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Capítulo 2 – Una fiesta sin control.

Cuando Sophia llegó a la entrada del hotel, se encontró con la recepcionista, quien intentaba alejar a un niño.

Sophia se sorprendió, ya que el pequeño no tenía más de seis años.

De inmediato se acercó a ambos y preguntó:

—¿Qué sucede? ¿Puedo ayudar en algo?

La recepcionista se sorprendió al ver a Sophia.

—Es hijo de uno de los invitados a su boda, señorita Sophia —respondió la mujer—. No me quiere decir dónde está su padre y por qué está aquí, por eso intentaba que fuera con él —le explicó.

Sophia se acercó al niño y le sonrió.

—Hola, ¿es cierto lo que dice Astrid, pequeño? ¿Cómo te llamas? —preguntó ella amablemente.

—Me llamo Liam —respondió el niño con tristeza, ignorando la primera pregunta.

—¿Qué pasa, Liam? ¿Por qué estás tan triste? ¿Por qué te escapaste de tu padre? —preguntó Sophia, notando la tristeza en los tiernos ojos azules del niño.

Sin decir ni una sola palabra, Liam sacó una foto de su bolsillo y se la mostró a Sophia.

En la foto se veía a Lucas y a Emily, ambos con la cara rayada con marcadores.

Aquello la hizo sonreír. Sentía que era una venganza por lo que le habían hecho y que era una señal de que había tomado la decisión correcta al cancelar su boda.

Los dos eran unos malditos mentirosos que se habían reído en su cara, aprovechándose de su confianza, y no podía perdonárselos.

No obstante, hizo ese pensamiento a un lado y se enfocó en el pequeño que se encontraba junto a ella.

—No sé lo que sucede, pero no te preocupes, Liam. Todo estará bien —dijo Sophia mientras le secaba las lágrimas.

A pesar de todo lo que había pasado, sabía que debía seguir adelante y buscar su felicidad en otro lugar.

Sin pensarlo, Sophia se sentó en el piso con las piernas cruzadas, y comenzó a jugar con el niño para calmarlo.

—¿Dónde está tu papá? —preguntó cuando vio que Liam se había calmado.

El niño negó con la cabeza. Al parecer, no quería hablar.

Un segundo más tarde, un apuesto hombre apareció tras una puerta que daba al lobby del hotel.

Su rostro estaba desencajado por la desesperación, mientas que su cabello y su ropa lucían desarreglados.

—¡Liam! —exclamó al ver el niño y corrió hacia ellos—. ¿Cómo desapareces de esa manera? Casi me da un infarto. ¿Dónde te habías metido?

—Por favor, no lo regañe —pidió Sophia mientras se ponía de pie—. Sé que no es nada lindo que un niño desaparezca, pero, para evitarlo, debería cuidarlo mejor. No le eche la culpa de haber desaparecido, si usted no estaba atento, señor.

—Lo siento, la verdad es que solo me despisté por un segundo, mientras salían todos y… —Suspiró, buscando recuperar el aliento.

El hombre se sintió un poco incómodo, no sabía cómo reaccionar ante la petición y, en especial, ante la belleza de Sophia.

La muchacha notó su incomodidad y decidió romper el hielo.

—Lo siento si lo he puesto en una situación incómoda —dijo ella con una sonrisa amable—. Lo más importante es que Liam esté seguro.

El hombre asintió, agradecido por la genuina preocupación de Sophia.

—No te preocupes, no volverá a suceder —aseguró, cuando por fin pudo hallar su voz.

—Eso espero, su hijo es muy lindo y sería una pena que le sucediera algo —repuso.

Sophia no lo conocía más que lo poco que habían hablado, tiempo atrás, cuando su padre había decidido ampliar la fundación; pero no podía permitir que a ningún niño le pasara nada, y mucho menos dentro de los límites de aquel hotel que ella había contratado bajo su nombre para no solo llevar a cabo la fiesta de su frustrado matrimonio, sino también para alojar a los invitados.

—En serio, muchas gracias por quedarte con él. La verdad es que no sé qué haría si a Liam le pasara algo —dijo el padre del pequeño con sinceridad.

—No tienes nada que agradecer, de verdad. Solo debes prometernos que no sucederá nunca más —respondió Sophia abrazando al niño por los hombros. 

