Se miró una vez más frente al espejo, no pudo creer lo que miraron sus ojos. Por milésima vez, pensó en dejarlo todo hasta ahí. Sintió que, de cierto modo, estaba cayendo en lo que una vez juró nunca hacer: canjear su dignidad por un puñado de dinero. Sacudió la cabeza con fuerza. —No hay tiempo para arrepentimientos —se dijo a sí mismo. «En ningún lado encontraré un trabajo donde me paguen lo que me pagan acá», le recordó la voz de su conciencia. Patrick tomó una profunda bocanada de aire y la soltó muy despacio. Se sintió dividido, entre lo que debía hacer y lo que de verdad quería hacer. Recordar la carita de felicidad de Priscila, hacía unos minutos atrás, al verlo llegar con un enorme oso de felpa adornado con globos, flores y chocolates, fue sin duda, una recompensa más que suficiente por todo lo que estaba haciendo. No obstante, fue difícil que dejara de sentirse como un asqueroso prostituto que vendía su cuerpo a cambio de un par de monedas. “Los prostitutos se ven oblig
Minutos antes La miraban. Ella supo que todos los ojos estaban puestos sobre la misteriosa mujer que caminaba al lado de La Matriarca. No pudo evitar sentirse expuesta, minúscula, desnuda... aunque llevaba puesto un espectacular vestido rojo, ceñido al cuerpo, de falda sirena que se arrastraba a su paso, con abertura en la pierna izquierda y espalda al descubierto. Se obligó a mantener la frente en alto. Esa noche no era una sumisa, sino una mujer dominante, y debía actuar como tal. A medida que iban caminando, Isis le habló al oído. Le dijo que David la conduciría a su asiento, donde debía esperar a que comenzara la subasta. Sin embargo, la atención de Avery se desvió de Isis. Sintió que el corazón le dio un brinco dentro del pecho... A unos cinco metros de distancia de ellas, la imponente estampa de un hombre hizo que sus piernas flaquearan. No hizo falta que le viera el rostro descubierto para saber quién era. Ese porte, esos gestos, eran inconfundibles... —Oh por Dios! —musit
Tenía una cadena enganchada a la anilla de su grueso collar de cuero. Por fin fue consciente de su entorno completo, pues cuando entró a ese lugar, no tuvo tiempo de contemplar su alrededor, pues la jaula en el centro del salón captó toda su atención. Habían transcurrido casi veinte minutos desde que lo metieron en esta caja de metal, junto a los demás novatos. Había tenido tiempo suficiente para detallar todo el asombroso lujo que lo rodeaba. El salón era muy amplio y el suelo estaba forrado con una alfombra de mosaico. Patrick tenía recuerdos de sus clases de arquitectura. Se encontraba en una nave adornada con elementos renacentistas y victorianos. Las paredes estaban recubiertas con paneles de madera color beige, donde se podía apreciar una numerosa cantidad de cuadros con posturas del kamasutra, separados los unos de los otros, por unos cuantos centímetros de distancia. Había cortinas de seda, las que Patrick suponía, cubrían un gran número de ventanales. También había dos ent
Isis frunció el entrecejo al percibir ajetreo proveniente desde la jaula que yacía en medio del salón. La mirada de todos los presentes estuvo clavada sobre la estructura de acero. Isis hizo un gesto con la mano a David para que se acercara a ella. —¿Qué sucede allá? —inquirió, sin dejar de mirar la jaula. —No lo sé, mi Señora —el hombre se encogió de hombros. —Averígualo —le ordenó. Carraspeó para aclararse la garganta, sonrió y continuó. —Como les decía, damas y caballeros, el segundo artículo en subasta esta noche fue una preciosa pelirroja de veintiún años de edad, a la que podemos dirigirnos como J. Sus actividades predilectas fueron el bondage, el spanking y la animalización. Era una gatita muy obediente. Comenzamos la puja con cincuenta mil. ¿Quién da más? —Cincuenta mil quinientos —gritó alguien. —Cincuenta y cinco mil —dijo alguien más. El carraspeo de David a su espalda la hizo girar el rostro un poco, mientras escuchaba que la cifra iba en aumento... —¿Qué es lo qu
