Tomé aire mientras me colocaban las esposas, el hombre que me inmovilizaba era mucho más fuerte que yo, por lo que era inútil intentar liberarme. Yo me había buscado los problemas supongo, era esa clase de chica. Sonreí, porque incluso en ese momento, cuando estaba siendo aprisionada, estaba siendo yo misma.
—¿Estás contenta, Keira? —preguntó con desdén el otro hombre que se acercaba.
Claro que lo conocía, era mi proveedor y mi jefe, él se encargaba de darme el dinero que usaba para mantenerme. Debía haberle pagado hacía tres meses, supuse que mi plazo de deuda había culminado.
—Anda, perdóname, no volveré a tardarme. —dije, sonriendo, enredando mi cabello lacio y azabache entre mis dedos.
—Cállate, no te será tan fácil seguir engañándome. —gruñó Marcus, era mi jefe y tarde o temprano iba a cansarse de mi comportamiento. —Me has timado muchas veces, escúchame, no has pagado todo lo que te llevaste y al parecer, cada vez tienes menos oportunidades.
—¿A qué te refieres? —pregunté, enfocándolo con mis ojos color miel casi amarillos, sabía que intimidaban a la gente.
—Perdiste tu toque, linda. —guiñó un ojo, mientras me acariciaba la mejilla. —Te han atrapado las dos veces que has intentado robar en algún sitio. ¿Qué crees, que no me entero?
No era cierto, yo si lograba tener éxito en las ocasiones en las que daba mis golpes, seguía siendo buena criminal. Pero no quería que él lo supiera, seguía siendo un secreto, debía conseguir ese dinero para algo más importante que yo. Mi hermana había fallecido, dejando a mi sobrina de dos años sola y necesitaba asegurarle un buen pasar el tiempo que pudiera, era mi objetivo. Gala era muy importante para mí, debía cuidarla, era tan pequeña aún. Si le decía a Marcus, ella correría peligro y no me lo perdonaría jamás.
—Lo siento, debo estar volviéndome más lenta. —dije, encogiéndome de hombros. Llevaba mi ropa favorita. Mis botas negras altas con cordones, junto con mis jeans desgastados cargo color verde militar y un top azul que dejaba ver algo de mi vientre.
—Sí, lo sé. —dijo, al tiempo en el que me daba una palmada en la espalda. —Afortunadamente para ti, Keira, tienes otra oportunidad.
—¿En serio? —pregunté, bastante sorprendida, luego de que fallara en varias de sus tareas, no esperaba que siguiera confiando en mí.
—Sí. —sonrió con malicia, eso me lo dijo todo, lo que quería hacer conmigo no sería agradable. —Por eso las esposas, querida. Ya no tienes el talento para robar, pero sigues siendo bella, por eso encontré la forma en la que pagarás tus deudas.
En ese momento, empecé a temblar, el miedo me invadió. No me pasaba seguido, mi valor me mantenía con vida. Estaba atrapada, en un lugar repleto de criminales, los cuales no se arriesgarían por protegerme, pedir ayuda sería inútil.
—¿Qué has planeado, infeliz? —pregunté, desafiante, con el enojo cruzado en mi voz.
Marcus soltó una risa y me miró de arriba abajo, para él, la elegancia era esencial y mi ropa seguramente lo asqueaba, no toleraba esa sencillez. Le ordenó a uno de los hombres a su mando que trajeran nuevos atuendos para mí.
—No puedes verte así para la subasta, nadie querrá comprarte. —dijo, negando con la cabeza.
—¿Qué dices? No puedes venderme, no es legal… —empecé a decir, con desesperación. No podía ser cierto, era la peor de mis pesadillas.
—Nada por aquí es legal, guapa. —contestó, con una mueca, luego fue a recibir a toda su comitiva. Era una tropa de estilistas, con valijas con ropa y maletines con maquillaje.
Quería tomar mi teléfono y llamar a alguien para que me salvara, a pesar de que sería inútil. No tenía a nadie mas que a mi sobrina, pero ella se encontraba viviendo con la ex pareja de mi hermana. Si les marcaba, los condenaría a muerte. Los nervios me tensaban la piel, el hombre que me comprara podía hacer conmigo lo que le plazca, era el más terrible de los desenlaces para mí.
—No te aflijas, ni se te ocurra llorar. —dijo Marcus, acercándose con severidad. Me tomó el rostro con las manos. —Si los ojos se te enrojecen… —sacó el arma y me apuntó. —Terminaré pronto.
Tragué saliva y asentí, no podía negarme a sus órdenes. Por lo que, tuve que hacer un gran esfuerzo para no llorar. Con todas mis fuerzas me contuve, sintiendo la frialdad de Marcus sobre mí.
—Escúchame Keira, todos los invitados dispuestos a comprarte, han ofrecido un monto mínimo de cincuenta millones. ¿Es mucho más de lo que me debes no?
Mis ojos se iluminaron al oír esa descomunal cifra, algo que en mi vida no podría ver jamás. Con ese dinero, mi sobrina no tendría que pasar necesidades nunca más y podía darle la vida que mi hermana quería darle antes de fallecer.
