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Capítulo 3 – ¿Y tú quién eres?

Aquella mañana al despertar, Sophia se quedó petrificada al comprobar que no se encontraba en su habitación.

«¿Qué diablos hago aquí?», se preguntó sin recordar donde estaba.

¿Qué había pasado la noche anterior?

No lo sabía y, por mucho que forzara su mente al máximo, lo único que tenía claro era que se encontraba en una de las habitaciones del hotel en el que se iba a llevar a cabo su fallida boda. Pero ¿por qué estaba allí?

Sus intenciones, la noche anterior, eran regresar a su vivienda, la cual no quedaba demasiado lejos de allí. Por eso, no comprendía qué diablos hacía allí.

Con lentitud, llena de pánico, comenzó a analizar todo el cuarto con la mirada, sintiendo como el dolor de su cabeza aumentaba conforme enfocaba la vista en cada rincón del dormitorio, hasta que sus ojos se toparon con un apuesto hombre.

Su rostro le sonaba de algo, pero no lograba recordar de qué.

Por mucho que forzó su mente, no fue capaz de saber de dónde lo conocía, por lo que, llenándose de valor, se incorporó en la cama y preguntó:

—¿Y tú quién eres?

El hombre le sonrió de manera amistosa y se acercó a ella.

—Soy Noah, tu esposo —respondió mientras se sentaba junto a ella, al borde de la cama.

Sophia, atónita, se alejó de él por acto reflejo. No entendía absolutamente nada.

¿Casada? ¿Ella? Eso era imposible. No podía dar crédito a sus oídos.

Con la única persona que había pensado en casarse era con Lucas, pero el día de su boda había descubierto que este la había estado engañando con Emily, la hermana de su propio padre.

¿Un esposo? ¿Cómo era posible que estuviera casada con alguien que ni siquiera conocía?

—¿No recuerdas nada?

—No —respondió Sophia, acompañando su respuesta con un gesto negativo de la cabeza.

—Ya me lo parecía. —Noah sonrió, tomó su teléfono, buscó algo en él y se lo entregó a Sophia—. Mira.

Sophia miró el video que había comenzado a reproducirse en el móvil del hombre y abrió los ojos de par en par, avergonzada.

¿Realmente había hecho aquello?

Observó la imagen, boquiabierta, hasta que el video dejó de reproducirse.

En el video, Sophia estaba borracha y le suplicaba a Noah que se casara con ella.

Sin embargo, aunque lo veía, no podía creerlo. ¿Qué diablos le había pasado?

—¿En serio hice eso? —le preguntó, con la falsa esperanza que le dijera que no era así, que estaba viendo algo producto de su mente. 

—Sí, lo hiciste —confirmó Noah.

—Lo siento, pero no recuerdo nada de eso. ¿Qué pasó anoche en esa fiesta? -preguntó Sophia, mientras se cubría con las mantas.

Noah le contó todo lo que había sucedido la noche anterior con una sonrisa de oreja a oreja.

Sophia no sabía qué pensar.

¿Cómo era posible que no recordara ni una mínima imagen de todo lo que aquel hombre le comentaba?

Noah parecía un hombre amable y cariñoso, pero eso no quitaba el hecho de que Sophia estaba asustada y confundida.

—Lo siento, pero necesito saber más —dijo Sophia, mientras buscaba su teléfono móvil en el bolso—. Tengo que llamar a mi mejor amiga para averiguar qué pasó anoche.

—Tu mejor amiga no sabe nada —respondió Noah, mientras le quitaba el teléfono de las manos—. Sin embargo, no tienes nada de qué preocuparte, todo está y estará bien.

Sophia no sabía qué hacer. Estaba en una habitación de hotel con un extraño que decía ser su esposo, sin recordar nada de lo ocurrido la noche anterior. La incertidumbre y el miedo invadieron su mente.

—Por favor —insistió Sophia, mientras se sentaba en la cama-. Necesito recordar...

—No te preocupes por eso ahora —dijo Noah, mientras se sentaba a su lado—. Lo importante es que estamos juntos.

Sophia no sabía si creerle. La situación era demasiado extraña y dramática para ella. Se sentía perdida y vulnerable.

No estaba nada convencida por la respuesta de Noah, por lo que, sacando una valentía que no conocía, se levantó de la cama y se plantó frente a él.

—Quiero el divorcio. No puedo ni quiero estar casada con alguien que no conozco.

Noah la miró fijamente y, tras suspirar, respondió con voz firme:

—Eso no sucederá, Sophia, no pienso darte el divorcio. Confío en nuestro matrimonio, y sé que todo estará bien.

—¿Cómo demonios puedes decir eso? —preguntó exasperada ante la evasiva de aquel hombre—. Ni siquiera me has dado una razón para querer estar casado conmigo. —Noah la miró en silencio, por lo que Sophia continuó—: ¿Acaso eres un Stalker? ¿Estás obsesionado conmigo? ¿Anoche te aprovechaste de mí?

Noah frunció el ceño y se cruzó de brazos.

—No, Sophia —respondió tajante—. No soy un Stalker, ni estoy obsesionado contigo, ni mucho menos me aproveché de ti. —Suspiró—. Solo quiero que nuestro matrimonio funcione.

La tensión entre ellos era palpable mientras se encaraban en medio de la habitación de hotel.

