Nathaniel sonrió con impotencia: “Estoy seguro de que sabes que te trato como mi tesoro, así que no seas obstinada, ¿de acuerdo? No importa lo que digas, no me gusta la forma en que te mira”.

Cualquier mujer se emocionaría al escuchar estas palabras de celos. Melanie sonrió, entrecerró los ojos y se lanzó a los brazos de Nathaniel. “Eres muy celoso. Hacía mucho tiempo que no te veía así, ¡así que me alegro! Sin embargo, sigo pensando que debería ir con el Señor Moreau”, dijo ella medio en broma.

“¡¿Cómo te atreves?!”. Con sus brazos alrededor del cuello de Melanie, Nathaniel replicó ferozmente: “¡Te romperé las piernas si te atreves a huir con él!”.

“Oh, qué feroz es usted, Señor Hall”. Melanie se mordió la lengua al recordar algo. Lucía tímida mientras continuaba: “No deberías preocuparte tanto. Incluso si el Señor Moreau siente algo por mí, no pasará nada. Sobre todo porque...”.

“¿Qué sucede?”. Nathaniel no entendía.

“Estoy...”.

Al principio, Nathaniel no se dio cuenta de