La pincesa y el guisante

—Eh…bueno en realidad no son mis hijos, pero como si lo fueran, es una larga historia que ya te contaré, la forma en que esos niños llegaron a mi vida, no es muy agradable, pero son mi responsabilidad ahora y es mi deber velar por ellos hasta que su madre pueda recuperarlos.

Por sus palabras Gabriel intuyó que la madre de los niños en cuestión debía ser una mujer del albergue y no pudo evitar pensar que quienes la consideraban un ángel, no estaban lejos de la realidad.

—Entonces no hay problema, pueden venir a vivir contigo y así Ximena tendrá con quien jugar y tú podrás estar al pendiente de ellos en todo momento, no los dejarás al cuidado de alguien más.

Connie no se atrevió a preguntar en calidad de qué llegaría a su casa, ya que él solo hablaba de ir a cuidar a Ximena, pero ella tenía que seguir generando recursos para ayudar con los gastos de la casa; sin embargo tampoco se atrevió a contradecirlo, vivir bajo el mismo techo que él era como un sueño que no iba a desaprovechar.

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