Sentado detrás de un amplio escritorio en la sede de Corporación Tanner, una pared de vidrio casi invisible, impecablemente limpia, permitía que la luz del sol entrara a raudales, creando un ambiente aireado en toda la habitación.

Su mirada se extendió más allá del cristal, absorbiendo el extenso paisaje urbano. Nathaniel reflexionó que ese momento marcaba el cenit de su vida, una posición que merecía con razón.

Sosteniendo una copa de vino llena de un líquido carmesí arremolinado, de rico tono fascinante, recordó los últimos meses con una leve sonrisa, como si el pasado fuera un sueño.

Alguna vez creyó que podía forjar una carrera por mérito propio, ganándose la admiración de todos. Pero su propia empresa se había derrumbado hasta la quiebra y él había quedado reducido a un deudor lamentable que esquivaba a los acreedores.

Fue entonces cuando Arianna se abalanzó sobre él, ofreciéndole refugio dentro de la empresa. Ella había sido plenamente consciente de que lo estaba utilizan