Isis frunció el entrecejo al percibir ajetreo proveniente desde la jaula que yacía en medio del salón. La mirada de todos los presentes estuvo clavada sobre la estructura de acero. Isis hizo un gesto con la mano a David para que se acercara a ella. —¿Qué sucede allá? —inquirió, sin dejar de mirar la jaula. —No lo sé, mi Señora —el hombre se encogió de hombros. —Averígualo —le ordenó. Carraspeó para aclararse la garganta, sonrió y continuó. —Como les decía, damas y caballeros, el segundo artículo en subasta esta noche fue una preciosa pelirroja de veintiún años de edad, a la que podemos dirigirnos como J. Sus actividades predilectas fueron el bondage, el spanking y la animalización. Era una gatita muy obediente. Comenzamos la puja con cincuenta mil. ¿Quién da más? —Cincuenta mil quinientos —gritó alguien. —Cincuenta y cinco mil —dijo alguien más. El carraspeo de David a su espalda la hizo girar el rostro un poco, mientras escuchaba que la cifra iba en aumento... —¿Qué es lo qu
El corazón se le desbocó cuando vio que David se acercaba a la jaula, con una sonrisa ladina dibujada en sus labios. Miró a S, y esta negó con la cabeza, diciéndole sin hablar, que debía atenerse a las consecuencias. David abrió la puerta de la jaula y solo bastó con que hiciera un movimiento sutil con la cabeza, para que Patrick supiera lo que quería. Sin poner resistencia, se puso de rodillas y dejó que el sirviente de Isis soltara la cadena que lo mantenía anclado. —Sígueme, P. —dijo el hombre. Patrick hizo lo que le pidieron, ante las miradas entre curiosas y preocupadas de S, Z y L. En cuestión de segundos, ambos estaban fuera del salón. David caminó por delante de Patrick, a una distancia de dos metros. Se detuvieron al cabo de casi un minuto. Hasta ese momento, Patrick no se había percatado de que el pasillo estaba atestado de puertas a ambos lados, separadas una de la otra por una distancia de unos tres metros. El sirviente giró el pomo de una puerta, y le hizo una señal a
Aunque lucía imponente y majestuosa, Avery no pudo evitar sentirse muy ansiosa e incómoda. Después de casi un año sin saber absolutamente nada de él, estar a escasos metros de su antiguo Amo, era algo que causaba en ella muchas emociones. Trataba de no mirarlo, pero sus ojos se iban solos hacia donde se encontraba Derek Contini. «¿Cómo es posible que sea un ser tan insensible y que no me haya dado cuenta?», pensó. Su corazón se desbocó cuando ese par de ojos color esmeralda se cruzaron con su mirada. Se obligó a mirar en otra dirección y mantenerse así. Pero no le sirvió de nada, pues a Derek, la misteriosa mujer de vestido rojo, le llamó la atención desde que la vio junto a la anfitriona de la noche. Percibió algo muy familiar en esa mujer, que lo atraía de forma instintiva. Él la miró con tanta intensidad que Avery pudo sentir cómo su mirada la acariciaba. Avery se puso de pie e intentó alejarse un poco de su lugar. Tomó una copa de champán de la bandeja que llevaba un chico. Se
En el momento en que Avery abrió la boca y dijo las palabras, no fue consciente de lo que hizo. Actuó empujada por un impulso, por mera empatía. Fue incapaz de resistirse a ese estúpido sentimiento que se apoderó de su ser. Ese muchacho que estaba encadenado sobre la plataforma le trajo recuerdos de hace ocho años, cuando apenas era una novata, cautivada por todo aquello... Además, el chico era hermoso. ¿Qué rayos estaba pensando cuando dijo esa ridícula suma de dinero? Pero ya no pudo retractarse. —¡Trescientos cincuenta mil! —espetó una mujer que yacía sentada sobre un cómodo sillón, con una chica arrodillada a su lado y recostada sobre su regazo. —¡Caramba! —Isis estaba muy sorprendida, pero no sabía si era porque Avery se animó a pujar o por la cantidad exorbitante que estaban dispuestas a pagar por Patrick. Avery suspiró de alivio. Tuvo el tiempo suficiente para reaccionar y darse cuenta de que pagar tanto dinero por alguien era completamente absurdo. —¡Trescientos cincuenta
