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Alejandro no tuvo que conducir tanto, llegamos a las calles de Reforma para quedarnos en uno de los hoteles más hermoso del México. Era un hotel hecho de vidrio en donde de inmediato reconocieron a Alejandro, llamándolo por su apellido al igual que a mí. Supuse que el hotel ya estaba avisado de que estaríamos teniendo nuestra noche de bodas en el lugar, lo cual hizo que el manager del lugar, se acercara a felicitarnos. Alejandro acepto sus felicitaciones, para después dirigirnos a el ultimo piso del lugar, que era una clase de pent-house, que tenía una vista hermosa hacía la ciudad.

Y mientras yo estoy observando, no puedo evitar ser sorprendida por Alejandro, quien me carga entre sus brazos fuertes.

–¿Es necesario? –Pregunté llena de felicidad.

–Es una tradición, el esposo debe cargar a su esposa hacía la cama.

No puedo negar que, al estar en sus brazos, mi corazón y mi cuerpo se empezaron a excitar. Era imposible no estar excitada al tener a un hermoso hombre como tu marido. Cuando
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