Antonella
Es lunes por la tarde y me encuentro en casa de mis padres. Mi madre ha organizado una cena con toda la familia, como de costumbre. Nunca había sido tan silenciosa en nuestra casa como lo es ahora. Para mí no es fácil vivir este momento. Ojalá ellos entiendan mis razones. No podíamos perder la empresa, una que lleva formada en la familia ya cincuenta y cinco años. Mi abuelo la fundó y mi padre la hizo crecer. Sería injusto que se fuera a la quiebra por culpa de personas malagradecidas que le robaron durante años.
—¿Cómo te va en tu vida de esposa? —pregunta mi hermano, rompiendo el silencio.
Renzo Castelo es el mayor de todos. Tiene 31 años y estará a cargo de las empresas Castelo en el futuro. Él es mi adoración, mi mundo y mi todo. Es un hermoso moreno con el cabello castaño, igual que el de mi madre. El color de sus ojos es marrón, como los míos, y su cuerpo, ¿qué les puedo decir?, es la perdición de toda chica. Es mi hermano preferido, pero me odia en este instante. Duele mucho que me ignore cuando lo busco.
—¡De maravilla! —Finjo felicidad—. No es tan malo, pero sí un poco basto, nada más. —Bebo agua.
—¿Te estás cuidando?
La escupo ante la pregunta de mi otro hermano, Alan Castelo. Él tiene 26 años. Es el rebelde independiente que nunca quiere nada de la familia. Es el único que ha hecho su vida por su propia cuenta y que tiene ya casa comprada con sus ahorros, que ha conseguido fuera de la empresa. Su piel es clara, como la de mi madre, y sus ojos son grises, como los de ella también.
—¡Por Dios, ¿qué pregunta es esa, Alan?! —Siento mis mejillas arder de la vergüenza.
—No deberían hablar de ese tema —comenta mi padre.
—¿Por qué no? —insiste mi hermano con el mismo tema—. Cuidamos de que no salgas embarazada de ese infeliz traidor. Sería más decepcionante aún que ahora nos venga con que le darás un hijo.
Bajo la mira para no tener que verlo. Entiendo muy bien que estén molestos, a fin de cuentas, Damián era su amigo y terminó abusando de esa amistad.
—Ya basta, Alan —digo con un nudo en la garganta—. Siempre es lo mismo con ustedes.
—¿Te obligó? No me extrañaría si ese idiota te obliga.
Renzo es más directo.
—Cariño, ¿te obligó? —inquiere mi madre. Su tono de voz es de preocupación.
Coloco mi mano sobre la de ella y le sonrío. Sophia De Castelo es una mujer radiante. Para su edad se mantiene como de 35 años. Sus curvas son divinas a pesar de haber tenido cuatro hijos. Su piel es clara y su cabello es castaño. Tiene los ojos grises. Es una amante de la figura perfecta, por lo que siempre vive metida en un gimnasio.
—¡No, mami! —Se relaja al escucharme—. No hemos intimado, ¿de acuerdo? —Observo a todos, incluyendo a mi padre, que suelta el aire retenido—. Ha respetado mi decisión hasta el momento. Por más que sea un infeliz, no es un monstruo. —Bebo agua de nuevo.
—¿Ahora lo defiendes? Guau, no sería raro que termines enamorada de él —me ataca Renzo.
—No se trata de defenderlo, sino que… Olvídenlo.
—¿Qué tiene de malo que tengan intimad? Es su esposa por obligación, ¿o no lo es?
Y aquí viene mi otro hermano. Él es Rainer Castelo… Es un caso especial. ¿Por qué? Fácil: porque es el vago, el desadaptado, el rochelero, el flojo, el mantenido, el todo. ¿Y gracias a qué? Es el consentido de la casa. ¡Sí, él es el consentido de todos! ¡¿Pueden creerlo?! Y yo no, y eso que soy la hermana menor y aparte la única mujer.
—Ya paren, ¿sí? Me están avergonzando —expreso con las lágrimas a punto de salir—. No soporto que me culpen de todo. ¿Qué podíamos hacer? ¿Perder la empresa, la casa y todo por orgullo? Si no hubiese aceptado, estaríamos en la calle, papá estaría perdido entre sus decepciones, tú, Renzo, estarías destrozado por no haberlo ayudado, Alan igual, mamá ni se diga y yo… yo estaría viviendo un peor infierno por saber que tuvimos la oportunidad y no la aprovechamos. Gracias a mi decisión, la empresa surgió, como bien lo dijo. —Golpeo la mesa.
—¿Avergonzando? ¿Crees que te avergonzamos? —Renzo se levanta de su silla—. ¡Tú nos avergonzaste a nosotros el día que aceptaste casarte con él! —Miro el suelo, ocultando mis lágrimas—. ¿No pudiste pensar un poquito mejor?
Me incorporo, furiosa, para encararlo de una vez por todas. Estoy cansada de que me juzguen por una decisión que no pude evadir.