—Si te portas bien, te daré la mitad. Es bastante justo. —arqueó una ceja, luego le dio un par de órdenes a las estilistas.
Asentí con la cabeza. Ese trato era muy tentador, claro que también conllevaba a un gran peligro. Aun así, era mi única opción, si no obedecía, de todos modos, estaría muerta. Respiré profundo, buscando un poco de paz para seguir, ser comprada por un extraño no era un futuro tentador.
Una de las mujeres me hizo sentarme en una silla para comenzar a lavar y a peinar mi cabello, mientras la otra preparaba el maquillaje. El vestido era de color lavanda, ceñido en las caderas, que solía ocultar con pantalones bastante anchos, porque eran bastante pronunciadas y a veces me sentía acomplejada. Este vestido marcaba mis curvas sin pudor alguno y los zapatos me estilizaban y temí caerme con ellos en medio de la subasta. Me plancharon el cabello hasta que quedó lacio y brillante, un flequillo en mi frente hacía que pareciera mucho más interesante y remarcaba mis rasgos y el color de mis ojos.
Estaba tan diferente que no me reconocí en el espejo. Tenía una misión clara, sonreír durante todo el proceso.
—Ahora sí, querida Keira, te ves excepcional. —dijo Marcus, aplaudiendo al verme así de producida. —Tendré una buena oferta, ya lo verás…
Sus palabras no me daban nada de seguridad, el no era el hombre más honesto del mundo. Confiar en él sería muy ingenuo de mi parte. Tenía un plan, solo debía esperar, por el momento sonreiría hasta encontrar al magnate que me comprara y luego, actuaría, una vez con el dinero en mis manos. Podría escapar, con la suma entera podía desaparecer junto con Gala.
Como alfa de mi manada, me encontraba en un laberinto sin salida. Nadie quería que siguiera en esa condenada soledad que arrastré por tantos años. Mi vida no era tan simple como creían, portaba el peso de no haber hallado a alguien que de verdad llamara mi atención. Mi nombre tenía un significado curioso “el portador de buenas noticias” o al menos eso me dijo mi madre, al llamarme “Iker”. Era un buen líder, nadie podía conmigo cuando intentaba enfrentarme, era despiadado y sanguinario cuando me convertía en lobo, mi sangre hirviente me desataba y siempre lograba todo lo que quería. O al menos la mayoría de las cosas, pero en lo que respecta a mis relaciones, nunca logró conectar de verdad con alguien, solo pasar el rato y ya.—Buenos días señor. —saludó Aylin, con su amabilidad característica. Era mi tía, como una madre para mí. Tenía casi cincuenta años y cuidaba de mí y de mis hermanos desde que éramos niños.—No me digas así, tía, solo llámame por mi nombre. —dije, no quería que me
La subasta estaba próxima a comenzar, por lo que puse mi mejor sonrisa y me retoqué el maquillaje, estaba esplendida. Al verme al espejo comprendí que no sería difícil encontrar un buen comprador, pero rogaba porque fuese alguien de contextura mediana, para que así fuera más fácil deshacerme de él.—Keira ¿Estás lista? Dime, te ves excelente. —dijo Marcus, haciendo que diera una vuelta para lucirme. Asentí, sonriendo y lo abracé.—Gracias Marcus, me has salvado la vida. —le dije, mientras lo abrazaba, eso lo sorprendió, pero me devolvió el abrazo.Fui rápida, ese era mi modus operandi, cuando nos separamos, yo ya tenía una daga guardada en mi abrigo de hilos de color plata. No era lo único que robaría, si quería dar un golpe, necesitaba un arma de verdad.Las chicas me felicitaron al verme así de radiante y derrochando simpatía, yo seguí caminando hacia la famosa subasta, donde hombres ricos debían hacer ofertas para adquirirme. El lugar era amplio y allí había más de cuarenta hombres
La terraza vislumbraba una completa locura, el lobo era muy grande y parecía enfurecido. Su pelaje brillaba con la luz de la luna, el color plata refulgía y contrastaba con él azabache. Estaba a punto de empezar a gritar por auxilio, cuando otra voz se hizo presente en la escena.—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Jayden, confundido, al divisar al lobo, ni siquiera se inmutó. —Ah, ya comprendo. Con que se trataba de ti, Iker, has venido a robarme a mi mate. —su voz demostraba una rivalidad entre ambos, podía percibirlo.El lobo gruñó y comenzó a atacar.—¿Por qué no buscas tu propia mate? —dijo Jayden, con una mirada desafiante, deteniéndolo con sus manos, no parecía poder resistir mucho. —No vas a robarte a la mía, ni lo sueñes.No podía creer lo que mis ojos veían, Jayden también se convirtió en un lobo de color crema, defendiéndose del ataque del desconocido. Cuando volví la vista para buscar a Marcus, este había escapado. El lobo oscuro iba tomando la ventaja ante el otro, no ente
