Saravi.
Tomo un suspiro enorme para luego hablar.
—Lo que hizo mi madre no tiene nombre, y yo debo disculparme contigo y con tu familia por eso.
—No harás nada de eso —dice mientras toma mi palma la voltea y coloca una esclava de oro en mi mano. Es la esclava que me regaló papá.
La tomo entre mis dedos mientras la examino.
—Yo te hubiese escogido a ti aun cuando tu madre no lo hubiese planeado —las palabras de Kalil despegan mis ojos del objeto para ir a su mirada intensa y brillosa.
Entonces el latido de mi corazón aumenta.
—No puedes entenderlo ¿verdad? Mi reacción por ese hombre —dice señalando hacia la puerta—. ¿No puedes entenderlo? Saravi… yo hubiese preferido morir a tener que soportar la agonía que pasé cuando pensé que tú no estabas. No tienes idea del dolor que padecí todo este tiempo. Mi compromiso con Alinna solo fue una maniobra para quitarme de encima las constantes charlas sobre
Kalil. Mis dedos dibujaban la silueta de Saravi en la cama, su cabello estaba extendido por toda ella mientras una sábana tapaba algunas partes de su piel. Ella había luchado por no dormirse, su última expresión fue una sonrisa mientras gesticuló: —Te amo. Todas las partículas de mi cuerpo hicieron explosión dentro de mí al escucharla, la había amado hasta el cansancio vez tras vez y aún quería seguir haciéndolo, estaba convencido que nunca me cansaría de esto, estaba convencido que cada vez que la besaba o le hacía el amor me hacía más adicto a ella. Kalil. Si pudiera describir este día, decir perfecto, me haría quedar corto. Había descubierto la mejor etapa de Saravi a pesar de que su mal genio la destacaba, su carisma era sensacional, aunque ella no se conocía completamente, podía irradiar una sensualidad que te hacía parecer un tonto mientras la mirabas. La escuché por mucho tiempo mientras la veía llevar comida a su boca. Describir su infancia la emocionaba, la sonrojaba y en muchos momentos hacía que perdiera la cordura. Ella estaba feliz. Y yo estaba viéndolo. Después de una comida exquisita, nos estábamos preparando para volver, y respiraba lentamente para que de cierta forma eso no desvaneciera todo lo que se recuperó en este tiempo. Caminamos en silencio por los pasillos mientras pensé por un momento en el palacio. Quería con todas mis fuerzas que al llegar ya no estuviera ese bastardo, y que por una vez en su vida nos dejara en paz.Capítulo 34
Kalil. —Majestad… —un guarda apareció frente a mí, estaba sumido en mis pensamientos mientras deambulaba por el palacio. —Adelante —le insté para que hablara. —Los señores Menen acaban de llegar al palacio —cerré mis ojos mientras un suspiro salía de mí—. Ellos están en el salón de invitados ahora, con la señorita, Alinna… esperándolo. Asentí con mucha renuencia. —Iré en unos minutos… —le dije mientras me armaba de valor para enfrentar lo inevitable. Entré a la habitación lentamente con muchas aprensiones en el pecho, les tenía un gran aprecio a los padres de Alinna, ellos siempre fueron prestos a todo lo que yo decía, y podía asegurar que eran de mi total confianza. Ahora su hija había sido prácticamente desechada por mí, varias veces, la expuse al escarnio y públicamente había hecho un compromiso que no solo llegó a los oídos de Angkor, todos los países vecinos asistieron a nuestro compromiso y divul
Saravi. Me entristecía ver ese rostro preocupado que tenía Kalil, ahora que Umar se encontraba realmente enfermo. No sabía cuál era su condición, pero mañana por la mañana iría a preguntarle a Janí en que posición se encontraba su enfermedad. Jamás había congeniado con él, su forma de actuar siempre fue déspota y siempre me mantuve a raya. Sin embargo, él era el padre de mi esposo, y todo lo que a Kalil le doliera a mí también me afectaba, así que realmente pediría al cielo porque el hombre se pusiera estable y fuera de peligro. Llegué a mi habitación, y Nadia estaba doblando algunos vestidos, que por petición de Kalil fueron trasladados aquí. Este era mi momento para hablar con Nadia, y esperaba que ella pudiera entender mis razones. —Hola —dije sentándome en la cama y observándola ir y venir. —Saravi —ella volteó con una sonrisa en los labios—. ¿Cómo se siente? Respiré un poco mientras la calma dominaba mi c
