Kalil.
Ha llegado el último día de fin de año, el palacio se ha puesto en movimiento desde temprano, porque al caer la noche, este mismo lugar estará repleto de gente.
«Es nuestra costumbre», el rey da unas palabras mientras toda la gente que desea, entrará en los alrededores del palacio; básicamente muchas de ellas quedan por fuera, pero la monarquía atiende a todas estas con un banquete y algunos obsequios por familia.
Mi madre y Hanna me están volviendo loco con los preparativos, tanto, que ahora mismo he perdido más de una hora en un salón, mientras un sastre toma mis medidas; ellas por el contrario están perdidas parloteando de todos los eventos que se avecinan en algunos días.
La verdad no sé exactamente los detalles de su conversación, mi mente está muy lejos de aquí, necesito que el hombre termine con lo que está haciendo para ir a un lugar en específico.
—Yo prefiero que haga juego con el traje de mi hermano madre… quiero tener dorados en mi vestido como las insignias que llevará el Rey —dice Hanna en un tono más elevado de lo normal, haciéndome perder la concentración desviando la mirada a ella—. ¿Hermano te pondrás todas?
—Uhum —respondo colocando la camisa en mi cuerpo, ya que finalmente el sastre ha terminado con mis hombros.
—¿Kalil? —La voz de Hanna nuevamente me detiene, estaba justo por escapar triunfante de estas dos, y resultar ileso. Entonces giro en dirección con un signo de pregunta en mi rostro hacia ella—. ¿Tienes el discurso de esta noche? —vuelve a preguntar—. Recuerda que tus palabras son muy importantes para nuestro pueblo.
—Si… Ahora debo irme, hablamos por la noche.
Mi hermana no queda muy complacida mientras comparte mirada con mi madre, pero yo no me quedaré a indagar el por qué.
«Relativamente, ya lo sé.»
Tomo un caballo mientras que varios hombres me acompañan a la salida del palacio, la mañana por más fría que esté, se ve radiante, como si el último día del año se despidiera alegremente. Galopo a paso suave no muy lejos de mi estancia hasta llegar al lugar que desde que desperté no ha salido de mi cabeza.
«El cementerio Real.»
Hago un ademán a los guardas para que se queden a la entrada, justo donde dejo mi caballo para disponerme a caminar, recordando la indicación de Basim, en dirección a la lápida que Hammed hizo para Saravi.
No tardo mucho en encontrarla, su padre se encargó de hacer una gran diferencia de entre todas las lapidas; pues está tenía todos sus bordes en flores, flores muy coloridas y frescas, como si viniera todo el tiempo aquí para mantener cuidada su apariencia.
Giro hacia todo alrededor, visualizando que está totalmente solo el lugar y procedo acercarme tanto como puedo para detallar las letras y ver que su nombre está escrito allí…
Un símbolo llama mi atención, un ave se encuentra incrustado en la piedra con las alas abiertas y en el otro extremo un brillo inusual me hace fruncir el ceño.
Es una esclava de oro, que tiene varias alas diminutas en ella.
Me agacho de inmediato y la tomo en mis manos, rozándola con los dedos mientras trato de recordar si alguna vez se la vi puesta, pero es imposible, nada viene a mí. Nunca detallé estas cosas en ella.
Tomo el aire lentamente mientras mis dedos pasan por cada letra de su nombre en la lápida, y los recuerdos comienzan a invadir nuevamente…
“— ¿Te gusta leer? —pregunto sabiendo la respuesta, por qué ahora mismo quiero decir cualquier palabra, cualquiera para mantenerla conmigo un tiempo más.
—Sí —responde ella un poco tensa, sin quitar la mirada de los libros.
Sus dedos pasan de forma lenta por todos los ejemplares, sé que quiere esconderse, esconderse por un rato de su nerviosismo… Esconderse de mí.
—Entonces tendré que cerrar la biblioteca —digo picándole, ella no demora para caer en mi broma girando apresuradamente, mirándome como si yo fuese un tirano, exactamente ubicándome como ella cree que soy.
Tengo muchas ganas de reír ante su expresión, pero solo alzo mis manos para hacerle saber que es una broma lo que dije, entonces ella suelta un poco la tensión.
Me vuelve loco como cada expresión refleja su estado, me inquieta en sobre manera como nunca oculta sus sentimientos…”
—Majestad… —la repentina voz me da un susto inesperado, había quedado prendado en el pasado, me hubiese gustado quedarme allí—. ¿Usted aquí?
