Patrick despertó muy temprano. La mañana del viernes se mostró soleada, y afuera se podía oír el canto de las aves. Mientras su madre salió a hacer algunas compras con el dinero que él le dio, Patrick se quedó al lado de Priscila, cuidándola. Era increíble lo mucho que ayudaba una buena alimentación. Sonrió al ver que su hermanita tenía las mejillas rosadas y dormía como un ángel, sin dolor y sin pesadillas. La adoraba. Se sentía orgulloso de hacer lo que hacía, pues todo eso ayudaba a la recuperación de ella. Durante once días había estado recibiendo un sinfín de instrucciones y soportando una gran variedad de castigos, solo por conseguir el dinero necesario para cubrir los gastos médicos de Priscila. Conseguir un riñón compatible no era tarea fácil. Comprarlo en el mercado negro era una posibilidad que la misma desesperación lo había empujado a contemplar. No obstante, imaginaba que el precio a pagar debía ser muy elevado. Necesitaba mucho dinero para eso. Durante los últimos d
Su corazón latía a mil por hora. No podía evitarlo, y por más que trataba de controlar su ritmo cardíaco, no lo logró. Respiró profundo y botó el aire muy despacio. Volvió a mirar la pantalla de su móvil para asegurarse de que estaba en el lugar indicado. Y en efecto, se encontraba en 1109 Calle Vista Dr, de Beverly Hills, según lo que le indicaba la App de GPS instalada en su teléfono móvil. No pudo evitar sentirse confundida, pues sentía que ya había estado allí antes. Reconoció el olor a pino que impregnaba el lugar. Viese a donde viese, solo veía bosque espeso donde abundaba ese tipo de árbol. No obstante no podía estar segura de que fuese el mismo lugar al que varias veces Derek la llevó, pues siempre la llevaba con los ojos vendados. Había una enorme mansión frente a ella. Agudizó la mirada y notó que había dos mansiones más, que delimitan la que tenía enfrente, pero a unos cuantos cientos de metros de distancia. No era mucho lo que lograba ver, pues la oscuridad de la noche
Avery no pudo evitar que una radiante sonrisa se dibujara en sus labios. Así tal cual la describía Isis, parecía que estuviese hablando de alguien más. ¿Cómo es posible que alguien viera esos rasgos positivos que ella misma era incapaz de notar? Avery se quitó el vestido que llevaba puesto para ponerse el que Isis le dio. Sus manos temblaban y su piel se erizó cuando la tela roja entró en contacto con su cuerpo. Sintió que el corazón latía desaforado dentro de su pecho. Isis le acomodó los tirantes cruzados en la espalda, y tuvo que contener las repentinas ganas de desnudarla y besar cada rincón de su ser. Solo se limitó a depositar un besito en el hombro derecho de Avery. —Cuando supe que Derek te había dejado ir, traté de ponerme en contacto contigo, para poder ayudarte de cualquier forma —musitó Isis—. Imagino que no fue fácil para ti. —En absoluto, Señora Gil... —¿En qué quedamos, Avery? —susurró Isis, acariciándole una mejilla. —Lo siento, Isis —se corrigió, haciendo una lev
Se miró una vez más frente al espejo, no pudo creer lo que miraron sus ojos. Por milésima vez, pensó en dejarlo todo hasta ahí. Sintió que, de cierto modo, estaba cayendo en lo que una vez juró nunca hacer: canjear su dignidad por un puñado de dinero. Sacudió la cabeza con fuerza. —No hay tiempo para arrepentimientos —se dijo a sí mismo. «En ningún lado encontraré un trabajo donde me paguen lo que me pagan acá», le recordó la voz de su conciencia. Patrick tomó una profunda bocanada de aire y la soltó muy despacio. Se sintió dividido, entre lo que debía hacer y lo que de verdad quería hacer. Recordar la carita de felicidad de Priscila, hacía unos minutos atrás, al verlo llegar con un enorme oso de felpa adornado con globos, flores y chocolates, fue sin duda, una recompensa más que suficiente por todo lo que estaba haciendo. No obstante, fue difícil que dejara de sentirse como un asqueroso prostituto que vendía su cuerpo a cambio de un par de monedas. “Los prostitutos se ven oblig
