quedarte esta noche en mi habitación? —preguntó ese hombre con descaro. Cassandra volvió a verlo de inmediato, recordando sus planes antes de descubrir el mensaje de Antonio Rossi. Ella quería sorprenderlo y hasta premiarlo, teniendo una apasionada noche juntos. Cassandra
Su rostro se volvió pálido, y de inmediato buscó retroceder y alejarse, pero, Angelo la detuvo del brazo. —Vamos. Los ojos dorados de la mujer se clavaron en él con dolor, sus comisuras humedeciéndose, su vista tornándose borrosa por las lágrimas que estaban a punto de emerger. —¿Es una broma?, no es gracioso, Angelo… —susurró con sus labios temblorosos y su voz quebradiza. —¿Mami, qué pasa? —preguntó Cristal. —¿Estás bien, mamá? —le preguntó haciendo un puchero, Clara. Angelo se inclinó hacia la mujer, susurrando a su oído: —No quieres que las niñas te vean mal, y no logren comer su desayuno, ¿cierto? Cassandra frunció el ceño, rápidamente se dio la vuelta, dándole la espalda a las gemelas mientras se limpiaba las lágrimas. Con una sonrisa forzada volvió a ver a sus hijas y las tomó de las manitas. —Todo está bien, mis bebés, vamos… Angelo comenzó a caminar tras de ellas, hasta que ingresaron al hermoso local. Mismo en el que no había más clientes que ellos, como d
—Hablaremos de eso más tarde. No es tan simple, y no pareces estar bien —Angelo le habló en un susurro pacífico, apoyando suavemente su mano en la espalda de Cassandra. Ella exhaló, levantando la mirada, hacía contacto visual con ese hombre. Asintió, secando sus lágrimas rápidamente con sus manos ligeramente temblorosas. Poco más tarde esa mañana. Cassandra salió de la oficina tras la firma de los documentos, sosteniendo entre sus manos las carpetas, apenas logró soportar sus lágrimas sin verse avergonzada delante del anterior dueño. —¿Te sientes bien?, si quieres podemos dejar la visita a la mansión de tus padres para otro día —sugurió él, mientras caminaba junto a ella. —Angelo. Estoy bien —se forzó Cassandra, tratando de sonar firme—. Solo voy a… —¡Mamiii! ¡Te encontré!~ —exclamó Cristal asomándose por ese pasillo, con una enorme sonrisa mostrándose en su carita. —¡Mamá! —corrió Clara, la gemela menor, la mayor de inmediato yendo tras de ella. Cassandra extendió su ma
Ante el rechazo de Cassandra, él abrió la puerta para ayudar a bajar a las gemelas. Cassandra comenzó a caminar en dirección al enorme portón principal de la propiedad. De inmediato notó el cambio. El portón había sido restaurado. Ella lo abrió, y comenzó a caminar con tal prisa como si estuviese corriendo. —¡Se fue mami y nos dejó! —exclamó Cristal inflando sus mejillas en un adorable gesto de molestia. —Mami es muy rápida —sonrió dulcemente Clara, viendo correr a Cassandra. —Vamos por ella —dijo ese hombre, tomando las manitas de sus niñas, e ingresando a la propiedad. ¡Cassandra estaba atónita!, la mansión se veía aún más hermosa que el último recuerdo en sus memorias. El jardín que una vez vio descuidado, muerto y deteriorado, ahora volvía a lucir sus vivaces tonos verdes, sus arbustos de rosales, sus fuentes activas que liberaban una agua cristalina. —¿Esta es la otra casita de mami? —preguntó Cristal, levantando su mirada, viendo en dirección a Angelo. —Sí… —