Saravi. Mis ojos se abrieron lentamente, la primera ráfaga de imagen que entró en mi cabeza era el rostro del rey observándome. Estaba sentado en mi cama con la misma ropa que ayer en la noche, su cabello estaba desordenado y tenía los ojos muy rojos. Me asusté mucho. Me senté de un tirón mientras le tomé el brazo. —Tu padre… —Se quedó dormido hasta ahora —respondió débilmente. —¿Cómo está? —pregunté preocupada. —Sigue empeorando. Lo tomé de inmediato mientras lo envolví en mis brazos. Su cabeza reposó en mi hombro mientras él lo besaba de forma delicada. El cuerpo se me estremeció. Reprimí mis ojos para amortiguar la sensación y luego tomé su rostro. —¿No has dormido nada? —pregunté. Él negó varias veces y luego llevó sus manos a mi rostro. Con su pulgar delineó mis labios y dijo: —Te necesito. Mi corazón estalló en ese momento, quería hablar con él sob
Kalil. Los labios de Saravi temblaron, pero ella se colocó firme sin titubear y me observó muy seria. —Debo ir… Una ira devastadora se apodera de mi cuerpo. Esto no es posible ¿acaso se ha vuelto loca? ¿Ella está entendiendo lo que me pide? Esto no puede ser real. Aunque no lo planeé, una sonrisa cargada de cinismo sale de mí mientras paso las manos por el rostro tratando de tragarme esta situación. —No sé en qué estás pensando Saravi, pero… —Déjame explicarte primero, no tomes decisiones sin escuchar —dijo tratando de tomar mi brazo, pero yo no dejé que se acercara. —¿Qué hay que explicar? ¡No hay nada que explicar! Esto es… ¡Esto es inaudito! ¿Acaso deseas regresar? —pregunté yendo hasta su rostro para no darle tiempo de titubear. —Recordé que tenía mi cadena puesta antes de golpearme la cabeza —dijo en total calma mientras sus ojos se cristalizaban—. Junto a esa cadena estaba el ani
Saravi. Mi corazón quería desfallecer cada vez que recordaba el rostro de Kalil al despedirse de mí. Opté por ser lo más fuerte que pude. Dejarlo en la condición que estaba simplemente no era el mejor plan. Pero necesitaba de forma urgente terminar con todo esto. Tenía una experiencia anterior, no concluir mi situación con Mishaal de cierta forma acrecentó la dificultad, así que ahora no era diferente, incluso, eran reinos vecinos y no por mi culpa y los malos entendidos ellos iban a comenzar una enemistad. «Un pueblo no debe pagar los problemas de sus gobernantes». Quería la paz. Por otro lado, podría decir que mi viaje estaba siendo muy ameno. Tenía a Nadia y a mi padre, quienes me colocaron al día de muchas cosas que han sucedido en este año. Hicimos varias paradas, llevamos alimento a nuestras bocas y algunos bocadillos para el viaje y continuamos por largo rato. Sentía una opre
Omer. Apreté mis puños contra el escritorio, mientras el ardor en mis ojos me martirizaba hasta el cansancio, la furia consumía hasta el último poro de mi cuerpo, y estaba a punto de estallar, sin embargo, me controlé, debía hacerlo, necesitaba seguir el plan. Saravi sería mía, y ella misma seria quien regresaría hasta mi lugar. Así que solo debía tener paciencia. Comenzaría a escribir las cartas, sabía que esto llevaría tiempo, pero, seguiría todo de acuerdo lo que pensé. Esperaría la carta de Alinna Menen, donde con su puño y letra daría testimonio y aseguraría que lo que iba a escribir hacia otros reinos era cierto. Ella no sabía el por qué usaría su testimonio, era muy tonta para comprender el trasfondo de todo. Así que me senté en el escritorio, y comencé a redactar cada una de las líneas haciendo un llamado de guerra hacia mis pueblos vecinos. Y con una sonrisa en mis labios, solo imaginé lo que en unas