—¡Al menos hice algo para que la empresa se mantenga! ¡Soy yo la que vive con él! ¡Soy yo la que tiene que soportar todo este peso, no tú ni ninguno de ustedes! Era esto o nada.—Toma asiento de nuevo, mientras yo voy por mi bolso para irme—. Gracias por la cena. La próxima evitaré asistir para no incomodarlos más. —Salgo del comedor, enojada.
—¡Cariño! —me llama mi madre.
—¿Qué? —volteo a verla con lágrimas en los ojos.
—Ven aquí, mi amor. —Me da un abrazo fuerte, uno que necesitaba desde hace rato—. Lamento todo lo que vives. Lamento que tus hermanos y tu padre sean tan tontos de no entender que por ti es que estamos bien. Yo sí puedo comprenderte y sé que no es nada fácil.
—Quisiera que ellos entendieran como lo haces tú. Los extraño. Extraño esta familia unida y sonriente. Parece que mi decisión lo que trajo fue desgracia.
—Tus hermanos te aman, mi amor, pero están enojados porque saben que no pueden hacer nada para salvarte de las manos de Damián.
Niego.
—No, mami, no es eso. Es orgullo lo que tienen. Increíble que ya no tenga ningún lugar donde pueda ser feliz. En casa de Damián es una tortura, y vengo para nada, para que sea lo mismo. Ya estoy cansada de lo mismo. Estoy cansada de vivir así. Y lo más triste es que apenas llevo tres meses.
—Lo siento, mi amor. —Limpia sus lágrimas.
—Te veo luego, mamá. —Le doy la espalda y subo a mi auto para irme.
DamiánObservo cómo Antonella entra furiosa a la casa y comienza a dejar todo su desastre en el camino mientras sube a nuestra habitación. El motivo de su furia tiene nombres y apellidos: Renzo y Alan Castelo, sus hermanos, que suelen ser muy sobreprotectores, y entiendo el motivo de su molestia. Éramos amigos, y yo me aproveché de su situación para casarme con ella. Honestamente, a Antonella la conozco desde pequeña. Cuando llegó a cierta edad, mis ojos comenzaron a verla diferente, a verla como mujer. Mi deseo creció a medida que ella lo hacía. Cuando llegó a una edad prudente, no pude evitar acercarme a ella para pretenderla, pero, como era de esperarse, me mandó al carajo.Comienzo a recoger sus cosas por todo el camino y subo hasta la habitación para dejar cada una en su lugar. Ella está tendida en la cama, con la cabeza enterrada. Decidido, me acerco para hablarle, pero solo me gano su odio y su reproche.—¿Quieres dejarme sola? —Sus ojos están rojos—. ¡Tú eres el causante de to
AntonellaRegreso a casa luego de haber salido una hora a trotar como siempre suelo hacerlo, dejo sobre la mesa mi pote de agua y enciendo el equipo de sonido para escuchar a uno de mis cantantes favoritos. Subo el volumen de la música y comienzo a mover mis caderas al escuchar mi canción favorita. Alzo mis brazos al aire, dejando que el ritmo se apodere de mi cuerpo y lo haga cobrar vida, y canto a todo pulmón, metiéndome en el papel, hasta que alguien corta mi espléndida emoción.—¡¿Por qué le bajaste el volumen?!Se coloca una mano en la cintura y con la otra me señala de forma acusadora.—Intento dormir y tu escándalo no me deja. —Apaga el sonido.—¡Fácil! —Señalo la puerta—: Vete de mi casa y duerme en un hotel.Damián parpadea y entreabre sus labios, buscando qué decirme.«¿Cómo pudo cortarme mi inspiración?».—Esta también es mi casa, y no me gusta el escándalo, Antonella. Sabes muy bien que me gusta dormir hasta tarde los fines de semana.Elevo mi ceja y me acerco lo suficient
DamiánMe encuentro sentado de frente a la cama, observando a Antonella dormir. Estoy molesto por el comportamiento que ella tomó anoche. Nunca antes nadie me había hecho doler la cabeza como ella lo ocasionó ayer. Cuando me enteré de que había gente extraña en mi casa, regresé lo más rápido posible, encontrándome así una esposa borracha. Verla en ese estado no me agradó para nada. Antonella no es mujer de emborracharse y tampoco de dar espectáculos, pero últimamente ha tenido comportamientos infantiles que no comprendo. Cuando nos casamos, ella era diferente, una chica madura e inteligente que resolvía los problemas con sensatez. Ahora le dio por armar espectáculos y llevarme la contraria para verme enojado. Es como si le satisficiera verme así.Ella me encanta y me gusta de una forma alocada. El problema es que no tengo idea de cómo acercarme y hacérselo saber. Me da miedo arruinarlo y que luego todo vuelva a ser como siempre. Sé que debo mejorar mis actitudes y ser ese hombre román
