Damián
Observo cómo Antonella entra furiosa a la casa y comienza a dejar todo su desastre en el camino mientras sube a nuestra habitación. El motivo de su furia tiene nombres y apellidos: Renzo y Alan Castelo, sus hermanos, que suelen ser muy sobreprotectores, y entiendo el motivo de su molestia. Éramos amigos, y yo me aproveché de su situación para casarme con ella. Honestamente, a Antonella la conozco desde pequeña. Cuando llegó a cierta edad, mis ojos comenzaron a verla diferente, a verla como mujer. Mi deseo creció a medida que ella lo hacía. Cuando llegó a una edad prudente, no pude evitar acercarme a ella para pretenderla, pero, como era de esperarse, me mandó al carajo.
Comienzo a recoger sus cosas por todo el camino y subo hasta la habitación para dejar cada una en su lugar. Ella está tendida en la cama, con la cabeza enterrada. Decidido, me acerco para hablarle, pero solo me gano su odio y su reproche.
—¿Quieres dejarme sola? —Sus ojos están rojos—. ¡Tú eres el causante de todo esto! ¡Mis hermanos me odian por tu culpa, Damián! —Limpia con rudeza su hermoso rostro—. ¿Por qué a mí? ¿Por qué tenías que encapricharte conmigo?
Es tan hermosa.
Si al menos pudiera tener el valor de decirle lo bella que es.
—Porque te deseo, Antonella—es lo único que digo.
Soy tan tonto, tan idiota.
Ella sonríe con sarcasmo y entorna la mirada por mi estúpido comentario.
—Era más fácil si simplemente me hubieras pedido eso que casarme contigo —dice entre el llanto—. ¡Te odio!
Me acerco para calmarla, pero no sirve de nada, ya que la hago enojar más de lo que ya está.
—Fuera de mi habitación.
Y ahí está otra vez, lanzándome todo lo que ve.
Salgo rápido, antes de que me golpee con algo fuerte.
No sé qué hacer para que esta mujer me mire con otros ojos, con los ojos con que yo la veo a ella.
Llego a la cocina y miro todo el lugar. Quizá sea momento de poner en práctica las clases de amor y de atención que ella me da. Creo que debería hacerle una comida para ver si se alegra un poco, pero la gran cuestión es que no sé cocinar y sería muy indebido si le pido eso a Susana. Lo ideal sería que yo, Damián Lancaster, la sorprenda, ¿cierto?
Le pido a la cocinera que, por favor, se tome la noche y vuelva mañana. Agarro la tableta y entro en un programa de cocina para buscar comidas fáciles de preparar. Contemplo cómo preparan cordero al horno con papas y espárragos. Eso llama mi atención, de modo que pongo en marcha mi obra; sazono el cordero tal cual, como sale en el video, pico las papas y lavo bien los espárragos. Al terminar, lo llevo al horno. Esperemos tener suerte y quede como en el video. De postre busco otro y noto cómo hacer un brownie. Se ve que es difícil para alguien como yo, que nunca ha metido sus manos en la cocina. Aun así, empiezo a preparar mi mezcla. Solo espero que cuando esté listo no sea asqueroso.
Luego de terminar todo, me voy al sofá y me dejo caer, agotado. Esto de cocinar no es mi pasión. Cierro los ojos un rato. Siento cómo me relajo hasta ya perderme en el sueño.
—¡Oh, por Dios, Damián, ¿qué es eso?! —escucho de fondo la voz de Antonella.
Ella golpea mi brazo.
—¿Qué pasa? —Parpadeo varias veces y me levanto casi que dormido.
—¡La cocina se está quemando! —exclama.
Reacciono.
«¡Demonios, mi cordero se está quemando!».
Echo a correr hacia la cocina y me encuentro con ella llena de humo. No puedo creer que lo haya arruinado, todo por estar durmiendo.
«Eres patético, Damián, el ser más estúpido que puede existir. Muy grandote y egocéntrico, pero bien idiota».
—No te acerques, ve para allá.
Ella obedece por primera vez.
Vuelvo mi vista al horno para abrirlo. Al hacerlo, sale más humo del que ya hay. Empiezo a toser al sentirme ahogado, así que me alejo. Ella, junto a mí, comienza a abrir las ventanas de la casa.
