Cassandra Brenaman se encontraba atrapada entre la nostalgia y el resentimiento que llenaban su corazón. La mansión, restaurada a la perfección, le recordaba momentos felices y también algunos muy dolorosos. Todo parecía una hermosa trampa por parte de su exesposo. Tenían un trato: ella se casaría con él cuando su divorcio saliera válido, pero hasta ahora… Seguía sintiendo que era algo forzado. Quería más. Más esfuerzo, más sentimientos, más dulzura de su parte. Angelo Fiorentino, con su imponente presencia, la tenía acorralada contra la pared y no solo eso, también entre sus recuerdos y sus deseos reprimidos. —Cassandra… —dijo él, su voz profunda resonando en el silencio del pasillo desolado—. Lo que dices no tiene sentido. ¿Cómo esperas que lo adivine? Ni siquiera me das una m@ldita señal —frunció ligeramente el ceño. Ella lo miró a esos atractivos ojos azules que tanto la cautivaron. Sin pensarlo, Angelo se inclinó hacia ella, su aliento cálido acariciando su rostro. Ca
—Pero esto no es lo que quiero… No ahorita… —protestó ella, mintiéndose a sí misma en parte. Ya que, sexo no era suficiente, al menos en un término general. —¿De verdad no lo quieres? —le preguntó ese hombre, su voz un susurro seductor—. Entonces, ¿por qué no te alejas de mí? Cassandra sabía que no podía. Su cuerpo traicionaba su mente y su corazón, y al final, se encontraba atrapada entre los fuertes brazos de su ex. —No sé, solo… —respondió, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza—. Es que… No podemos hacerlo aquí, ¿y si… cuando lleguemos a tu mansión, ahí…? Angelo soltó una sonrisita. —Siempre estás buscando un escape a todo, ¿verdad? —¿Eh?, no. No te rías de mí, yo… ¡HEY! —exclamó ella cuando él la cargó por completo, sus piernas alrededor de la cintura de ese hombre. —Agárrate, no quiero parar —le advirtió, comenzando a introducir su excitada masculinidad en su mojada feminidad. Cassandra se aferró a él con fuerza sin pensarlo. —Eres un desgraciado… —le susur
✧✧✧ Más tarde, ese mismo día, en la mansión del señor Fiorentino. ✧✧✧ —¿Qué haces aquí? —preguntó Madeline fríamente, a Antonio Rossi. —Es a pedido de Angelo —sonrió el hombre de aspecto peligroso, metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón oscuro, a la vez que recostaba su espalda al marco de la puerta sin entrar del todo a la habitación de la mujer castaña. —¿Por qué no viene él mismo? ¿Ya se reconcilió con la m@ldita rompe hogares? —No~ no se ha reconciliado contigo~ —bromeó Antonio, dándole a entender que esa m@ldita solo podría ser ella—. Salió felizmente con su mujer y sus hijos. Está muy enamorado, y es feliz, y hay personas que simplemente no aceptan eso, como tú. Antonio caminó hasta Madeline, que se encontraba sentada en un sofá largo, con un libro en sus manos, dando un aspecto serio, como si hubiese estado disfrutando de una tarde de lectura antes de ser interrumpida. —Madeline. La mujer de mi amigo solicitó que tú vayas derechito a prisión —conti
✧✧✧ Cuatro años atrás. ✧✧ —¡POR FAVOR!… ¡AYÚDENME! ¡AYUDEN A MIS BEBÉS! La enfermería en esa prisión de Miami era un lugar frío y desolado. Sin embargo, ese día en particular, estaba sumergido en un ambiente tenso. Cassandra Brenaman, con su gran barriga de embarazo, se retorcía en la camilla, el dolor la atravesaba como cuchillas afiladas por todo su delgado y frágil cuerpo. —¡AAAAAH, DIOS! ¡¡AAAY!! —gritaba con su rostro rojo, el sudor presente recorriendo su cuerpo tembloroso. La angustia se adueñaba de ella, mientras las contracciones la sacudían, cada una más intensa que la anterior. —¡¡¡SOCORRO!!! De repente, la puerta se abrió y un grupo de médicos, vestidos con batas blancas y con un aire de autoridad, entraron en la enfermería. No eran del personal de la prisión; venían de parte del temido y respetado, señor Fiorentino. Sin tiempo que perder, comenzaron a preparar el equipo mientras Cassandra, con el rostro empapado en sudor y lágrimas, se aferraba a las sá