Antonella Salgo del salón de clases junto con mis amigas, quienes no han dejado de sentirse preocupadas por mí y por lo de la fiesta.—Sabía que era una mala idea haber hecho esa fiesta —habla Amelia, que acomoda su cabello—. ¿Vieron su rostro? Juro que en ese momento mojé mis pantalones. En cuanto lo miré entrar, sabía lo que pasaría. Amiga, ese hombre da miedo cuando está enojado, hace que cualquiera se haga en los pantalones. El cabrón infunde pánico.Me reí.—¡No hables así, Amelia! Juro que en tu otra vida fuiste hombre.—¿Y qué te dijo? —Dalia se intriga de saber qué sucedió luego de que todos se fueran.—Me reprendió. Afortunadamente, arreglamos las diferencias como adultos, sin peleas ni discusiones, incluso nos emocionamos y casi pasó aquello. Por suerte, Dani llegó en ese momento para salvarme.Estaré agradecida con Dani por haber aparecido. Estaba muy nerviosa en ese momento.—¡¿Qué?! —Las dos se exasperan.—Amiga, no es por presionarte, pero debes cogerte a ese rubio. Es
AntonellaLlego a casa de mis padres luego de haber ido a almorzar con Damián y Daniela. A pesar de haber dejado los términos claros con él, continúo molesta, y mucho más después del escándalo que armó en el restaurante por el hecho de que un imbécil me guiñara el ojo. No entiendo cómo puede ser tan impulsivo y no pueda controlar un poco su temperamento. Puedo comprender el que hay hombres abusivos a los cuales se les debe dar un alto, pero el problema es que Damián a todo aquel que me mira lo quiere golpear.—Cariño, ¿Cómo te va en la universidad?—Muy bien. Mañana tengo un examen muy importante y espero pasarlo. He pasado varios días estudiando. —Tomo asiento en el sofá luego de dejar mis cosas tiradas a un lado.—¿Aún eres desordenada, Antonella? —me pregunta con sus manos en la cintura.—Estoy trabajando esa parte de mi vida. Te prometo que no volveré a dejar mis cosas regadas. —Me levanto a darle un beso para después ir a la cocina—. ¿Hay helado? —inquiero ansiosa de algo frío y
DamiánDoy vueltas por la oficina sin saber qué le diré a Antonella sobre el supuesto viaje de negocios. Aunque ella no lo demuestre, está más que molesta. Es obvio que fue una humillación. Aparte de eso, debo sumarle la escena de hoy. Estoy consciente de que aquello me terminó de hundir. El rostro de Nella lo decía todo.—Me estás mareando, Damián, ya deja de dar vueltas —me habla Trino, mi amigo, alguien que conozco desde casi toda mi vida. Diría que es como mi hermano—. Vamos, viejo, ella no te dirá nada. —Bebe un trago de whisky.—¡Claro que sí, y muchas cosas va a decir! Si tan solo hubieras visto su hermoso rostro cuando vio la nota. Pude notar el dolor en él, Trino, y no solo eso, también vi decepción. Ella se decepcionó de mí. —Paso mis manos por mi cabello—. Ayer hablamos e hicimos un trato, trato que no estoy cumpliendo.—¿Por qué te preocupa tanto lo que ella piense? —Me observa con curiosidad.—Sabes muy bien que esa mujer es mi debilidad, y no de ahorita, sino desde hace
AntonellaEstoy con mis amigas en el centro comercial, comprando ropa para el viaje a Hawái. Damián aún no está contento de que vaya al viaje, porque odia la idea de que otros hombres me puedan ver en traje de baño. Habíamos quedado en que iba a mejorar sus celos, pero resulta que no ha sido así. Es tan posesivo, y eso me asfixia. Yo necesito mi espacio, aire fresco. Quiero hacerle entender que no siempre puede vivir celándome de todos, eso no es sano ni para él ni para la relación que se supone, estamos intentando conllevar.Le ha dicho a Daniela que, si algún hombre se me llega a acercar o algo malo me pasa y ella no hace nada para evitarlo, la desheredará y la desterrará por completo de la familia. Díganme si no exagera demasiado. Como puede dejar a Daniela caer una responsabilidad como esa en tal caso que me ocurra algo.Damián tiene que encontrar la manera de cambiar ese estilo tan posesivo de ser, y sé que no será pronto, pero debo lograr que así sea.—Me gusta este, ¿y a t
DamiánNo puedo creer que haya terminado aceptando ese estúpido viaje, donde muchos hombres verán con ojos de hambre el cuerpo de Antonella. Sé que debo confiar en ella, pero soy hombre y he actuado muchas veces de ese modo con mujeres, así que, por ende, temo que se le acerquen mucho. Le advertí a Daniela que cuidara muy bien de ella y que no permitiera a ningún imbécil acercarse, porque donde así sea voy y la traigo de regreso a casa.Sé que soy muy posesivo con ella, y eso deja en claro mis inseguridades. También me dan celos.«¿Celoso? ¿De verdad dije eso? ¡Ay, no!».¿Para qué negarlo si me cabrea que otro observe a mi mujer? Mi afán de casarme con ella no era solo por diversión o capricho, es por algo más intenso, y quiero experimentarlo con ella a mi lado.—¿Se puede saber con quién peleas?Frunzo mi ceño al no comprender la pregunta que me ha realizado Trino.—¿De qué hablas?Termina de entrar a mi oficina para ir al minibar y servirse un trago.—Llevo rato parado en la puerta