—¿Qué fue lo que pasó aquí? —Lucha con una de las ventanas para abrirla.
—Intentaba poner en práctica tus estúpidas clases —contesto malhumorado por mi intento. Volteo a verla, y la muy condenada suelta la carcajada—. ¿Qué? —Odio que se burle de mí.
—No recuerdo haberte dado clases de cómo incendiar un horno.
Me cruzo de brazos.
—Esto es tu culpa. Me dijiste que cuando estabas triste te gustaba ser consentida, que te llevaran a tu habitación algo delicioso, capaz de levantarte el ánimo. Intenté hacer esa ridiculez y mira cómo terminó. La próxima vez le pido a Susana que se encargue de ser ella quien cocine.
—Eso pasó por tu culpa, no la mía. Nadie te mandó a quedarte dormido. —Vuelve a soltar la carcajada.
—¿Te parece gracioso? —Camino hasta ella.
—La verdad, sí. —Sigue riendo. Hace tiempo que no la miraba reír así, tan natural—. ¿Qué? —inquiere al ver que me quedo como tonto mirándola—. ¿Tengo algo en el rostro? —Empieza a pasarse la mano para quitarse, no sé qué.
—Me gustas cuando ríes. —Deja de hacerlo para desviar su mirada—. No sabes cuán fascinado estoy por tu belleza.
—¿Fascinado? —Carraspea.
—Sí. —La sujeto de la cintura para pegarla a mi cuerpo.
—Ya la cocina no tiene tanto humo. Vayamos a ver tu cordero. —Sonríe nerviosa.
—Está bien. —Camina delante de mí, y yo maldigo por ser tan lento con ella.
En cuanto miro el lugar, cierro mis ojos y niego. Qué dolor haber perdido tiempo en eso. ¡Qué desastre! ¡Soy una vergüenza para la humanidad!
Antonella se gira para verme luego de chequear las condiciones horribles de la cocina. No solo es el cordero quemado, sino también el brownie y el desorden que dejé mientras cocinaba.
—¡Dios, Damián, esto es un desastre! —Clava su mirada molesta en mí—. ¡Dejaste mi cocina hecha un desastre!
Esbozo una sonrisa al escucharla, apoderarse de la cocina.
Ella no me quiere, pero qué rápido se adueña de todo.
—Te mataré —sentencia con las manos en la cintura.
—Lo siento. No es para tanto, ya lo limpiarán—es lo único que sale de mis labios.
—No, tú mismo vas a arreglar este desastre. —Se da la vuelta, dejándome en la cocina.
«¿Cómo voy a soportar lidiar con esta loca, señor? ¿En qué lío me he metido?».
Ya después de haber mandado a limpiar mi desastre, porque era obvio que yo no lo iba a hacer, subo hasta nuestra habitación. Ella se mantiene viendo una película de terror que yo no soporto. No entiendo cómo pueden ver esas cosas tan satánicas. Luego yo no puedo dormir. Lo peor de todo es que me obliga a mirarlas, y yo como tonto por complacerla las miro.
Me desnudo en frente de ella para ir a dar una ducha. Sus ojos lentamente se posan en mi cuerpo con disimulo. Ella sabe que no puede ignorarlo cuando estoy irresistible, y no es que presuma, sino que es la verdad.
—¿Te gusta la vista? —Eleva su ceja.
—Un poco. Tampoco es algo impresionante. —Se encoge de hombros.
—Puedes tocarlo si quieres —le propongo, pero ella me ignora y vuelve la vista a su película.
—No, gracias. —Se acomoda mejor en la cama.
—Terminarás haciéndolo, Antonella, y te gustará.
Ella se ha vuelto mi reto más difícil, más no imposible.
