Patrick asintió con la cabeza, pues Isis acababa de aclarar su duda. Sin embargo, no se quedó callado. De repente, la curiosidad de saber algo más se apoderó de él. —¿Señora? —tanteó—. ¿Alguna vez alguien la ha rechazado? S abrió los ojos como platos. Isis sonrió a medias, y en sus ojos brilló la añoranza. —Tanto como rechazarme, no —musitó ella—. Simplemente diré que me la quitaron. —¿La, mi Señora? —S no pudo disimular su asombro. —Sí, S. La de ella —le dejó en claro—. Una hermosa dama con cara de ángel, cabello de oro y ojos de cielo. La mirada de Isis pareció perderse entre los recuerdos... —¿Eso se puede, Señora? —indagó Patrick—. ¿Enamorarse? Porque, tal y como la describe, parece que usted se... —¿Parece que me enamoré? —lo interrumpió Isis—. ¿Y cómo no hacerlo? Si la vieras, también caerías rendido a sus pies, ante su gracia, su belleza, su inocencia, su inteligencia... Patrick no pudo evitar pensar en alguien; era su dama con rostro de hada. Una sonrisa estúpida eman
Se dejó caer sobre su cama. Estaba muy agotado y adolorido. Sin poder evitarlo, las magulladuras en su espalda, a causa del látigo y la fusta, escocieron y lo hicieron removerse con incomodidad. Un gemido de dolor emanó de su boca al apoyar el pie en el colchón para impulsarse y moverse hacia el otro lado. —Todo sea por el bendito dinero —se dijo para sí, recordándose por qué motivo soportaba tantas flagelaciones. Mucho más motivador era ver el fajo de billetes sobre la mesita de noche, el que había sacado del bolsillo de su chaqueta apenas al llegar. Un incentivo. Le dijo Isis cuando se lo dio. Una bonificación que le serviría para comprar algunos medicamentos más para su hermanita, y comprarse algunas cosas que necesitaba, como por ejemplo, calzoncillos nuevos y un par de camisetas, pues las que tenía ya estaban muy desgastadas, así como también un par de zapatos deportivos. Los que tenía, ya estaban rotos. Alguien llamó a la puerta de su habitación. —¿Patrick, cariño? —era la
Patrick despertó muy temprano. La mañana del viernes se mostró soleada, y afuera se podía oír el canto de las aves. Mientras su madre salió a hacer algunas compras con el dinero que él le dio, Patrick se quedó al lado de Priscila, cuidándola. Era increíble lo mucho que ayudaba una buena alimentación. Sonrió al ver que su hermanita tenía las mejillas rosadas y dormía como un ángel, sin dolor y sin pesadillas. La adoraba. Se sentía orgulloso de hacer lo que hacía, pues todo eso ayudaba a la recuperación de ella. Durante once días había estado recibiendo un sinfín de instrucciones y soportando una gran variedad de castigos, solo por conseguir el dinero necesario para cubrir los gastos médicos de Priscila. Conseguir un riñón compatible no era tarea fácil. Comprarlo en el mercado negro era una posibilidad que la misma desesperación lo había empujado a contemplar. No obstante, imaginaba que el precio a pagar debía ser muy elevado. Necesitaba mucho dinero para eso. Durante los últimos d
Su corazón latía a mil por hora. No podía evitarlo, y por más que trataba de controlar su ritmo cardíaco, no lo logró. Respiró profundo y botó el aire muy despacio. Volvió a mirar la pantalla de su móvil para asegurarse de que estaba en el lugar indicado. Y en efecto, se encontraba en 1109 Calle Vista Dr, de Beverly Hills, según lo que le indicaba la App de GPS instalada en su teléfono móvil. No pudo evitar sentirse confundida, pues sentía que ya había estado allí antes. Reconoció el olor a pino que impregnaba el lugar. Viese a donde viese, solo veía bosque espeso donde abundaba ese tipo de árbol. No obstante no podía estar segura de que fuese el mismo lugar al que varias veces Derek la llevó, pues siempre la llevaba con los ojos vendados. Había una enorme mansión frente a ella. Agudizó la mirada y notó que había dos mansiones más, que delimitan la que tenía enfrente, pero a unos cuantos cientos de metros de distancia. No era mucho lo que lograba ver, pues la oscuridad de la noche
