Ante el rechazo de Cassandra, él abrió la puerta para ayudar a bajar a las gemelas. Cassandra comenzó a caminar en dirección al enorme portón principal de la propiedad. De inmediato notó el cambio. El portón había sido restaurado. Ella lo abrió, y comenzó a caminar con tal prisa como si estuviese corriendo. —¡Se fue mami y nos dejó! —exclamó Cristal inflando sus mejillas en un adorable gesto de molestia. —Mami es muy rápida —sonrió dulcemente Clara, viendo correr a Cassandra. —Vamos por ella —dijo ese hombre, tomando las manitas de sus niñas, e ingresando a la propiedad. ¡Cassandra estaba atónita!, la mansión se veía aún más hermosa que el último recuerdo en sus memorias. El jardín que una vez vio descuidado, muerto y deteriorado, ahora volvía a lucir sus vivaces tonos verdes, sus arbustos de rosales, sus fuentes activas que liberaban una agua cristalina. —¿Esta es la otra casita de mami? —preguntó Cristal, levantando su mirada, viendo en dirección a Angelo. —Sí… —
Cassandra Brenaman se encontraba atrapada entre la nostalgia y el resentimiento que llenaban su corazón. La mansión, restaurada a la perfección, le recordaba momentos felices y también algunos muy dolorosos. Todo parecía una hermosa trampa por parte de su exesposo. Tenían un trato: ella se casaría con él cuando su divorcio saliera válido, pero hasta ahora… Seguía sintiendo que era algo forzado. Quería más. Más esfuerzo, más sentimientos, más dulzura de su parte. Angelo Fiorentino, con su imponente presencia, la tenía acorralada contra la pared y no solo eso, también entre sus recuerdos y sus deseos reprimidos. —Cassandra… —dijo él, su voz profunda resonando en el silencio del pasillo desolado—. Lo que dices no tiene sentido. ¿Cómo esperas que lo adivine? Ni siquiera me das una m@ldita señal —frunció ligeramente el ceño. Ella lo miró a esos atractivos ojos azules que tanto la cautivaron. Sin pensarlo, Angelo se inclinó hacia ella, su aliento cálido acariciando su rostro. Ca
—Pero esto no es lo que quiero… No ahorita… —protestó ella, mintiéndose a sí misma en parte. Ya que, sexo no era suficiente, al menos en un término general. —¿De verdad no lo quieres? —le preguntó ese hombre, su voz un susurro seductor—. Entonces, ¿por qué no te alejas de mí? Cassandra sabía que no podía. Su cuerpo traicionaba su mente y su corazón, y al final, se encontraba atrapada entre los fuertes brazos de su ex. —No sé, solo… —respondió, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza—. Es que… No podemos hacerlo aquí, ¿y si… cuando lleguemos a tu mansión, ahí…? Angelo soltó una sonrisita. —Siempre estás buscando un escape a todo, ¿verdad? —¿Eh?, no. No te rías de mí, yo… ¡HEY! —exclamó ella cuando él la cargó por completo, sus piernas alrededor de la cintura de ese hombre. —Agárrate, no quiero parar —le advirtió, comenzando a introducir su excitada masculinidad en su mojada feminidad. Cassandra se aferró a él con fuerza sin pensarlo. —Eres un desgraciado… —le susur
✧✧✧ Más tarde, ese mismo día, en la mansión del señor Fiorentino. ✧✧✧ —¿Qué haces aquí? —preguntó Madeline fríamente, a Antonio Rossi. —Es a pedido de Angelo —sonrió el hombre de aspecto peligroso, metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón oscuro, a la vez que recostaba su espalda al marco de la puerta sin entrar del todo a la habitación de la mujer castaña. —¿Por qué no viene él mismo? ¿Ya se reconcilió con la m@ldita rompe hogares? —No~ no se ha reconciliado contigo~ —bromeó Antonio, dándole a entender que esa m@ldita solo podría ser ella—. Salió felizmente con su mujer y sus hijos. Está muy enamorado, y es feliz, y hay personas que simplemente no aceptan eso, como tú. Antonio caminó hasta Madeline, que se encontraba sentada en un sofá largo, con un libro en sus manos, dando un aspecto serio, como si hubiese estado disfrutando de una tarde de lectura antes de ser interrumpida. —Madeline. La mujer de mi amigo solicitó que tú vayas derechito a prisión —continuó