Cassandra Brenaman se encontraba atrapada entre la nostalgia y el resentimiento que llenaban su corazón. La mansión, restaurada a la perfección, le recordaba momentos felices y también algunos muy dolorosos. Todo parecía una hermosa trampa por parte de su exesposo. Tenían un trato: ella se casaría con él cuando su divorcio saliera válido, pero hasta ahora… Seguía sintiendo que era algo forzado. Quería más. Más esfuerzo, más sentimientos, más dulzura de su parte. Angelo Fiorentino, con su imponente presencia, la tenía acorralada contra la pared y no solo eso, también entre sus recuerdos y sus deseos reprimidos. —Cassandra… —dijo él, su voz profunda resonando en el silencio del pasillo desolado—. Lo que dices no tiene sentido. ¿Cómo esperas que lo adivine? Ni siquiera me das una m@ldita señal —frunció ligeramente el ceño. Ella lo miró a esos atractivos ojos azules que tanto la cautivaron. Sin pensarlo, Angelo se inclinó hacia ella, su aliento cálido acariciando su rostro. Ca
—Pero esto no es lo que quiero… No ahorita… —protestó ella, mintiéndose a sí misma en parte. Ya que, sexo no era suficiente, al menos en un término general. —¿De verdad no lo quieres? —le preguntó ese hombre, su voz un susurro seductor—. Entonces, ¿por qué no te alejas de mí? Cassandra sabía que no podía. Su cuerpo traicionaba su mente y su corazón, y al final, se encontraba atrapada entre los fuertes brazos de su ex. —No sé, solo… —respondió, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza—. Es que… No podemos hacerlo aquí, ¿y si… cuando lleguemos a tu mansión, ahí…? Angelo soltó una sonrisita. —Siempre estás buscando un escape a todo, ¿verdad? —¿Eh?, no. No te rías de mí, yo… ¡HEY! —exclamó ella cuando él la cargó por completo, sus piernas alrededor de la cintura de ese hombre. —Agárrate, no quiero parar —le advirtió, comenzando a introducir su excitada masculinidad en su mojada feminidad. Cassandra se aferró a él con fuerza sin pensarlo. —Eres un desgraciado… —le susur
✧✧✧ Más tarde, ese mismo día, en la mansión del señor Fiorentino. ✧✧✧ —¿Qué haces aquí? —preguntó Madeline fríamente, a Antonio Rossi. —Es a pedido de Angelo —sonrió el hombre de aspecto peligroso, metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón oscuro, a la vez que recostaba su espalda al marco de la puerta sin entrar del todo a la habitación de la mujer castaña. —¿Por qué no viene él mismo? ¿Ya se reconcilió con la m@ldita rompe hogares? —No~ no se ha reconciliado contigo~ —bromeó Antonio, dándole a entender que esa m@ldita solo podría ser ella—. Salió felizmente con su mujer y sus hijos. Está muy enamorado, y es feliz, y hay personas que simplemente no aceptan eso, como tú. Antonio caminó hasta Madeline, que se encontraba sentada en un sofá largo, con un libro en sus manos, dando un aspecto serio, como si hubiese estado disfrutando de una tarde de lectura antes de ser interrumpida. —Madeline. La mujer de mi amigo solicitó que tú vayas derechito a prisión —conti
✧✧✧ Cuatro años atrás. ✧✧ —¡POR FAVOR!… ¡AYÚDENME! ¡AYUDEN A MIS BEBÉS! La enfermería en esa prisión de Miami era un lugar frío y desolado. Sin embargo, ese día en particular, estaba sumergido en un ambiente tenso. Cassandra Brenaman, con su gran barriga de embarazo, se retorcía en la camilla, el dolor la atravesaba como cuchillas afiladas por todo su delgado y frágil cuerpo. —¡AAAAAH, DIOS! ¡¡AAAY!! —gritaba con su rostro rojo, el sudor presente recorriendo su cuerpo tembloroso. La angustia se adueñaba de ella, mientras las contracciones la sacudían, cada una más intensa que la anterior. —¡¡¡SOCORRO!!! De repente, la puerta se abrió y un grupo de médicos, vestidos con batas blancas y con un aire de autoridad, entraron en la enfermería. No eran del personal de la prisión; venían de parte del temido y respetado, señor Fiorentino. Sin tiempo que perder, comenzaron a preparar el equipo mientras Cassandra, con el rostro empapado en sudor y lágrimas, se aferraba a las sá