Cuando Yudith despertó, se encontró en un sitio desconocido.
Estaba dentro de una habitación de paredes rojas, sentada sobre una cama se sábanas rojas, y vistiendo una provocativa y sexy lencería negra, que no dejaba nada a la imaginación.
Corrió a la puerta, algo mareada aún, y un musculoso y evidentemente malhumorado guardia la encaró.
—¡Por favor, déjeme salir!¿ Dónde estoy? ¡Esto es un error!- chilló.
—Regrese a su habitación, señorita.- farfulló el gorila que custodiaba la puerta.
—¡Déjenme hablar con el encargado! Fui traída aquí en contra de mi voluntad! ¡Esto es un secuestro!- gritó.
—¡¿Qué pasa aquí?!- bramó una fuerte voz, y un hombre de baja estatura, calvo y de unos penetrantes ojos verdes apareció, caminando confiadamente por el pasillo.
—¡Señor, oiga! ¡ Auxilio! ¡Me han secuestrado!- gritó ella, intentando asomarse por encima del hombro del guardaespaldas.
El hombre se acarició el rostro, frustrado, y liberó un gruñido.
—Las principiantes son las peores. ¡Arún, contenla! Nuestros invitados están por llegar.
De un fuerte empujón, el gorila de la puerta la hizo retroceder, y Yudith cayó, estrepitosamente, sentada sobre el suelo.
—Bien hecho, Arún.- comentó el hombre, y entró en la habitación, cerrando la puerta.
Yudith se levantó del suelo, indignada, y corrió hasta el tipo, quien la volver a hacer retroceder con una fuerte bofetada.
Yudith se quedó muda de asombro y perplejidad, acariciando su adolorida mejilla, y mirando a su secuestrador con los ojos muy abiertos.
—Escúchame buen, ilusa. He pagado un pastal por ti, y será mejor que no me hagas perder dinero.- masculló él. – soy Máximo Casas , dueño de este burdel de primera clase y tu amo, a partir de hoy.
—¡Yo no soy una prostituta!- protestó ella, mirándolo con desdén. A lo que él respondió con una fuerte y estridente carcajada.
—Ninguna de ustedes lo es…no al principio.
***
Xavier no acostumbraba a frecuentar el prostíbulo de su padrino, pero situaciones desesperadas llevan a medidas desesperadas. Y él necesitaba una mujer que quisiera mantenerse casada con él por todo el horrible período de un año.
Escaneó todo el lugar, y las encargadas le informaron que esa noche se celebraría un evento especial, ya que el video había adquirido cinco chicas vírgenes las cuales serían subastadas durante la noche.
Acarició su mentón con lentitud, en lo que una chica semidesnuda le servía una bebida.
—¿Podrías traerme la carta? Por favor, hermosa.
La chica que le servía se sonrojó.
—Como guste, amo.
***
—¡Eso es mentira!- sollozó Yudith, conteniendo sus lágrimas. Mordiendo su labio inferior rudamente, y deseando una vez más que un rato cayera y fulminara a la alimaña justo frente a sí.
Máximo Casas le dedicó una sonrisa, y la contempló con lentitud, con expresión lujuriosa.
—Cree lo que quieras muñeca, pero no miento. Tu padre te vendió a mí, y yo venderé tu virginidad al mejor postor esta noche.
Las lágrimas brotaron de los ojos de ella, y dando un par de pasos hacia atrás, protestó.
—No lo puedo creer, mi padre no haría algo así. Él es impulsivo, y adicto al juego, pero él no haría…él no…- las lágrimas comenzaban a cerrarle la garganta, ahogando sus palabras.
Ella intentaba convencerse más a sí misma que al terrible ogro que tenía delante.
Porque sí que podía ser.
Su padre la había llamado a casa, y allí la atraparon.
Su padre había estado muy extraño y nervioso desde la golpiza, hacia un mes.
Su padre le había mentido constantemente, y le había robado dinero con frecuencia. Para mantener sus vicios.
Su padre…el corazón de Yudith se contrajo dolorosamente…¡la había vendido a un burdel!
Se secó las lágrimas y estiró su columna. Enderezándose tan alta como era.
—Hay algo que yo puedo hacer para salir de esta situación.
—Sí, por supuesto que la hay.- farfulló él, burlonamente.
—Yo podría trabajar para usted. Y pagarle el dinero que le dio a mi padre, además de ganarme mi libertad.
Don Mario soltó una carcajada siniestra, y le digo la espalda. Encaminando se hacía la puerta.
—Sí, por supuesto que trabajarás para mí. Esta misma noche tu virginidad me asegurará que recibiré el doble de lo que se llevó el cretino de tu padre.
—Usted no comprende, yo…
—No. Eres tú quien no comprendes.
Mario se giró, y la perforó con su mirada.
—Eres una ramera barata ahora, niña. Te tendrá quien pague por ti y vivirás en este lugar hasta que yo decida que ya estás demasiado vieja.
A Yudith se le puso la carne de gallina.
—Y entonces, te mataré.
El tono gélido de su voz la hizo temblar.
—En cuánto no me seas útil, estarás muerta.