Sophia no parecía convencida por la respuesta de Noah, y su tono de voz denotaba una mezcla de miedo y enojo:

—Noah, necesito que me des una respuesta concreta. ¿Por qué quieres seguir casado conmigo?

Noah la miró a los ojos, tratando de encontrar las palabras adecuadas para responderle:

—Sophia, sé que quizás esto es difícil de entender para ti, pero siento que nuestro matrimonio es lo mejor que nos ha pasado a ambos en la vida. No quiero perderte.

Ante esta respuesta, Sophia se sintió aún más frustrada:

—¿Cómo puedes decir eso si ni siquiera me conoces? Ni siquiera sabes quién soy realmente.

Noah intentó acercarse a Sophia para abrazarla, pero ella lo rechazó:

—No me toques. No sé quién eres y eso me asusta. Necesito el divorcio.

El hombre se sintió herido ante aquel rechazo y respondió con voz entrecortada:

—Sophia, por favor. No hables así. Yo

Sophia dio un paso atrás y lo miró fijamente:

—¿Acaso me dirás que estás enamorado de mí?

—No, pero...

—¿Entonces? —exclamó, alzando los brazos, desesperada.

Todo aquello no tenía ni el más mínimo sentido.

En ese momento, la puerta interior de la habitación, la cual comunicaba con una sala de estar, se abrió de par en par, dando paso a un pequeño niño de unos seis años que lucía angustiado y cuyos ojos azules estaban anegados en lágrimas.

—¿Qué sucede, mami? ¿Por qué están peleando? —preguntó mirándolos a ambos alternativamente, mientras se acercaba a ella.

Sophia sintió que el corazón se le encogía al escuchar al pequeño referirse a ella de esa manera.

—Mi amor, yo... —dijo poniéndose a la altura del pequeño.

Sin embargo, no pudo evitar sentirse observada, por lo que levantó la mirada hasta Noah y tragó saliva, al ver en sus ojos una pequeña súplica silenciosa.

—Mira, cariño, no estamos peleando, solo estamos hablando en tono de voz más alto de lo normal. Pero te prometo que todo estará bien, ¿sí? —preguntó mirándolo a sus tiernos ojitos—. Por favor no llores, pronto llegaremos a un acuerdo. Es solo una discusión sin sentido.

—¿Estás segura? —preguntó el niño, mirándola a través de sus pestañas.

—Completamente, cielo —aseguró Sophia.

—¿Eso es cierto? —inquirió Liam, esta vez, dirigiendo la mirada hacia Noah.

—Sí, así es, Liam. —Sonrió con dulzura, algo que a Sophia no le pasó desapercibido—. Ahora ve a ver la televisión, en un ratito estaremos contigo, ¿sí? —le dijo, acuclillándose frente a él.

El niño sorbió por la nariz, asintió y se marchó sin decir ni una sola palabra más.

Cuando Liam salió de la habitación, Noah se encaminó hacia la puerta y la cerró, antes de volverse hacia Sophia.

—Mira, Sophia, te propondré algo que puede beneficiarnos a ambos. —Sophia lo observó con el ceño fruncido—. Verás, Liam es un niño «especial» —comenzó a explicar e hizo una mueca al pronunciar la última palabra—, algo que imagino que comprenderás.

—¿Tiene autismo? —preguntó, alzando una ceja.

Noah asintió y agregó:

—Pero lo que más me mueve a pedirte esto es que él sufrió un accidente automovilístico que le causó un gran trauma. —La miró directamente a los ojos—. No quiero que sufra más. Por eso estoy dispuesto a pagarte una compensación económica, una donación a tu fundación, a cambio de que te quedes unos meses con nosotros, hasta que Liam entre a la escuela.

Sophia se quedó sin palabras ante la propuesta de Noah, tratando de procesar lo que acababa de escuchar.

—Noah, entiendo que quieras proteger a tu hijo, pero no puedo aceptar esto —dijo con voz temblorosa.

Noah la miró fijamente, tratando de leer su expresión.

—Lo siento, Sophia, pero no veo otra opción. No puedo permitir que mi hijo sufra más.

Sophia respiró profundamente y le preguntó:

—¿Y qué pasará después? ¿Qué pasa cuando Liam entre a la escuela?

Noah suspiró y respondió:

—Entonces podrás divorciarte de mí y quedarte con el dinero. Pero necesito que me ayudes a proteger a mi hijo.

Sophia se quedó pensando en la propuesta de Noah por un momento antes de responder. Esa propuesta no le atraía demasiado, pero no podía negar que, aunque le doliera reconocerlo, necesitaba el dinero. De lo contrario, la fundación se iría a pique, algo que quería evitar a como diera lugar.

—Está bien, acepto —dijo, tras suspirar.

Noah la miró con alivio y agradecimiento, pero Sophia lo interrumpió con una condición:

—Pero debes entender que esto no significa que me esté vendiendo por dinero. Solo lo hago porque entiendo tu preocupación por Liam. —«Y porque también lo necesito», pensó, pero no lo dijo.

Noah asintió con comprensión.

—Gracias, Sophia. Puedo asegurarte que no pienso mal de ti. Te prometo que esto será temporal y que te recompensaré adecuadamente —le dijo antes de abrazarla.

Sophia se sintió incómoda ante aquella demostración de afecto. Pero intentó mantener la calma.

No obstante, en su mente se preguntaba si había tomado la decisión correcta al aceptar la propuesta de Noah.

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