La luz que se filtró por la ventana hizo que me despertara, santo cielo, nunca imaginé sentir unas sabanas y mantas tan suaves. Mi cabello azabache estaba algo enredado y ahí me percaté de que ya no estaba vestida como en la subasta. Tenía una camiseta ancha de color blanco y unos shorts de verano, era un pijama muy bonito, de colores pasteles que combinaban a la perfección. Al bajar mis pies de la cama, divisé unas pantuflas de felpa de color crema que hicieron que mis pies se sintieran más cómodos que nunca.¿Dónde estaba? El cuarto estaba impecable, las paredes eran blancas y las estanterías eran completamente organizadas. Parecía sacado de un cuento, yo jamás había estado en una habitación tan esplendida, siempre acostumbrada a estar huyendo por mi vida y durmiendo en apartamentos de bajo costo que carecían de cualquier tipo de elegancia.—¿Estás despierta? —preguntó una voz, del otro lado de la puerta, que también me dejó maravillada, era de madera labrada con incrustaciones de g
Caminé por la extensa mansión a mi gusto, contemplando que no tenía lugar por donde escapar. No importaba, de todas formas, no quería ser devorada por alguno de esos lobos que vivían allí. Los hermanos de Iker me dieron una cortés bienvenida al igual que Aylin, pero todo seguía pareciéndome una completa locura. Me habían colmado de regalos lujosos que en toda mi vida esperé tener.—Hola hermosa, ¿Quieres almorzar conmigo? —me preguntó, empezaba a fastidiarme que me tratara como si ya fuera suya, solo nos habíamos besado una vez.—No, pero tengo mucha hambre. —dije, encogiéndome de hombros, el soltó una risa.—Vendrás solo conmigo. —empezó a decir, tomándome de la mano, me solté, no quería que parezcamos una feliz pareja.—Oye, no iré como si fuéramos unos recién casados, estás loco. —rodé los ojos y alisé mi falda, que no me gustaba para nada, remarcaba mucho mis glúteos.—No hace falta que me digas que sí.Con un solo movimiento, Iker me tomó por las caderas y me cargó cuesta arriba,
—No quiero. —dijo al instante Iker, rodeándome con sus brazos. —Ya te dije que eres mía, Keira.—Seguiré siendo tuya, lobo. —lo observé directo a los ojos, esa mandíbula que tenía era tan atractiva, me gustaba desafiarlo para ver hasta qué punto podía llegar. —Solo quiero ayudarte a realizar tu venganza. Era tu hermano.Iker miró hacia arriba, era un golpe un poco bajo, pero yo tenía que abrirme paso para huir de esa locura. Era un lobo peligroso, comenzaba a darme cuenta de que intentaba poseerme en todo sentido y jamás podría librarme de él. A pesar de que era sumamente guapo, mi deseo de escaparme era grande, todavía debía pensar en mi sobrina y en mi vida fuera de esa mansión.—Déjame que lo piense. —dijo, con el ceño fruncido, luego pasó su mano por mi cadera, mientras me servía otra copa hasta llenarla. —No quiero que te alejes ni por un minuto.Cuando terminamos de cenar, salí hacia el jardín donde estaban el resto de sus hermanos y también Aylin, estaban discutiendo el asunto
Esta vez tenía ropa nueva en mi armario de lujo, lo cual me sorprendió, Iker había observado mis gustos y preferencias en muy poco tiempo. Habían llegado toda clase de cajas y bolsas muy costosas con prendas solo para mí. La chaqueta de jeans oscura con tachas y lentejuelas en la espalda era un regalo que no pude despreciar, estaba increíble. Unos leggins ajustados se cernían y marcaban la curva de mis caderas y mis muslos pronunciados, por lo que intuí, me robaría varías miradas.Me pregunté si Jayden sería igual de celoso e iracundo que Iker, eran dos lobos perdidamente enamorados de mí y eso me ponía algo incomoda. Ni hablar, ahora tenía que engañarlos a los dos y eso era algo bastante grave, podían matarme en cualquier momento.Cuando estuve lista, con un maquillaje casual y un peinado cómodo para atacar, busqué a ese alfa por toda la casa inútilmente. Cómo última opción, entré a su cuarto, para ver si lo encontraba allí, debía anunciarle mi partida, era raro que no anduviera detr
Al bajar de ese auto me sentí un poco pequeña otra vez, como antes de ser comprada, cuando debía vivir huyendo y robando, así era mi estilo de vida a pesar de que me estaba cansando de ello. La casa de Jayden estaba un poco más lejos, pero no quería que me viera llegando en uno de los autos de alta gama de Iker, no sería correcto y se daría cuenta del engaño.Iker dijo que no hacía falta que me acercara demasiado, porque sentiría mi aroma, eso no tenía mucho sentido para mí. Estuve caminando menos de una manzana cuando apareció ante mí, con un traje elegante, de color negro y gris y una camisa entallada que resaltaba su musculatura. Sus ojos verdes me enfocaron y me sonrió, pidiendo mi mano para besarla, como si fuera un caballero.—Buenas tardes, señorita. —dijo, haciendo una especie de reverencia que me resultó divertida. —¿Puedo invitarte a tomar un café? —preguntó, con una sonrisa relajada y seductora, como si jamás hubiera pasado nada en aquella terraza.No se veía muy herido, so