—Lo prometo —respondió el sujeto con un ligero asentimiento con la cabeza.

—Espero que lo cumplas. —Sophia sonrió y miró al niño, antes de decir—: Si no cumple con su palabra, yo me encargaré de él.

El pequeño la miró y le devolvió la sonrisa.

—Muy bien, ¿vamos, Liam? —repuso el hombre y tomó al niño por la mano—. No queremos retrasar más a la señorita. —Sonrió—. Nuevamente muchas gracias.

—No hay de qué —repuso Sophia sin que su sonrisa se borrara ni por un segundo.

Acto seguido, padre e hijo se alejaron rumbo a la salida, en el mismo momento en el que Sophia veía que su amigo de la universidad se acercaba a ella.

—¿Todo bien? —preguntó el joven al llegar junto a su amiga.

—Sí —asintió Sophia con la mirada perdida.

—¿Pasó algo con ese niño? —la interrogó.

—No, nada de lo que preocuparse —aseguró, desviando la mirada hacia él.

—¿Estás segura de que te encuentras bien?

—Por supuesto, mejor que nunca —mintió. 

—No sé por qué no suenas nada convincente, pero decidiré creerte. —El hombre rio—. ¿Vamos? Los invitados a la boda ya se han marchado.

—Vamos —respondió Sophia con un asentimiento.

Acto seguido, ambos comenzaron a andar hacia el salón del que, minutos atrás, ella había salido sintiéndose humillada y traicionada.

***

Unas horas más tarde, cuando la fiesta se encontraba en su punto más álgido, Sophia se hallaba mareada por culpa del alcohol. No obstante, hizo caso omiso a su estado y continuó bailando.

Se sentía liberada. El alcohol en sus venas había hecho que perdiera cualquier pudor.

Sin embargo, de un momento a otro, sintió cómo sus piernas se vencían bajo su peso.

«Estoy cayendo», logró pensar con su cerebro aletargado por la bebida.

Pero en lugar de sentir que su cuerpo impactaba contra el suelo, sintió que unos brazos la rodeaban con fuerza por la cintura.

«¿Qué diablos…?», pensó, en el mismo momento en el que alzaba la mirada y se encontraba con los penetrantes ojos azules del padre de Liam, el niño que se había encontrado en la entrada del hotel.

Sophia, un poco aturdida, se dejó sostener por aquel apuesto hombre, mientras ambos se miraban con intensidad.

Sin embargo, aquel extraño momento, que produjo un vuelco en el estómago de Sophia, se vio interrumpido por la cara de asombro que puso el hombre, al desviar la mirada y enfocarla frente a ellos.

Con lentitud, la ayudó a apoyar los pies en el suelo, pero no la soltó. 

—¿Qué sucede? —preguntó Sophia siguiendo su mirada.

Cuando llegó al punto en el que el hombre se había enfocado, vio un grupo de hombres trajeados que miraban para todos lados.

—¡Maldición! —exclamó.

—¿Quiénes son? —la interrogó el padre del niño, al darse cuenta de que la muchacha no estaba tan afectada como para no comprender la situación que lo había alarmado.

—Me están buscando. Maldito seas, Lucas. Malditos sean tú y Emily —dijo con los dientes apretados.

Sin perder tiempo, Sophia, quien de pronto se había sentido un tanto más espabilado, tomó al hombre del antebrazo y lo guio rápidamente hasta un pasillo, en el cual comenzó a seducirlo.

Sophia comenzó a actuar de manera seductora con el hombre, quien no pudo resistirse a su encanto.

—¿Sabes quién soy?

—Sí —respondió ella, continuando con su seducción.

—¿Estás segura? —preguntó.

Sophia no respondió, tan solo se limitó a unir sus labios en un profundo beso.

Sin poder resistirse a aquel contacto, el hombre abrió la puerta de la habitación que se encontraba tras él y ambos se adentraron.

Sophia era incapaz de pensar con claridad. Solo quería escapar de todo.

Todo lo acontecido aquel día le parecía surrealista y no estaba segura de: si era real o si se lo había imaginado todo durante aquella noche de borrachera.

«Tal vez aún ni siquiera es el día de la boda», pensó, un segundo ante de perder por completo la conciencia.

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