Caminó por inercia, porque su cuerpo se movía y nada más. Su cerebro estaba desconectado de sus funciones motoras. Su mente era un caos. Su corazón latió acelerado en su pecho. Todos la miraban, de eso sí era consciente. Sus manos sudaban, y su respiración era entrecortada. «¿Qué es lo que acaba de suceder?». Mientras caminaba, su cerebro trataba de hacer las conexiones necesarias para procesar toda la información. Patrick, quien también estaba muy sorprendido, miró a la esbelta mujer que se acercaba lentamente hacia él. Era más baja que Isis, y aunque delgada, tenía una linda figura curvilínea. Pero lo que más captó su atención fueron los carnosos labios, entreabiertos, de la dama, pintados de rojo rubí. En cuestión de segundos, quedó atrapado por la sublime, pero hipnótica belleza de la mujer que a partir de hoy sería su dueña... Avery se acercó a Isis, quien de inmediato le dijo algo al oído. —¿Y eso qué ha sido? —No lo sé —respondió Avery, del mismo modo. —¿Qué te ha dich
Tan solo se limitó a seguir al hombre alto, delgado y muy rubio, que caminó unos cuantos pasos por delante de ella. Detrás de sí, el chico que Derek acaba de obsequiarle, arrastró sus pasos y cabizbajo. La cadena que colgaba de su collar la arreaba David. —¿Podrías quitarle eso, por favor? —con su dedo índice, Avery señaló la gruesa cadena que emitía un sonido metálico al chocar con el suelo. Patrick levantó la cabeza y miró con sorpresa a la mujer. —Como usted ordene, Señora —musitó David, e inmediatamente hizo lo que le pidieron. —¿A dónde nos llevas, David? —inquirió Avery, echando una rápida mirada a su entorno y dándose cuenta de que habían comenzado a descender unas escaleras. —A los cuartos de invitados —dijo el sirviente—, o como mi Señora prefiere llamarles, Las Mazmorras. Avery entornó los ojos. —A simple vista, este lugar no tiene pinta de tener mazmorras subterráneas —comentó ella, como si hablara de cualquier cosa. —Mi Señora las mandó a construir hace dos años, y
A Patrick no le importaría estar toda la noche de rodillas en esa celda, si su premio era mirarla hasta que amaneciera. —¿Hace cuánto que estás en la comunidad? —Avery rompió el silencio. —Mi Señora, yo... —Dejémonos de protocolos, etiquetas y roles —lo interrumpió—. Háblame como me hablarías si nos hubiéramos conocido en otras circunstancias. De haberla conocido en otras circunstancias, jamás se habría animado a hablarle. En los pasillos del hospital, siempre la veía como alguien inalcanzable, como una mujer exitosa, madura, que no perdería el tiempo con alguien menor que ella, que no tenía nada que ofrecerle. Ambas miradas se conectaron por unos breves segundos. Patrick no supo cómo proceder. Durante su entrenamiento, Isis fue muy estricta al decirle que debía ceñirse a su rol, pasara lo que pasara. «¿Qué se supone que debo hacer?», la pregunta retumbó en la mente de él. Avery hizo un ademán con la mano y levantó una ceja, apremiándolo para que hablara. —Comencé a... recibir en
Patrick levantó lentamente su mirada y se encontró con los ojos azules de Avery. Esa mujer lo tenía fascinado. Su pulso se aceleró de solo mirarla. Su corazón latió desbocado en su pecho, ante la idea de tocarla, de verla desnuda, de probar esa boca... Él sintió un respingo en su entrepierna. La mujer introdujo los dedos entre las hebras castañas de cabello, y de un movimiento raudo lo sujetó, obligándolo a levantar más la cara. Ella se inclinó y posó sus labios sobre los de él, pero no había ni un atisbo de romance en este gesto. Solo dominio. Un sonido ronco emergió de la garganta de Patrick, el cual quedó ahogado con la tibia y húmeda lengua de su Ama. Avery lo sujetó con más fuerza y lo haló un poco, produciéndole un poco de dolor al muchacho. No obstante, a Patrick pareció no importarle en lo absoluto. Sus sentidos estaban embotados por culpa de la creciente excitación que se apoderaba de su cuerpo. Su pene lo puso en evidencia. Lo tenía muy duro. Patrick se levantó, obligad