—¿Un trato? ¿Verme únicamente a mí? —recalcó Cassandra, sin poder ocultar la sorpresa en su rostro. —No te preocupes. Rechacé. No voy a permitir que te veas con esa mujer, ya una vez hicieron un trato que por poco me quita la vida y… —Lo haré —lo interrumpió la mujer rubia—. Quiero verla. Vamos a la mansión. —No —volvió a rechazar él de inmediato, su expresión fría—. Es arriesgado, ya has pasado por muchas emociones hoy, Cassandra y no quiero… —Dije que LO HARÉ Angelo, ¿qué parte no te queda clara? —se cruzó de brazos la mujer con porte imponente, interrumpiendo nuevamente al señor Fiorentino. —¡Papi mío, mamá dijo que nos llevarías a un lindo parque a ver pajaritos! —se acercó Cristal, cansada de buscar al ave y no volverla a ver. Clara detrás de ella con una tímida sonrisa esperando la respuesta positiva de ese italiano. —¿Eso dijo? —sonrió él, volviendo a ver hacia Cassandra—. Entonces, así será. Su cumpleaños es a finales del próximo mes. Las llevaré de viaje. —¡SI
✧✧✧ En la mansión del señor Fiorentino entrada la noche. ✧✧✧ Cassandra salió del cuarto de baño, con la bata de baño blanca atada su cintura y comenzando a quitarse la toalla en su cabeza, encendió la secadora inalámbrica, comenzando a sacar su rubia cabellera. Sus ojos dorados veían a los alrededores, los colores claros iluminados por las luces blancas daban aún más claridad a la cómoda y espaciosa habitación del señor Fiorentino. Aún no se hacía a la idea que la compartirían como si estuviesen casados, según el trato que tenían, ella era nuevamente su mujer, su futura esposa. Pero, aunque la situación no se dio de cuento de hadas, era un acuerdo mutuo no forzado y… No podía evitar sentirse un poco feliz. Cuando apagó la secadora, dispuesto a comenzar a vestirse, escuchó el sonido de la puerta y los pasos acercándose que fueron opacados por el sonido de esa grave voz masculina. —¿Ya estás lista?, la m@ldita te está esperando, pero tampoco tienes que apresurarte si no qu
—¡¿Es en serio?! ¿A quién piensas herir? —preguntó Cassandra frunciendo el ceño, aún sentada en el regazo de ese hombre. —A nadie. Solo es para poner un límite y amenazarla, aunque ganas de dispararle sí tengo —respondió él fríamente, refiriéndose a Madeline. —Disparar… No, no se te ocurra hacer una estupidez, Angelo. —No lo iba a hacer, ya te lo dije. Cassandra se levantó frunciendo el ceño, y se dirigió a la salida. —Espérame —fue él, tras de ella. ……….. Minutos más tarde. Cassandra ingresó a la habitación, una mesa y tras ella sentada, Madeline. La mujer rubia se sorprendió al verla esposada a la silla. De inmediato, volvió a ver a Angelo que había ingresado tras de ella. —¿Por qué está esposada? —Precaución, podría querer lanzarse sobre ti y lastimarte —respodió Angelo al instante, acercándose hacia Madeline, apoyó su mano en la mesa y se inclinó hacia ella—. No intentes manipular a mi mujer, eres una m@ldita muy astuta, pero, no te será suficiente si quieres
Angelo se sorprendió ante las palabras de Madeline. Cruzado de brazos con su espalda recostada a la pared del pasillo, en su oído tenía el audífono, cuyo micrófono lo había dejado adherido bajo el borde de la mesa cuando se acercó a Madeline y la amenazó. "Sus padres… ¿Es eso? ¿Podría ser lo que impulsa a Marco a seguir con toda esta locura?, ¿aún tiene algo con qué amenazar?" Pensó ese hombre detenidamente. "Pero si ese es el caso, ¿por qué aún no ha utilizado a los padres de Cassandra para amenazarnos?" ………… En el interior de la habitación. Cassandra suspiró con pesar. Sus lágrimas cayendo a torrenciales. La mujer rubia se levantó de inmediato, apoyando sus manos con fuerza sobre la mesa. —¡¿Vivos?! ¡Él dijo que estaban muertos! —No hablaré más. Dije que haría un trato contigo~ —sonrió altiva, Madeline— ¿Me ayudarán con mi libertad y el dinero que vale mi información? Cassandra guardó silencio por un momento. Limpiando sus lágrimas rápidamente con sus manos. —E