Mario se fue. Cerrando la puerta tras de sí, de un fuerte tirón. Y Yudith cayó al suelo, perdida en desesperación, miedo y tristeza.
Media hora después, estaba de pie en una tarima junto con otras cuatro chicas.Las potentes luces las hacía resaltar, y les impedía ver a los hombres presentes en el salón.En ese momento, cerró su mente a su presente y se fue a recordar su pasado. Los buenos y felices años en Islas Canarias con su abuela y su madre.
Las lágrimas comenzaron a rodar por su rostro, y el encargado de la subasta aumentó el precio inicial por ella. Ya que una virgen dolida y llorosa era al parecer una mercancía valiosísima.
Antes de que se diera cuenta, la bajaron de la tarima. De algún lugar había aparecido un tipo con pinta de matón que la agarró del brazo y la llevó a empujones, haciéndola caminar por entre las mesas, y conduciendola a una de las tantas habitaciones reservadas para los eventos macabros de esa noche.
—Espera aquí.- masculló él sujeto, dejándola sentada sobre la cama, y ella sintió que el corazón se le subía a la boca cuando volvieron a encerrarla.
Yudith se mordió las uñas, esperando por el hombre que la había comprado.
No tenía ni la menor idea de quién podría ser, bien podía ser un gordo, baboso y cruel criminal, que apestase a alcohol y a cigarrillos. Se le revolvió el estómago.
Decidió levantarse y dar vueltas en círculos dentro de la habitación, intentando calmarse pero le fue imposible.
Si vida ya no sería la misma a partir de ese momento y ello lo sabía ...
¡Había sido comprada por un mafioso!
Pasó media hora, y luego la puerta se abrió ominosamente. Ella ya había regresado a sentarse al borde de la cama y mantuvo su rostro oculto entra sus manos.Una tibia chaqueta de cuero cayó sobre sus hombros, ocultando las descaradas ropas que le habían puesto.—¿ Estás bien , palomita? ¿ Te hicieron daño?- escuchó que le hablaban.Yudith se secó las lágrimas, y miró a su comprador. Encontrándose de frente con el hombre más alto y de ojos más azules que nunca había visto.Él tomó su mano, y tiró de ella, llevándosela por entre los pasillos.—No tienes de que preocuparte. Yo te cuidaré ahora. Todo saldrá bien, ya lo verás.Yudith suspiró entristecida.Si su destino era convertirse en una mujerzuela, al menos perdería la virginidad con un hombre joven y apuesto.El resto de las chicas no había tenido esa suerte. La misma noche de la subasta el desconocido la llevó a una inmensa mansión en el corazón de Madrid. Le ofreció agua para beber, comida, e incluso procuró para ella ropas más d
—Yudith, ¿dónde estás? El Señor Mendoza está preguntando por ti. Si no te presentas a trabajar pondrá tu puesto como vacante.Yudith escuchaba entristecida las explicaciones de su amiga, y compañera de trabajo Lourdes García, a quien todos llamaban “Lola”.—Es complicado.—Tu padre se ha vuelto a meter en lios, ¿verdad?—Algo así.—¿ Cuantas veces debo decirte que ese vejestorio no se merece todo lo que hacer por él? Deja que se hunda en su mierda de una buena vez, y vente a vivir conmigo. Mi apartamento es pequeño, pero nos la arreglaremos.A Yudith se le contrajo el corazón, dolorosamente.—Gracias, lo pensaré.—Bien. Entonces…¿qué le digo al Señor Mendoza?—Nada. Que haga lo que quiera, no puedo regresar a trabajar gusto ahora.—Comprendo. Oye, tu abuela vino por aquí ayer, estaba buscándote—¿Mi abuela Gladys?—Sí, me dijo que iría a verte a tu casa. ¿Ustedes no sé vieron?Yudith se mordió inferior con fuerza.Era imposible que ella y su querida abuela pudiesen verse, porque ella
La boda se celebró por todo lo alto, en el propio jardín de la mansión Farías.Era, según las revistas de cotilleo y los programas de farándula, el evento más exclusivo del año.El pastel era una monstruosidad de veinte pisos, los adornos eran mega caros. La orquesta en vivo amenizaba con holgura. Había tanta gente desconocida y tantos reporteros y periodistas, que Yudith, lejos de sentirse feliz, notable, e importante…se sentía sola, triste y absolutamente miserable.—Sonríe, palomita. – Susurró su nuevo marido en su oído, después de colocar un pesado y escandaloso anillo en su dedo, el cual se sentía más como un grillete que como una alianza.—El acuerdo implica que me case contigo, no que finja una felicidad que no siento.Xavier comprimió su mentón, y la miró con un destello malvado en la mirada.Tomándola de la mano y conduciéndola a la carpa donde se ofrecería la cena para los invitados—También prometiste que no harías más perretas. Sonríe y muéstrate feliz para las cámaras, o