El corazón se le desbocó cuando vio que David se acercaba a la jaula, con una sonrisa ladina dibujada en sus labios. Miró a S, y esta negó con la cabeza, diciéndole sin hablar, que debía atenerse a las consecuencias. David abrió la puerta de la jaula y solo bastó con que hiciera un movimiento sutil con la cabeza, para que Patrick supiera lo que quería. Sin poner resistencia, se puso de rodillas y dejó que el sirviente de Isis soltara la cadena que lo mantenía anclado. —Sígueme, P. —dijo el hombre. Patrick hizo lo que le pidieron, ante las miradas entre curiosas y preocupadas de S, Z y L. En cuestión de segundos, ambos estaban fuera del salón. David caminó por delante de Patrick, a una distancia de dos metros. Se detuvieron al cabo de casi un minuto. Hasta ese momento, Patrick no se había percatado de que el pasillo estaba atestado de puertas a ambos lados, separadas una de la otra por una distancia de unos tres metros. El sirviente giró el pomo de una puerta, y le hizo una señal a
Aunque lucía imponente y majestuosa, Avery no pudo evitar sentirse muy ansiosa e incómoda. Después de casi un año sin saber absolutamente nada de él, estar a escasos metros de su antiguo Amo, era algo que causaba en ella muchas emociones. Trataba de no mirarlo, pero sus ojos se iban solos hacia donde se encontraba Derek Contini. «¿Cómo es posible que sea un ser tan insensible y que no me haya dado cuenta?», pensó. Su corazón se desbocó cuando ese par de ojos color esmeralda se cruzaron con su mirada. Se obligó a mirar en otra dirección y mantenerse así. Pero no le sirvió de nada, pues a Derek, la misteriosa mujer de vestido rojo, le llamó la atención desde que la vio junto a la anfitriona de la noche. Percibió algo muy familiar en esa mujer, que lo atraía de forma instintiva. Él la miró con tanta intensidad que Avery pudo sentir cómo su mirada la acariciaba. Avery se puso de pie e intentó alejarse un poco de su lugar. Tomó una copa de champán de la bandeja que llevaba un chico. Se
En el momento en que Avery abrió la boca y dijo las palabras, no fue consciente de lo que hizo. Actuó empujada por un impulso, por mera empatía. Fue incapaz de resistirse a ese estúpido sentimiento que se apoderó de su ser. Ese muchacho que estaba encadenado sobre la plataforma le trajo recuerdos de hace ocho años, cuando apenas era una novata, cautivada por todo aquello... Además, el chico era hermoso. ¿Qué rayos estaba pensando cuando dijo esa ridícula suma de dinero? Pero ya no pudo retractarse. —¡Trescientos cincuenta mil! —espetó una mujer que yacía sentada sobre un cómodo sillón, con una chica arrodillada a su lado y recostada sobre su regazo. —¡Caramba! —Isis estaba muy sorprendida, pero no sabía si era porque Avery se animó a pujar o por la cantidad exorbitante que estaban dispuestas a pagar por Patrick. Avery suspiró de alivio. Tuvo el tiempo suficiente para reaccionar y darse cuenta de que pagar tanto dinero por alguien era completamente absurdo. —¡Trescientos cincuenta
Caminó por inercia, porque su cuerpo se movía y nada más. Su cerebro estaba desconectado de sus funciones motoras. Su mente era un caos. Su corazón latió acelerado en su pecho. Todos la miraban, de eso sí era consciente. Sus manos sudaban, y su respiración era entrecortada. «¿Qué es lo que acaba de suceder?». Mientras caminaba, su cerebro trataba de hacer las conexiones necesarias para procesar toda la información. Patrick, quien también estaba muy sorprendido, miró a la esbelta mujer que se acercaba lentamente hacia él. Era más baja que Isis, y aunque delgada, tenía una linda figura curvilínea. Pero lo que más captó su atención fueron los carnosos labios, entreabiertos, de la dama, pintados de rojo rubí. En cuestión de segundos, quedó atrapado por la sublime, pero hipnótica belleza de la mujer que a partir de hoy sería su dueña... Avery se acercó a Isis, quien de inmediato le dijo algo al oído. —¿Y eso qué ha sido? —No lo sé —respondió Avery, del mismo modo. —¿Qué te ha dich