Hammed me observa extrañado, girando la vista por todo el lugar buscando si hay otra persona conmigo, parece que mi presencia aquí le ha causado asombro.
Carraspeo varias veces, reponiéndome, sobre todo volviendo al presente, a la realidad.
—Esta, también es la lápida de mi esposa… —él frunce el ceño y corrijo de inmediato—. De Saravi.
Asiente como si cierta carga se cayera de sus hombros, y se relaja al instante.
—Quise venir hoy a poner flores frescas, estaba buscando agua, no le vi llegar —dice Hammed con la mirada direccionada en la entrada donde están los caballos y los guardas del palacio.
—¿Cómo está su esposa? —pregunto sin pensar, porque no sé de qué otro tema hablar a no ser de Saravi, y él no quiere tocar ese tema.
—Bien, en la casona.
El hombre comienza a regar las flores de manera cuidadosa, mientras arregla y limpia la lápida, de pronto alguna cosa lo frena y se levanta observando mi mano y la pulsera de oro que aún llevo conmigo. Instantáneamente llevo mis ojos a mi mano y siento vergüenza, apretando sin querer soltar su pertenencia.
—Solo estaba viéndola —me disculpo sin querer devolverla, rozando mis dedos como si eso fuese hacerme sentir mejor.
—Puede quedársela Señor, ahora pienso que no serviría de nada dejarla aquí.
Asiento en silencio agradecido, mientras juntos observamos su lápida y nos perdemos en estos momentos.
—A veces pienso que yo arrojé a mi hija a esto —dice, pero ninguno de los dos se mueve—. Saravi siempre fue tan arrebatada… Tan llena de ilusiones, tan…
—Terca… —termino yo por decirlo y una sonrisa se asoma en el rostro de Hammed, lo veo por el rabillo del ojo.
—Y muy obstinada —continúa negando varias veces.
—¿Y me lo dice a mí? Lo viví en carne propia —le digo posicionándose frente a él, respirando profundamente y preparándome para lo que voy a decirle—. Hammed… Perdóneme, no cuide a su hija, no la protegí.
Su mirada se vuelve oscura, pero a diferencia de la otra ocasión no veo resentimiento en ella. Un soplido sale de su boca tratando de encontrar las palabras adecuadas. Después de todo soy el Rey y él parece no olvidar el procedimiento.
Aunque eso no me interesa ahora mismo.
—Gracias por sus palabras alteza, sé que quiso a mi hija y que hizo todo lo que pudo.
—No, yo no quise a Saravi, Hammed —suelto de repente colocándolo nuevamente en una tensión apremiante, su rostro se vuelve confuso—. Yo amo a Saravi con locura y no, no hice lo suficiente por ella. Pero ese será mi castigo por toda mi vida, porque yo jamás podré dormir tranquilamente, ni vivir una vida normal después de ella.
Su mirada sigue sostenida a la mía, algo dentro de ella sigue cambiando al mirarme, quizás y solo quizás, entendió mi verdad y agradezco por eso. No dice nada, pero su semblante lo expresa todo, creo que ha quedado tranquilo y a pesar de su sufrimiento puede comprender mi estado.
—Salúdeme a su familia majestad —dice por fin después de algunos segundos largos, y cuando se da la vuelta yo me atrevo nuevamente a retenerlo.
—¿Vendrá a la celebración en unos días? —pregunto sin mencionar la palabra compromiso.
Él debe saberlo, las invitaciones han sido enviadas a todos los nobles, él está muy claro de los que sucederá en una semana más.
—No lo creo mi Señor, pero le visitaré otro día.
Le envió una sonrisa de agradecimiento, asintiendo, mientras le veo caminar hacia un carruaje que le espera afuera del lugar, el aliento ya no es tan pesado, pero la sensación de embargo aún no se va.
Empuño mi mano tomando con seguridad la pulsera, camino con paso decidido, sintiéndome un poco mejor, tratando de dar un ligero respiro a mi incertidumbre, entre tanto, medito en que me iría bien venir aquí desde ahora.
Después de una larga comida, donde las mujeres no dejaron de hablar por un segundo, por fin puedo tomar el tiempo, e ir a solas con Basim para que me ponga al tanto de todo lo que me espera en los días venideros.
