La solución
—Lo siento amor, no quise despertarte— dijo Gabriel y coló el teléfono —ven, vamos a casa, necesito darme una ducha para regresar a la reunión con los ejecutivos.

—Sí, si claro — contestó y cuando se puso de pie estuvo a punto de caer al piso.

—¡Amor estás bien? — preguntó Marco sosteniéndola del brazo al ver que había perdido el equilibrio.

—Sí, sí, no te preocupes, solo que debía levantarme muy rápido y me maree `pero ya pasó, no tienes nada de qué preocuparte— fingió puesto que ella sabía que había sido por la impresión de haber escuchado el nombre de Marco Duran.

—¿Estás segura preciosa? Estás pálida amor, tal vez debería llevarte al médico.

—¡Estoy bien! Ya te dije que estoy bien — recalcó molesta, la insistencia de Gabriel la incomodó puesto que no se atrevía a decirle la verdad.

Durante el camino de regreso a casa, Gabriel no hacía más que hablar de un posible prospecto de socio.

—Pasé la noche revisando documentos y pensando en posibles empresarios para proponerles una s
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