Avery no pudo evitar que una radiante sonrisa se dibujara en sus labios. Así tal cual la describía Isis, parecía que estuviese hablando de alguien más. ¿Cómo es posible que alguien viera esos rasgos positivos que ella misma era incapaz de notar? Avery se quitó el vestido que llevaba puesto para ponerse el que Isis le dio. Sus manos temblaban y su piel se erizó cuando la tela roja entró en contacto con su cuerpo. Sintió que el corazón latía desaforado dentro de su pecho. Isis le acomodó los tirantes cruzados en la espalda, y tuvo que contener las repentinas ganas de desnudarla y besar cada rincón de su ser. Solo se limitó a depositar un besito en el hombro derecho de Avery. —Cuando supe que Derek te había dejado ir, traté de ponerme en contacto contigo, para poder ayudarte de cualquier forma —musitó Isis—. Imagino que no fue fácil para ti. —En absoluto, Señora Gil... —¿En qué quedamos, Avery? —susurró Isis, acariciándole una mejilla. —Lo siento, Isis —se corrigió, haciendo una lev
Se miró una vez más frente al espejo, no pudo creer lo que miraron sus ojos. Por milésima vez, pensó en dejarlo todo hasta ahí. Sintió que, de cierto modo, estaba cayendo en lo que una vez juró nunca hacer: canjear su dignidad por un puñado de dinero. Sacudió la cabeza con fuerza. —No hay tiempo para arrepentimientos —se dijo a sí mismo. «En ningún lado encontraré un trabajo donde me paguen lo que me pagan acá», le recordó la voz de su conciencia. Patrick tomó una profunda bocanada de aire y la soltó muy despacio. Se sintió dividido, entre lo que debía hacer y lo que de verdad quería hacer. Recordar la carita de felicidad de Priscila, hacía unos minutos atrás, al verlo llegar con un enorme oso de felpa adornado con globos, flores y chocolates, fue sin duda, una recompensa más que suficiente por todo lo que estaba haciendo. No obstante, fue difícil que dejara de sentirse como un asqueroso prostituto que vendía su cuerpo a cambio de un par de monedas. “Los prostitutos se ven oblig
Minutos antes La miraban. Ella supo que todos los ojos estaban puestos sobre la misteriosa mujer que caminaba al lado de La Matriarca. No pudo evitar sentirse expuesta, minúscula, desnuda... aunque llevaba puesto un espectacular vestido rojo, ceñido al cuerpo, de falda sirena que se arrastraba a su paso, con abertura en la pierna izquierda y espalda al descubierto. Se obligó a mantener la frente en alto. Esa noche no era una sumisa, sino una mujer dominante, y debía actuar como tal. A medida que iban caminando, Isis le habló al oído. Le dijo que David la conduciría a su asiento, donde debía esperar a que comenzara la subasta. Sin embargo, la atención de Avery se desvió de Isis. Sintió que el corazón le dio un brinco dentro del pecho... A unos cinco metros de distancia de ellas, la imponente estampa de un hombre hizo que sus piernas flaquearan. No hizo falta que le viera el rostro descubierto para saber quién era. Ese porte, esos gestos, eran inconfundibles... —Oh por Dios! —musit
Tenía una cadena enganchada a la anilla de su grueso collar de cuero. Por fin fue consciente de su entorno completo, pues cuando entró a ese lugar, no tuvo tiempo de contemplar su alrededor, pues la jaula en el centro del salón captó toda su atención. Habían transcurrido casi veinte minutos desde que lo metieron en esta caja de metal, junto a los demás novatos. Había tenido tiempo suficiente para detallar todo el asombroso lujo que lo rodeaba. El salón era muy amplio y el suelo estaba forrado con una alfombra de mosaico. Patrick tenía recuerdos de sus clases de arquitectura. Se encontraba en una nave adornada con elementos renacentistas y victorianos. Las paredes estaban recubiertas con paneles de madera color beige, donde se podía apreciar una numerosa cantidad de cuadros con posturas del kamasutra, separados los unos de los otros, por unos cuantos centímetros de distancia. Había cortinas de seda, las que Patrick suponía, cubrían un gran número de ventanales. También había dos ent