Diana: Nunca pensé que me sentiría así, ¡pero ganar un torneo interuniversitario de ajedrez se siente de puta madre!Mary me ve desde desde el lateral, aferrada a las barandas, pusieron un pequeño podio y desde el anunciaron como la ganadora hace cinco minutos. Quiera Dios y con esto mejore mi vida social, aunque no lo sé. Creo que después de esto, mis compañeros de equipo me odiaran más. Sostengo el trofeo mostrandolo para las fotos, y una oleada de orgullo me hace sonreír. —Felicidades, señorita Martin —El director del comité organizador me da la mano—. El nivel que mostraste durante la competencia fue asombroso.—Muchas gracias.Dejo que me tomen las fotos, manteniendome en pie justo al lado de los cinco miembros del comité, manteniendo una sonrisa pegada a mi rostro. Cuando bajo del podio, unas quince personas me rodean, pidiéndo tomarse selfies conmigo y recordandome que toda persona reconocida tiene deberes para con sus fans.Pido disculpas después de unos minutos, y m
Mariela: Quería descansar pero no puedo. El miedo y la incertidumbre no me dejan tranquila, y no puedo tomar algún calmante porque podría dañar a mi bebé. El dolor de cabeza que se me comenzó a formar durante el ataque, se ha convertido en migraña. Mi rabia se mezcla con desesperacion, al notar que yo tiene razón en una cosa, me levanto de la cama, dejando a Diana dormir tranquila y sé que encontraré a Augusto paseándose por mi apartamento. El que no me quite los ojos de encima me pone incomoda y trato de que mi me te no se ponga a divagar tonterías, así que pregunto lo que quiero saber. —¿Por qué estás aquí, Augusto? —le pregunto, sacando fuerzas de dónde no sé — ¿Escapaste de prisión? —No, tu pequeño berrinche me ha costado caro, pero logré girar las cosas a mi favor —contesta con los brazos cruzados—. Hubo un montón en la cárcel y supuestamente me asesinaron durante ella. Abro la boca para hablar, pero prefiero reservarme el comentario de que tal vez hubiera sido lo mejor
Cinco años después: Yannek: Echo tres troncos al horno y continúo con mi faena. Las astillas de madera vuelan con el impacto del hacha que la atraviesa. El filoso metal se queda clavado y tomó la herramienta por su extremo, volviendola a cobrar con más fuerza. han pasado cinco años y me sigo preguntando cuándo dejaré de sentir este ardor que me consume el pecho. Día con día, me esfuerzo para no dejar escapar todo el odio, toda la rabia y el rencor que llevo dentro. En mi mente fantaseo con que la sangre de mis enemigos bañe mis manos, mi deseo de venganza no ha muerto después de tanto tiempo, sino que me encargo de alimentarlo. No hay estupidez mayor que la de confiarse y no hay mayor tontería que la de creer las mentiras de una mujer. Ellas se quejan de nosotros, diciendo que las ultrajamos, que las sometemos...es irónico. ¿Y qué cuando una mujer es quien ultraja? ¿Acaso es mal visto por la sociedad que sean ellas quienes someten? Por supuesto que no. Y he ahí
Yannek: Me resulta increíble, pero es cierto que estoy babeando, saboreando, cual depredador cuando está medio muerto de hambre y es por causa de ella. Mis recuerdos son como un río de lava, que ha comenzado a carcomerme en las últimas horas. La próxima líder de la mafya parece una mujer seria, incorruptible y poderosa. Y así la ven todos, pero por dentro está rota y corrompida por mí, que me adueñé y me vacíe en ese cuerpo atlético. Pareciera que el hecho de que respira, el hecho de que existe, solo sirve para cuestionarme. He tenido miles de oportunidades para matarla, bien pude haberle enterrado una bala en la frente hace años, pero... Sonrío. Este juego mío es uno a largo plazo, es cuestión de resistencia, no de rapidez. Viktoria: —Sígame —piden. Contemplo a una mujer asiática, increíblemente delgada , con collar de sumisa en su cuello, que ha venido hasta mi mesa. Bebo el último sorbo de champán, y la sigo. Caminando por entre la gente que baila o se mete mano