✧✧✧ En la actualidad. ✧✧✧ —Cassandra Brenaman —se escuchó la voz de la guarda en la prisión. —Felicidades, niña, por fin has demostrado tu inocencia, aunque sólo un año antes. —se despidió la única amiga que había hecho en prisión. —Gracias —dijo agradecida, tomando la mano de esa mujer—. Gracias por cuidar siempre de mí, no sé cómo habría sobrevivido a este infierno sin ti. —Recuerda hacer pagar a ese maldito miserable, por cómo te jodió cuatro putos años. —¡Lo haré! ¡Recuperaré a mis gemelas! Te lo juro —exclamó Cassandra, con un brillo de determinación en sus ojos dorados. Las rejas se abrieron y de inmediato la escoltaron fuera de ese sector. Había llegado el día en que sería absuelta por los crímenes que la sentenciaron y que ella… ¡¡JAMÁS COMETIÓ!! …….. —Se ha comprobado que usted es inocente, señorita Brenaman. Felicidades, hoy ha recuperado su libertad —sonrió la encargada de la prisión, entregándole una caja con las pertenencias que le fueron de
Casandra abrió sus ojos lentamente, sintiéndose aturdida. Cuando intentó mover su cuerpo, se percató que estaba atada en esa incómoda silla, de inmediato observó sus alrededores mientras parpadeaba varias veces… ¡Quedó petrificada en ese instante! La oficina del CEO Angelo Fiorentino, lucía como si fuese un monumento a su ego: paredes cubiertas de cuadros brillantes que lo mostraban en ceremonias de premiación, su sonrisa arrogante se plasmaba de manera eterna en cada fotografía. Trofeos que relucían en estantes, títulos y diplomas que colgaban con orgullo. "No… No puedo quedarme aquí…" Pensó ella entrando en pánico. Miró por las ventanas, donde la noche ya se mostraba… ¡No había tiempo que perder!, con todas sus fuerzas, comenzó a forcejear contra las sogas que le ataban las muñecas y los tobillos. Un acto inútil, y ante sus bruscos movimientos… ¡PUM! ¡Cayó al suelo con todo y silla!, justo en ese instante, escuchó unos sonidos provenir de la distancia. ¡ALGUIEN
—¿Nada que decir? —la helada mirada que clavó ese CEO, la hizo sentir un escalofríos en todo su cuerpo. Cassandra, viéndolo hacia arriba, comenzó a temblar de rabia e indignación… ¡No podía sentir más humillación! —No he hecho nada de lo que me acusas… —continuó Casandra, intentando mantenerse firme, aunque su tembloroso cuerpo y su voz quebradiza la delataran—. ¡Has caído bajo si me juzgas así, Angelo! Pero Sí, cometí un error. ¡Lo único que hice mal fue enamorarme de ti! ¡AAAH! Las palabras de Cassandra se vieron abruptamente interrumpidas por su fuerte grito. PLAF~ ¡Ese hombre le dio una bofetada! —¿Crees que soy estúpido?, es claro que estás ligada a mi maldito primo. En ese momento, el CEO Fiorentino se inclinó hacia su exesposa, su mano agarrando con fuerza el mentón de Cassandra, obligándola a hacer contacto visual con él, sus alientos entrelazándose. Entonces, dijo en un susurro lleno de frialdad: —Justo ahora puedo hacer lo que se me antoje contigo, y no pue
Habían pasado tres días… ¡Tres malditos días de confinamiento! Soportando hambre y en absoluto aislamiento, nada más que una asfixiante soledad y el rotundo silencio que la hacía sentir prisionera. ¿Quién se creía ese hombre para tratarla peor que un animal? Cassandra Brenaman se encontraba en una habitación de la mansión, cuya única ventana daba al jardín del este. Desde allí, durante la mañana observaba una escena que le desgarraba el corazón: dos figuras, que a lo lejos parecían ser sus gemelas, reían y jugaban entre sí. "¡Lo hace a propósito! ¡Es claro que busca torturarme!" Pensaba la mujer rubia, sin embargo, su cuerpo pálido y tembloroso comenzaba a verse demacrado, sus grandes ojeras ante el insomnio que le impedía descansar, y el sonido de su estómago hambriento… Solo la hacían darse cuenta de la miseria en la que había caído. Ese tercer día, en la noche, la puerta se abrió de golpe. ¡CLANK! Dos guardias la agarraron por los brazos, arrastrándola fuera de la h