Minutos antes La miraban. Ella supo que todos los ojos estaban puestos sobre la misteriosa mujer que caminaba al lado de La Matriarca. No pudo evitar sentirse expuesta, minúscula, desnuda... aunque llevaba puesto un espectacular vestido rojo, ceñido al cuerpo, de falda sirena que se arrastraba a su paso, con abertura en la pierna izquierda y espalda al descubierto. Se obligó a mantener la frente en alto. Esa noche no era una sumisa, sino una mujer dominante, y debía actuar como tal. A medida que iban caminando, Isis le habló al oído. Le dijo que David la conduciría a su asiento, donde debía esperar a que comenzara la subasta. Sin embargo, la atención de Avery se desvió de Isis. Sintió que el corazón le dio un brinco dentro del pecho... A unos cinco metros de distancia de ellas, la imponente estampa de un hombre hizo que sus piernas flaquearan. No hizo falta que le viera el rostro descubierto para saber quién era. Ese porte, esos gestos, eran inconfundibles... —Oh por Dios! —musit
Tenía una cadena enganchada a la anilla de su grueso collar de cuero. Por fin fue consciente de su entorno completo, pues cuando entró a ese lugar, no tuvo tiempo de contemplar su alrededor, pues la jaula en el centro del salón captó toda su atención. Habían transcurrido casi veinte minutos desde que lo metieron en esta caja de metal, junto a los demás novatos. Había tenido tiempo suficiente para detallar todo el asombroso lujo que lo rodeaba. El salón era muy amplio y el suelo estaba forrado con una alfombra de mosaico. Patrick tenía recuerdos de sus clases de arquitectura. Se encontraba en una nave adornada con elementos renacentistas y victorianos. Las paredes estaban recubiertas con paneles de madera color beige, donde se podía apreciar una numerosa cantidad de cuadros con posturas del kamasutra, separados los unos de los otros, por unos cuantos centímetros de distancia. Había cortinas de seda, las que Patrick suponía, cubrían un gran número de ventanales. También había dos ent
Isis frunció el entrecejo al percibir ajetreo proveniente desde la jaula que yacía en medio del salón. La mirada de todos los presentes estuvo clavada sobre la estructura de acero. Isis hizo un gesto con la mano a David para que se acercara a ella. —¿Qué sucede allá? —inquirió, sin dejar de mirar la jaula. —No lo sé, mi Señora —el hombre se encogió de hombros. —Averígualo —le ordenó. Carraspeó para aclararse la garganta, sonrió y continuó. —Como les decía, damas y caballeros, el segundo artículo en subasta esta noche fue una preciosa pelirroja de veintiún años de edad, a la que podemos dirigirnos como J. Sus actividades predilectas fueron el bondage, el spanking y la animalización. Era una gatita muy obediente. Comenzamos la puja con cincuenta mil. ¿Quién da más? —Cincuenta mil quinientos —gritó alguien. —Cincuenta y cinco mil —dijo alguien más. El carraspeo de David a su espalda la hizo girar el rostro un poco, mientras escuchaba que la cifra iba en aumento... —¿Qué es lo qu
El corazón se le desbocó cuando vio que David se acercaba a la jaula, con una sonrisa ladina dibujada en sus labios. Miró a S, y esta negó con la cabeza, diciéndole sin hablar, que debía atenerse a las consecuencias. David abrió la puerta de la jaula y solo bastó con que hiciera un movimiento sutil con la cabeza, para que Patrick supiera lo que quería. Sin poner resistencia, se puso de rodillas y dejó que el sirviente de Isis soltara la cadena que lo mantenía anclado. —Sígueme, P. —dijo el hombre. Patrick hizo lo que le pidieron, ante las miradas entre curiosas y preocupadas de S, Z y L. En cuestión de segundos, ambos estaban fuera del salón. David caminó por delante de Patrick, a una distancia de dos metros. Se detuvieron al cabo de casi un minuto. Hasta ese momento, Patrick no se había percatado de que el pasillo estaba atestado de puertas a ambos lados, separadas una de la otra por una distancia de unos tres metros. El sirviente giró el pomo de una puerta, y le hizo una señal a