Mariela: Siempre me sorprende lo hermoso que es el viñedo. La casona antigua y los trabajadores laborando le dan un aire tranquilo e idílico al lugar. No me extraña que Amy ame este sitio. Corretea por entre las vides y ríe feliz, los trabajodores le ofrecen de las mejores uvas y las toma, comiendolas y trayendome para que las pruebe. — La concientes demasiado.— protesto, mirando a su padre de reojo. Augusto se limita a sonreír. — Es mi hija. Quiero que sea todo lo feliz que pueda. Recuerdo que cuando Amy nació, Augusto dudaba de si llamarla Yudith o no, en honor a su madre de crianza. No lo reconoce, pero el que ella muriera asesinada por Yunior le dolió muchísimo. Durante la guerra de clanes realmente fue imposible que él le pidiera ayuda a ella, sin embargo, ella supo que él y Víktor estaban prisioneros en Bulgaria y reaccionó liberando a Diana y a aquella otra niña. Eso le costó la vida. Además, estaba también su madre, la señora Clarisse para tener en consideración. A
Diana: — ¿Y qué se traen tú y Augusto, eh? Mary se mueve nerviosamente, mientras mira a mi hermanita, quien está recogiendo uvas rezagadas de la cosecha de ayer. — No sé a qué te refieres. — Ay, por favor. ¿Llego, y los encuentro esperando a ambos en la puerta? ¿Y se toman de las manos como si nada? A otra la engañas, pero no a mí. Desembucha. — No hay nada que contar. Anoche le pedí perdón por mis estupideces y quedamos en hablarlo más detenidamente hoy. Eso es todo. — Seduselo.— aconsejo. Ella sonríe. — Esta vez sí seguiré tu consejo. — Genial. Dicen que a la tercera va la vencida, mamá. Créaslo o no, siempre he sabido que no eras enteramente feliz. Es porque te faltaba él. Y de todo corazón, les deseo la mayor de las suertes. — Gracias, cariño. * * * Al final, resultó que los Visconti no eran precisamente como los había imaginado. Creí que serían una pareja de ancianos, pero eran unos jóvenes treintañeros, gemelos
Eran las dos de la madrugada en Madrid, España, cuando Yudith regresó de su trabajo en el restaurante de comida rápida, encontrando a su padre ensangrentado y sin conocimiento en el suelo de la sala del diminuto apartamento en el que vivían.La chica se asustó enormemente porque creyó que su padre estaba muerto, pero por suerte solo estaba desmayado.Tras llamar una ambulancia, y llevar a su padre al hospital, los médicos le informaron que el anciano tenía una contusión cerebral y tres costillas fracturadas.Yudith caminaba de aquí para allá, en la sala de espera. Su padre ya llevaba dos días hospitalizado, sin dar señas de despertar. Por lo que ella estaba mordiéndose las uñas e intentando encontrarle sentido a lo que había sucedido.Según la policía, no habían forzado la puerta de entrada a su casa, y ella había podido atestiguar que no se habían robado nada. Por lo tanto, se podían extraer dos conclusiones de aquella situación:1 Su padre conocía a quien lo atacó.2 Fue su propio p
Cuando Yudith despertó, se encontró en un sitio desconocido.Estaba dentro de una habitación de paredes rojas, sentada sobre una cama se sábanas rojas, y vistiendo una provocativa y sexy lencería negra, que no dejaba nada a la imaginación.Corrió a la puerta, algo mareada aún, y un musculoso y evidentemente malhumorado guardia la encaró.—¡Por favor, déjeme salir!¿ Dónde estoy? ¡Esto es un error!- chilló.—Regrese a su habitación, señorita.- farfulló el gorila que custodiaba la puerta.—¡Déjenme hablar con el encargado! Fui traída aquí en contra de mi voluntad! ¡Esto es un secuestro!- gritó.—¡¿Qué pasa aquí?!- bramó una fuerte voz, y un hombre de baja estatura, calvo y de unos penetrantes ojos verdes apareció, caminando confiadamente por el pasillo.—¡Señor, oiga! ¡ Auxilio! ¡Me han secuestrado!- gritó ella, intentando asomarse por encima del hombro del guardaespaldas.El hombre se acarició el rostro, frustrado, y liberó un gruñido.—Las principiantes son las peores. ¡Arún, contenla