AntonellaRegreso a casa luego de haber salido una hora a trotar como siempre suelo hacerlo, dejo sobre la mesa mi pote de agua y enciendo el equipo de sonido para escuchar a uno de mis cantantes favoritos. Subo el volumen de la música y comienzo a mover mis caderas al escuchar mi canción favorita. Alzo mis brazos al aire, dejando que el ritmo se apodere de mi cuerpo y lo haga cobrar vida, y canto a todo pulmón, metiéndome en el papel, hasta que alguien corta mi espléndida emoción.—¡¿Por qué le bajaste el volumen?!Se coloca una mano en la cintura y con la otra me señala de forma acusadora.—Intento dormir y tu escándalo no me deja. —Apaga el sonido.—¡Fácil! —Señalo la puerta—: Vete de mi casa y duerme en un hotel.Damián parpadea y entreabre sus labios, buscando qué decirme.«¿Cómo pudo cortarme mi inspiración?».—Esta también es mi casa, y no me gusta el escándalo, Antonella. Sabes muy bien que me gusta dormir hasta tarde los fines de semana.Elevo mi ceja y me acerco lo suficient
DamiánMe encuentro sentado de frente a la cama, observando a Antonella dormir. Estoy molesto por el comportamiento que ella tomó anoche. Nunca antes nadie me había hecho doler la cabeza como ella lo ocasionó ayer. Cuando me enteré de que había gente extraña en mi casa, regresé lo más rápido posible, encontrándome así una esposa borracha. Verla en ese estado no me agradó para nada. Antonella no es mujer de emborracharse y tampoco de dar espectáculos, pero últimamente ha tenido comportamientos infantiles que no comprendo. Cuando nos casamos, ella era diferente, una chica madura e inteligente que resolvía los problemas con sensatez. Ahora le dio por armar espectáculos y llevarme la contraria para verme enojado. Es como si le satisficiera verme así.Ella me encanta y me gusta de una forma alocada. El problema es que no tengo idea de cómo acercarme y hacérselo saber. Me da miedo arruinarlo y que luego todo vuelva a ser como siempre. Sé que debo mejorar mis actitudes y ser ese hombre román
Antonella Salgo del salón de clases junto con mis amigas, quienes no han dejado de sentirse preocupadas por mí y por lo de la fiesta.—Sabía que era una mala idea haber hecho esa fiesta —habla Amelia, que acomoda su cabello—. ¿Vieron su rostro? Juro que en ese momento mojé mis pantalones. En cuanto lo miré entrar, sabía lo que pasaría. Amiga, ese hombre da miedo cuando está enojado, hace que cualquiera se haga en los pantalones. El cabrón infunde pánico.Me reí.—¡No hables así, Amelia! Juro que en tu otra vida fuiste hombre.—¿Y qué te dijo? —Dalia se intriga de saber qué sucedió luego de que todos se fueran.—Me reprendió. Afortunadamente, arreglamos las diferencias como adultos, sin peleas ni discusiones, incluso nos emocionamos y casi pasó aquello. Por suerte, Dani llegó en ese momento para salvarme.Estaré agradecida con Dani por haber aparecido. Estaba muy nerviosa en ese momento.—¡¿Qué?! —Las dos se exasperan.—Amiga, no es por presionarte, pero debes cogerte a ese rubio. Es
AntonellaLlego a casa de mis padres luego de haber ido a almorzar con Damián y Daniela. A pesar de haber dejado los términos claros con él, continúo molesta, y mucho más después del escándalo que armó en el restaurante por el hecho de que un imbécil me guiñara el ojo. No entiendo cómo puede ser tan impulsivo y no pueda controlar un poco su temperamento. Puedo comprender el que hay hombres abusivos a los cuales se les debe dar un alto, pero el problema es que Damián a todo aquel que me mira lo quiere golpear.—Cariño, ¿Cómo te va en la universidad?—Muy bien. Mañana tengo un examen muy importante y espero pasarlo. He pasado varios días estudiando. —Tomo asiento en el sofá luego de dejar mis cosas tiradas a un lado.—¿Aún eres desordenada, Antonella? —me pregunta con sus manos en la cintura.—Estoy trabajando esa parte de mi vida. Te prometo que no volveré a dejar mis cosas regadas. —Me levanto a darle un beso para después ir a la cocina—. ¿Hay helado? —inquiero ansiosa de algo frío y