Xavier:Decidí pasar la noche en el club.Después de conversar largo rato con Mark, no me quedaron deseos de regresar a casa y escuchar los impertinentes remilgos de mi nueva esposa.¡Mujeres!Son todas iguales.Solo saben joder y estropearnos el ánimo.Con frecuencia me pregunto en que carajos estaba pensando mi padre cuando puso aquella cláusula en su testamento.Ruedo los ojos.Mientras más guardaespaldas conducen, llevándome a la mansión. En los últimos meses de su vida, a padre se le metió entre ceja y ceja que yo necesitaba una mujer.Pero se equivocó.No necesito más de esas harpías.Ya tuve a una víbora venenosa clavándome los colmillos una vez, y no me apetece repetir la experiencia.En la mansión, todo parece en orden.Los jardineros trabajan, las sirvientas van y vienen, la cocinera tararea sus operas a todo volumen mientras prepara lo suyo, pro cuando entro a la habitación de mi palomita…¡ Ella no está!—¡Zenaida!- grité a todo pulmón, moviéndome de aquí para allá, dentro
Xavier:—¿Tienes su localización? Envíamela. No, yo me encargaré. Bien.No había terminado de colgar, y ya estaba lanzando mi celular contra la pared—¡Hijos de puta!- bramé.No me lo podía creer.¡No me podía cree que tuvieran la desfachatez de mantener cautiva a mi esposa en el mismo lugar donde todo se fue al carajo!Pero así era.Edwin Barnes, mi hacker, así me lo había confirmado.Dos años antes:Ella venía, caminando hacia mi coche, enfundada en ese vestido rojo que la hacía ver tan sensual. Su cabellera dorada, suelta, salvaje, libre, y sus labios carmesí una invitación a besarla.Se subió a mi coche, y me miró con mala cara.—¿Por que me has citado aquí, Xavier?- protestó, mirándome con molestia.- ya te dije que nos veríamos en unas , en nuestra boda.—No eres mujer de creer en esas tonterías,¿ o sí? No me digas que temes a la mala suerte de que el novio te vea antes de la ceremonia.—No. No le temo a la mala suerte, porque no creo en la suerte. Todo en esta vida se reduce a l
Yudith:A pesar de que la cena estaba espléndida, todo me sabía a rayos.Después de dos horas se darle vueltas a aquello en el plato, la cocinera se apiadó de mí, y pasamos directamente al postre.—Es una pena que la cena no haya sido de su agrado, Señora.- comentó Zenaida, la ama de llaves, en un tono de superioridad y altanería que comenzaba a molestarme.—Quizás mañana recupere el apetito.- farfullé.—Oh, nuestro líder no va a regresar mañana.- anuncia Zenaida, con seriedad.- llamó para decir que se quedará unos días más en Cataluña.Asentí, pinchando el pudin de ciruelas, con desinterés.—Si me disculpa, Señora.Zenaida salió del comedor, y la cocinera se acercó a mí, sigilosamente.—A esa bruja no le haga caso. Desde hace tiempo tiene los humos muy subidos. Lleva años creyéndose la dueña de este lugar.—Comprendo.—Y por el Señor no se preocupe. Sé que le ha prohibido visitar a su abuela, pero siempre hay maneras de hacer que un hombre cambie de ideas.Me guiña un ojo, y yo pali
Xavier:Estaba haciendo una visita de cortesía al club Midnight, ese antro de mala muerte es propiedad de mi padrino, y el mismo se estaba haciendo demasiado notorio para las autoridades, debido a las inexplicables desapariciones de mujeres jóvenes dentro de sus paredes.Mi intensión no es colaborar con la policía, por el contrario, mis negocios y asuntos van directamente en contra de la ley, pero aproveché la oportunidad para recordarle a mi queridísimo padrino, que debía ser precavido.Si él caía, nos arrastraría a todos consigo.Mi padrino protestó que sus asuntos no involucran a la organización, y que sus mujeres eran su problema no el mío.—Sin embargo, se te está yendo la mano, Mario. Una cosa es negociar con chicas vendidas por su familia y otra muy diferente es secuestrar mujeres que tienen quienes las reclamen y vean por ellas.—Este es mi antro, Xavier. Aquí mi palabra es ley. No tengo por que soportar tus amenazas.—¿Yo te amenazo, Mario? ¡Hombre! No sé. Creería que he veni
Yudith: Comprimí los labios, mirándolo. Mi abuela tenía razón. Xavier era hermoso. Y no solamente hermoso, sino que se veía sensual y atrayente en ese traje que de seguro costaría más que todo lo que yo me había comprado en mi miserable vida. —¿Debo replantear la petición y convertirla en una orden, palomita? Se me está haciendo tarde.- farfulló, y yo negué. —De acuerdo, voy contigo. Solo dame cinco minutos. Regresé atrás, buscando en el armario repleto de ropa, sacando un vestido negro, sencillo, y un par de sandalias que combinaran. Me recogí el cabello en un moño alto, me apliqué máscara en las pestañas, y brillo en los labios, tomé mi bolso y salí. Él ya estaba esperándome al pie de las escaleras. Saqué un frasco de perfume de mi bolso, y mientras caminábamos hacia el coche, me rocíe un poco. Xavier: Creí que se tardaría horas en salir, sin embargo me sorprendió arreglándose en tiempo récord. La ropa le quedaba bien, y aunque el maquillaje de su rostro era mínimo, debía