Pasó media hora, y luego la puerta se abrió ominosamente. Ella ya había regresado a sentarse al borde de la cama y mantuvo su rostro oculto entra sus manos.Una tibia chaqueta de cuero cayó sobre sus hombros, ocultando las descaradas ropas que le habían puesto.—¿ Estás bien , palomita? ¿ Te hicieron daño?- escuchó que le hablaban.Yudith se secó las lágrimas, y miró a su comprador. Encontrándose de frente con el hombre más alto y de ojos más azules que nunca había visto.Él tomó su mano, y tiró de ella, llevándosela por entre los pasillos.—No tienes de que preocuparte. Yo te cuidaré ahora. Todo saldrá bien, ya lo verás.Yudith suspiró entristecida.Si su destino era convertirse en una mujerzuela, al menos perdería la virginidad con un hombre joven y apuesto.El resto de las chicas no había tenido esa suerte. La misma noche de la subasta el desconocido la llevó a una inmensa mansión en el corazón de Madrid. Le ofreció agua para beber, comida, e incluso procuró para ella ropas más d
—Yudith, ¿dónde estás? El Señor Mendoza está preguntando por ti. Si no te presentas a trabajar pondrá tu puesto como vacante.Yudith escuchaba entristecida las explicaciones de su amiga, y compañera de trabajo Lourdes García, a quien todos llamaban “Lola”.—Es complicado.—Tu padre se ha vuelto a meter en lios, ¿verdad?—Algo así.—¿ Cuantas veces debo decirte que ese vejestorio no se merece todo lo que hacer por él? Deja que se hunda en su mierda de una buena vez, y vente a vivir conmigo. Mi apartamento es pequeño, pero nos la arreglaremos.A Yudith se le contrajo el corazón, dolorosamente.—Gracias, lo pensaré.—Bien. Entonces…¿qué le digo al Señor Mendoza?—Nada. Que haga lo que quiera, no puedo regresar a trabajar gusto ahora.—Comprendo. Oye, tu abuela vino por aquí ayer, estaba buscándote—¿Mi abuela Gladys?—Sí, me dijo que iría a verte a tu casa. ¿Ustedes no sé vieron?Yudith se mordió inferior con fuerza.Era imposible que ella y su querida abuela pudiesen verse, porque ella
La boda se celebró por todo lo alto, en el propio jardín de la mansión Farías.Era, según las revistas de cotilleo y los programas de farándula, el evento más exclusivo del año.El pastel era una monstruosidad de veinte pisos, los adornos eran mega caros. La orquesta en vivo amenizaba con holgura. Había tanta gente desconocida y tantos reporteros y periodistas, que Yudith, lejos de sentirse feliz, notable, e importante…se sentía sola, triste y absolutamente miserable.—Sonríe, palomita. – Susurró su nuevo marido en su oído, después de colocar un pesado y escandaloso anillo en su dedo, el cual se sentía más como un grillete que como una alianza.—El acuerdo implica que me case contigo, no que finja una felicidad que no siento.Xavier comprimió su mentón, y la miró con un destello malvado en la mirada.Tomándola de la mano y conduciéndola a la carpa donde se ofrecería la cena para los invitados—También prometiste que no harías más perretas. Sonríe y muéstrate feliz para las cámaras, o
Xavier:Decidí pasar la noche en el club.Después de conversar largo rato con Mark, no me quedaron deseos de regresar a casa y escuchar los impertinentes remilgos de mi nueva esposa.¡Mujeres!Son todas iguales.Solo saben joder y estropearnos el ánimo.Con frecuencia me pregunto en que carajos estaba pensando mi padre cuando puso aquella cláusula en su testamento.Ruedo los ojos.Mientras más guardaespaldas conducen, llevándome a la mansión. En los últimos meses de su vida, a padre se le metió entre ceja y ceja que yo necesitaba una mujer.Pero se equivocó.No necesito más de esas harpías.Ya tuve a una víbora venenosa clavándome los colmillos una vez, y no me apetece repetir la experiencia.En la mansión, todo parece en orden.Los jardineros trabajan, las sirvientas van y vienen, la cocinera tararea sus operas a todo volumen mientras prepara lo suyo, pro cuando entro a la habitación de mi palomita…¡ Ella no está!—¡Zenaida!- grité a todo pulmón, moviéndome de aquí para allá, dentro