DamiánDoy vueltas por la oficina sin saber qué le diré a Antonella sobre el supuesto viaje de negocios. Aunque ella no lo demuestre, está más que molesta. Es obvio que fue una humillación. Aparte de eso, debo sumarle la escena de hoy. Estoy consciente de que aquello me terminó de hundir. El rostro de Nella lo decía todo.—Me estás mareando, Damián, ya deja de dar vueltas —me habla Trino, mi amigo, alguien que conozco desde casi toda mi vida. Diría que es como mi hermano—. Vamos, viejo, ella no te dirá nada. —Bebe un trago de whisky.—¡Claro que sí, y muchas cosas va a decir! Si tan solo hubieras visto su hermoso rostro cuando vio la nota. Pude notar el dolor en él, Trino, y no solo eso, también vi decepción. Ella se decepcionó de mí. —Paso mis manos por mi cabello—. Ayer hablamos e hicimos un trato, trato que no estoy cumpliendo.—¿Por qué te preocupa tanto lo que ella piense? —Me observa con curiosidad.—Sabes muy bien que esa mujer es mi debilidad, y no de ahorita, sino desde hace
AntonellaEstoy con mis amigas en el centro comercial, comprando ropa para el viaje a Hawái. Damián aún no está contento de que vaya al viaje, porque odia la idea de que otros hombres me puedan ver en traje de baño. Habíamos quedado en que iba a mejorar sus celos, pero resulta que no ha sido así. Es tan posesivo, y eso me asfixia. Yo necesito mi espacio, aire fresco. Quiero hacerle entender que no siempre puede vivir celándome de todos, eso no es sano ni para él ni para la relación que se supone, estamos intentando conllevar.Le ha dicho a Daniela que, si algún hombre se me llega a acercar o algo malo me pasa y ella no hace nada para evitarlo, la desheredará y la desterrará por completo de la familia. Díganme si no exagera demasiado. Como puede dejar a Daniela caer una responsabilidad como esa en tal caso que me ocurra algo.Damián tiene que encontrar la manera de cambiar ese estilo tan posesivo de ser, y sé que no será pronto, pero debo lograr que así sea.—Me gusta este, ¿y a t
DamiánNo puedo creer que haya terminado aceptando ese estúpido viaje, donde muchos hombres verán con ojos de hambre el cuerpo de Antonella. Sé que debo confiar en ella, pero soy hombre y he actuado muchas veces de ese modo con mujeres, así que, por ende, temo que se le acerquen mucho. Le advertí a Daniela que cuidara muy bien de ella y que no permitiera a ningún imbécil acercarse, porque donde así sea voy y la traigo de regreso a casa.Sé que soy muy posesivo con ella, y eso deja en claro mis inseguridades. También me dan celos.«¿Celoso? ¿De verdad dije eso? ¡Ay, no!».¿Para qué negarlo si me cabrea que otro observe a mi mujer? Mi afán de casarme con ella no era solo por diversión o capricho, es por algo más intenso, y quiero experimentarlo con ella a mi lado.—¿Se puede saber con quién peleas?Frunzo mi ceño al no comprender la pregunta que me ha realizado Trino.—¿De qué hablas?Termina de entrar a mi oficina para ir al minibar y servirse un trago.—Llevo rato parado en la puerta
AntonellaAl salir de la universidad, vamos rumbo al aeropuerto. Ya Daniela y Damián se encuentran allá esperándonos con las maletas. Todas llegamos y bajamos del auto de Franco, que es uno de los tantos guardaespaldas que me pone Damián para que cuiden de mí todo el día. Es un hombre paranoico y no me deja salir sin él o Xandro.Bajamos de la camioneta y caminamos hasta ellos.Daniela tiene una sonrisa en su rostro y Damián es todo lo contrario. Si por él fuese, estuviera ya mismo en casa.—¡¿Listas para irnos, chicas?! —habla Daniela emocionada.—¡Oh, sí! —respondemos las tres al mismo tiempo.Ellas suben en el avión privado de mi esposo… Esperen, ¿dije esposo? ¡Vaya! Qué lindo me suena.—Quiero que me llames al llegar, Antonella. Quiero ver tu llamada cada diez minutos, y donde no me llames en esos diez minutos iré a buscarte.Entrecierro mis ojos y lo miro mal.—Te llamaré únicamente cuando llegue, más no cada diez minutos, así que deja de estar drogándote, Damián.Respira profund