Antonella
Hoy es mi tercer mes de casada, ¿y qué les puedo decir? Es… maravillosamente fatal. Ese hombre no es nada romántico, amoroso, detallista ni tierno. En pocas palabras, no tiene sentimientos. Es horrible vivir así con un sujeto que no se quiere ni así mismo. Él pretende que yo me enamore, pero ¿de verdad cree que lo haré con su forma tan bastarda de ser? ¡Eso es imposible! No podría enamorarme de alguien que ni siquiera intenta hacer algo para demostrar afecto. Lo peor de todo es que intenta llevarme a la cama. ¡Ni loca, ni borracha y ni que esté bajo los efectos de las drogadas o a punto de morir lo haré con él! ¿Por qué? Simple: ¡su pene es inmenso! Estoy traumada. Esa cosa es tan grande que podría acabar con mi vida. ¡Oh, por Dios! La primera vez que lo vi casi me infarté. Me dio hasta taquicardia. La tensión me bajaba y me subía de la impresión. Salí corriendo de la habitación y me encerré en otra, traumada, porque, para completar, compartimos la misma. Aunque le supliqué mi propia habitación, no quiso. Me dijo que eso no lo iba a aceptar. Es un infeliz, además de ser posesivo y demente. Ayer me armó el escándalo de mi vida. Pobre de Nico, Damián se excedió con él en los insultos.
—¿Entonces aún no vas a estar con él? ¿Anoche te volviste a asustar? Qué cobarde—se burla mi amiga Dalia como si lo que ella me pide fuera fácil y nada preocupante.
—¿Estás loca? Estaba de lo más dormida cuando sentí ese tronco presionar mi pequeño trasero. Es lógico que me levantara asustada y saliera corriendo. ¡Piensen! Ese hombre me destrozará. —Alzo las manos al aire para que me comprendan—. ¿No ven mi cuerpecito ni el cuerpo de ese monstruo?
—Amiga, si es así como lo describes, tienes que probarlo —comenta Amelia, mi otra amiga.
—De verdad no me siento cómoda con él. Nos casamos por compromiso y ya. Eso es todo. Ni siquiera hace el intento de al menos lograr que me guste. Es seco y piensa es en sexo y en su maldito infierno, porque les cuento que se cree el diablo. ¡Lo odio!
Mis amigas se burlan de mí.
—¿Qué tan malo puede ser? —Amelia se muerde el labio—. Deberías probar y ambos arder juntos.
Entorno la mirada, fastidiada.
—Antonella, estás ya casada con él. Pierdes el tiempo negándote cuando tienes a tu lado un papasote como Damián. Además, tú fuiste quien aceptó su propuesta, sabías muy bien todo lo que implicaba eso —dice Dalia con seriedad—. Si tanto te preocupa que no tiene nada de romántico, enséñale. —Es el colmo, ahora yo debo enseñarle a un viejo cómo ser romántico—. Es un hombre de 32 años, está acostumbrado a mujeres por aquí y mujeres por allá, se nota que jamás ha tenido a alguien cerca, que lo ame, y es lógico que él no sepa qué es eso.
¿Por qué lo defienden tanto?
—No me interesa, y no es tan fácil como ustedes creen. No siento ni una chispita de atracción hacia ese hombre. Lo repudio con todo mi corazón. —Mis ojos se cristalizan—. Está muy guapo, sí, es verdad. Lamentablemente, su forma de ser conmigo hace que lo odie y no quiera verlo en todo el día. —Limpio mis lágrimas.
—Ay, amiga, sabes que ya no puedes regresar atrás. Te casaste, y ahora queda poner de tu parte. Hazle caso a Dalia. Enséñale a ser mejor. Nunca es tarde para cambiar.
Suspiro, resignada.
—Ahora resulta que debo darle clases de amor al diablo —espeto, molesta.
—¿De verdad no te gusta para nada?
Niego.
—No, odio su manera de ser; posesivo, controlador, celoso y ordinario. —Vuelvo a llorar—. No quiero estar con él.
Mis amigas me abrazan.
—Olvidemos ese tema. ¿Irás a donde tus padres?
Asiento, desanimada.
—Sí. Renzo se va en unos minutos de casa. —Tomo aire.
—¿Aún no te trata?
Un nudo se forma en mi garganta.
—No —respondo en un susurro—. Todavía no me perdona que haya aceptado la propuesta de Damián. Se siente traicionado. —Comienzo a tomar mis cosas—. Eran amigos, y la manera en como él se aprovechó lo destrozó, más cuando se salió con la suya. —Limpio mis lágrimas de nuevo—. Extraño a mis hermanos. Ninguno de los dos me quiere hablar, y eso me duele tanto en el alma. Si tan solo comprendieran un poco.