Así que con señas el general y yo salimos rumbo a la biblioteca.
Mi lugar preferido.
—Parece que quisieras huir todo el tiempo de las damas —dice el general divertido cerrando la puerta por fin para luego ir y ofrecerme un trago.
—Sé que su posición es diferente Basim, por mi parte estoy exasperado por todo este revuelo.
—El revuelo se llama compromiso, sabe que no me gusta decirle las cosas, pero usted me ha hecho como un hermano. No se ve nada bien como trata de ignorar a la señorita Alinna.
Las palabras de Basim, aunque son ciertas, me dan más fastidio del que debería. ¿Pero cómo puedo ir en contra de mí mismo?
—Trataré de lidiar con eso —respondo al tiempo que recibo la copa y la bebo de golpe—. ¿Qué hay de nuevo en el caso?
—Nada nuevo todo sigue igual, mandé retirar el pelotón que estaba en el asunto, ya hacían muchas preguntas…
—¿Qué clase de preguntas?
—Las normales. ¿Por qué seguimos buscando a alguien muerto? ¿Qué pasa con el rey? ¿Qué estamos haciendo en esta búsqueda sin salida? ¿Por qué el hecho se oculta en el palacio? —el tono al decir todas estas conjeturas termina por acabar con mi paciencia.
—¡Me importa un carajo lo que piensen! —expreso levantándome de golpe, haciendo que el general también lo haga.
—Kalil —repone serio—. Por su bien, por la monarquía y por mi sincera amistad, retiré el pelotón, no he reanudado otra brusquedad. Es suficiente.
—¡Yo decido cuándo será suficiente!
—¡No esperaremos que digan que usted se ha vuelto loco! Que se casará con una mujer y que busca a otra…
Kalil. Las duras palabras de Basim me dejan helado, si fuera otro hombre, lo hubiese matado a golpes. Pero él tiene razón, ya no confío ni siquiera en mi propio juicio, este ha sido muy irracional. He estado perdido y no sé dónde he quedado.Respiro profundamente, mientras tomo asiento de nuevo tranquilizando mis nervios e instándole que haga lo mismo.Paso mis manos varias veces por el rostro, tratando de recuperarme y de poner cabeza fría para comenzar a colocar atención a los asuntos que lo ameritan.Expulso el aire lentamente.—¿Está todo en orden con la llegada de la gente? —pregunto cambiando el tema.—Todo está en orden para esta noche, como es la costumbre se hará.—Bien.—Siete reyes confirmaron su venida para el compromiso, en total todos los q
Saravi (Nahid).Una hermosa cena se desarrollaba en el palacio. El Rey invitó algunos comensales, personas importantes y generales de su ejército a la mesa.Una mesa larga, donde al menos veinte personas se encontraban sentadas charlando de forma amena y comiendo plácidamente de sus platos.Omer parece alegre, su madre quien se encuentra a su lado derecho, lo observa con fascinación mientras él relata un recuerdo de cuando llegó Abdel al palacio. Todos ríen muy complacidos, Abdel sigue su narración asintiendo para dar respuesta a su hermano.Por mi parte, estoy a lado izquierdo de la mesa, con la mano del rey puesta sobre mi mano, como si yo fuese una persona importante, como si mereciera estar aquí. Algunas miradas viajan de vez en cuando a nuestras manos tomadas y la mirada de Annisa brilla al ver a su hijo tan feliz mientras r&iacut
Saravi (Nahid)Así como la noche terminó, seis días pasaron rápidamente dándole inicio a nuevo año, los recuerdos confusos seguían, junto con alguno que otro sueño que de vez en cuando se volvía una pesadilla.Omer y yo no volvimos a tocar el tema, pero ese día después de darle mi regalo, sus ojos brillaron como nunca.Le regalé una estrella de seis puntas, deseándole un futuro próspero a Yomal y que el cielo diera su bendición, acompañándolo con sabiduría y buen juicio para que fuera el mejor rey que nuestro país haya tenido.Él, se había quedado sin palabras, y después de algunas horas durante la velada, me había sorprendido pidiéndome la mano. Me impresioné mucho, aunque lo había visto venir, Omer estaba refrenado por mi actitud y