Mariela: Siempre me sorprende lo hermoso que es el viñedo. La casona antigua y los trabajadores laborando le dan un aire tranquilo e idílico al lugar. No me extraña que Amy ame este sitio. Corretea por entre las vides y ríe feliz, los trabajodores le ofrecen de las mejores uvas y las toma, comiendolas y trayendome para que las pruebe. — La concientes demasiado.— protesto, mirando a su padre de reojo. Augusto se limita a sonreír. — Es mi hija. Quiero que sea todo lo feliz que pueda. Recuerdo que cuando Amy nació, Augusto dudaba de si llamarla Yudith o no, en honor a su madre de crianza. No lo reconoce, pero el que ella muriera asesinada por Yunior le dolió muchísimo. Durante la guerra de clanes realmente fue imposible que él le pidiera ayuda a ella, sin embargo, ella supo que él y Víktor estaban prisioneros en Bulgaria y reaccionó liberando a Diana y a aquella otra niña. Eso le costó la vida. Además, estaba también su madre, la señora Clarisse para tener en consideración. A
Diana: — ¿Y qué se traen tú y Augusto, eh? Mary se mueve nerviosamente, mientras mira a mi hermanita, quien está recogiendo uvas rezagadas de la cosecha de ayer. — No sé a qué te refieres. — Ay, por favor. ¿Llego, y los encuentro esperando a ambos en la puerta? ¿Y se toman de las manos como si nada? A otra la engañas, pero no a mí. Desembucha. — No hay nada que contar. Anoche le pedí perdón por mis estupideces y quedamos en hablarlo más detenidamente hoy. Eso es todo. — Seduselo.— aconsejo. Ella sonríe. — Esta vez sí seguiré tu consejo. — Genial. Dicen que a la tercera va la vencida, mamá. Créaslo o no, siempre he sabido que no eras enteramente feliz. Es porque te faltaba él. Y de todo corazón, les deseo la mayor de las suertes. — Gracias, cariño. * * * Al final, resultó que los Visconti no eran precisamente como los había imaginado. Creí que serían una pareja de ancianos, pero eran unos jóvenes treintañeros, gemelos
Eran las dos de la madrugada en Madrid, España, cuando Yudith regresó de su trabajo en el restaurante de comida rápida, encontrando a su padre ensangrentado y sin conocimiento en el suelo de la sala del diminuto apartamento en el que vivían.La chica se asustó enormemente porque creyó que su padre estaba muerto, pero por suerte solo estaba desmayado.Tras llamar una ambulancia, y llevar a su padre al hospital, los médicos le informaron que el anciano tenía una contusión cerebral y tres costillas fracturadas.Yudith caminaba de aquí para allá, en la sala de espera. Su padre ya llevaba dos días hospitalizado, sin dar señas de despertar. Por lo que ella estaba mordiéndose las uñas e intentando encontrarle sentido a lo que había sucedido.Según la policía, no habían forzado la puerta de entrada a su casa, y ella había podido atestiguar que no se habían robado nada. Por lo tanto, se podían extraer dos conclusiones de aquella situación:1 Su padre conocía a quien lo atacó.2 Fue su propio p
Cuando Yudith despertó, se encontró en un sitio desconocido.Estaba dentro de una habitación de paredes rojas, sentada sobre una cama se sábanas rojas, y vistiendo una provocativa y sexy lencería negra, que no dejaba nada a la imaginación.Corrió a la puerta, algo mareada aún, y un musculoso y evidentemente malhumorado guardia la encaró.—¡Por favor, déjeme salir!¿ Dónde estoy? ¡Esto es un error!- chilló.—Regrese a su habitación, señorita.- farfulló el gorila que custodiaba la puerta.—¡Déjenme hablar con el encargado! Fui traída aquí en contra de mi voluntad! ¡Esto es un secuestro!- gritó.—¡¿Qué pasa aquí?!- bramó una fuerte voz, y un hombre de baja estatura, calvo y de unos penetrantes ojos verdes apareció, caminando confiadamente por el pasillo.—¡Señor, oiga! ¡ Auxilio! ¡Me han secuestrado!- gritó ella, intentando asomarse por encima del hombro del guardaespaldas.El hombre se acarició el rostro, frustrado, y liberó un gruñido.—Las principiantes son las peores. ¡Arún, contenla