Kalil.El controversial día llegó. Cierto temor se asoma cuando al despertar cae un pensamiento de inmediato, sin siquiera dejarme saludar el día.Hoy será mi compromiso con Alinna, junto al compromiso de mi hermana con Basim. Me siento de golpe, hay mucho por hacer, imagino que justo ahora en el palacio hay un revuelo; algunas personas tratando de que todo salga perfecto esta noche, y otras atendiendo desde ayer a nuestros huéspedes.Me levanto despacio y sin apuro, abriendo las puertas de mi balcón para asomarme a ellas. La mañana está helada, pero de cierta forma esto apacigua todas las sensaciones que tengo dentro de mi cuerpo.Todo estará bien, me digo a mí mismo, todo pasará muy rápido. Así que tomo un baño y me visto por completo, hoy llegará Fais al palacio, y estoy más
Kalil.Un montón de gente se encuentra en mi habitación desde hace una hora aproximadamente. La noche ha caído cubriendo el palacio y sus alrededores, mientras todos esperan en el Gran salón.Sastres ordenan mi traje de color negro, colocando en su lugar los botones dorados de mis puños, junto con las insignias en mi chaqueta.Todo está listo, pero mi cuerpo no quiere dar un paso hacia la salida, se niega hacerlo.—La familia real lo espera Majestad —advierte un lacayo cerca de mí, esperando mi salida para que una carabina me prosiga.Cierro mis ojos con fuerza mientras suelto el aire varias veces. No tengo nada en mi mente, ahora mismo mis pensamientos están en blanco. Camino decidido, mientras mi corazón reclama insistente en mi pecho. Como si cada paso que ejecutará estuviese rompiéndome por dentro.Al llegar noto qu
Saravi (Nahid).El reflejo de mi imagen en el espejo, tuerce una sonrisa en mi rostro. Estoy complacida con lo que han hecho con mi cabello, lo han dejado suelto, pero los detalles son preciosos. El vestido es muy elegante, el color es crema con algunos destellos dorados y cafés, la cinta que ata mi cintura tiene varias incrustaciones en bronce haciendo que mi figura se realce con el detalle.Paso mi mirada a mi rostro, mis labios tienen un tono rosa, junto con un leve rubor en mis mejillas, no sé qué hicieron en mis ojos, pero estos, ahora se ven más profundos.En definitiva, me veo totalmente relajada y serena. Esto se debe a que cuando llegamos ayer por noche, solo comí algunos bocados, me di un baño largo y a los pocos minutos ya mis párpados se cerraban ante el cansancio del viaje.Era muy tarde cuando me levanté, porque justo cuando salí de la habitación,
Saravi (Nahid).Annisa sonríe, y Omer se levanta separando mi silla. Entonces tomo su mano colocándome de gancho, al mismo tiempo que la reina se coloca en el otro costado.Las personas nos observan mientras emprendemos el camino, los pasos son lentos y seguros, ya que Omer tiene cuidado de nuestros vestidos. Trato de colocar mi mejor rostro, de sonreír, de asomar una buena aptitud, para ser bien recibida.«Pero algo sucede»A medida que nos acercamos, toda la fila de la realeza me observa, me detalla cambiando su expresión, es como si algo aterrador estuviese sucediendo, como si de alguna forma el miedo se hubiese calado en sus rostros.La inseguridad se impregna en mí de inmediato, me tenso enseguida, temiendo lo peor. ¿Qué he hecho mal? ¿O qué fue lo que hice? Reviso mi vestido para ver si algo ha pasado con él, toc&oacut
Kalil. El corazón me late recio, cabalga desbocado chocando contra mi pecho sin piedad alguna. Envía señales a todo mi cuerpo haciéndole vibrar, entonces no sé si es más fuerte la emoción o el miedo que me tienen agitado, pero estoy seguro de que ahora mismo ningún sentimiento coordina en mí. No puedo controlar el temblor que se me ha impregnado desde hace un tiempo en que la vi, aquel momento en que la realidad llegó a mi conciencia estremeciéndome de forma abrupta, para que reconociera que era ella. Pareciera que el cielo hubiese escuchado mi plegaria, una plegaria que hacía un vagabundo corazón muriendo cada día. Sin embargo, la vida puede cambiar en cuestión de segundos, y la mía se llama Saravi. Han pasado al menos diez minutos desde que ella perdió el conocimiento. Minutos largos y tensos, muy tensos. Ella había caído en mis brazos y sin pensarlo yo la traje a esta habitación. «Nuestra