—Dales tiempo para que se les pase, amiga. Están enojados.
—Y parece que nunca dejarán de estarlo…
—Hola, preciosa. —Nicolás me agarra de la cintura y posa un beso en mi mejilla—. Estás hermosa hoy.
Le sonrío a mi gran amor, ese con el cual ya estaba decidida a darle el sí para ser su novia, pero luego llegó Damián a arruinarlo todo, como siempre.
Nicolás es un hombre maravilloso, alto, de piel clara, ojos negros, divertido y alegre como ninguno. He vivido enamorada de él desde que tengo uso de razón.
—Hola. —Esbozo una sonrisa—. ¿Qué haces aquí en la universidad?
—Pasé a verte y a preguntarte si querías almorzar conmigo.
Sabe cuál será mi respuesta.
—Sabes que no puedo.
—Qué mala suerte la mía, Nella. Si pudiera hacer algo para librarte de ese matrimonio, créeme que no lo pensaría mucho. Al menos sé que estás bien y hermosa, como siempre. —Me da un beso en la mejilla.
Mi amiga jala de mi bolso.
—¿Qué sucede? —le inquiero.
Ella señala con disimulo.
«¡Mierda!».
Mi corazón está sufriendo un paro cardíaco. Los ojos de Damián se mantienen fijos en Nicolás, que no deja de mirarlo de forma retadora. Lo menos que necesito en estos momentos es que este par de hombres se enfrenten por mí en plena universidad, así que mi mejor estrategia es simple: darle un beso en los labios a Damián para detenerlo.
—Hola —digo después de besarlo.
—¿Me besaste para darle oportunidad de que se fuera? —me cuestiona molesto.
Me giro, y ninguno está. Gracias a Dios, mis amigas se lo llevaron, y les apuesto que lo arrastraron a la fuerza.
—¿Qué? —Lo miro sonriente—. No sé de qué hablas. —Paso por su lado para subir a su auto—. Tenemos que irnos, Damián. —Lo agarro de la mano.
Él sigue buscando con la mirada a Nicolás. Por suerte, no lo encontrará.
—No quiero ver a ese idiota detrás de ti, o no respondo de mis actos.
Entrecierro mis ojos por su molesta amenaza.
—Es mi amigo, Damián, y puedo estar con quien quiera.
Respira profundo, conteniéndose.
—Sube, hablaremos en la casa.
Entro, y me cierra la puerta con fuerza.
Este hombre es tan amargado como ninguno.
—Será en la noche, pues tengo que ir a donde mis padres.
Niega.
—Iremos a mi empresa y luego a la casa. Tenemos que hablar.
Mantengo la calma para no entrar en discusión como cada vez que me lleva la contraria.
—¿Por qué siempre debo hacer lo que dices? —Me giro para mirarlo.
—Porque eres mi esposa.
Le tiro mi teléfono.
—¡Exacto, tu esposa, no tu estúpida sirviente! —Le lanzo esta vez mi bolso.
—¡¿Quieres calmarte?! —Ahora es él quien me grita—. Siempre quieres llevarme la contraria. —Golpea el volante—. ¡Maldición, Antonella! Eres irritante, muy irritante.
—Y tú eres un viejo insoportable y aburrido. Debiste pensarlo mejor antes de proponer esa idea, Damián.
Se detiene en el camino para mirarme.
—Si crees que tu comportamiento me hará huir, estás muy equivocada. Tú, pequeña gritona, vas a terminar enamorada de mí, y cuando eso suceda, te acordarás de este momento. No hay mujer que se pueda resistir ante mí, preciosa.
Elevo mi ceja y me río en su rostro.
—El día que yo me enamore de ti será cuando aprendas a ser más romántico y menos anticuado, y mientras eso no suceda, estúpido, vas a tener que soportar mis berrinches, o como quieras llamarlo. Esto es lo que sucede cuando obligas a una mujer que no te ama a casarse.
Enciende el auto.
—Soportaré lo que sea necesario, Antonella. —Me guiña un ojo.
Giro mi mirada a otro lado.
Cada día vamos de mal en peor, y ninguno de los dos, muestra intenciones de mejorar. A decir verdad, es muy difícil hacerlo cuando nunca concordamos en nada.
Damián es un hombre complicado, todo debe ser como dice y como quiera, y yo no me dejo someter ni mucho menos gobernar, cosa que lo irrita y lo hace perder la paciencia. Él quería tenerme como esposa, y ahora que es así, que me soporte. Voy a ser su peor tormento.
AntonellaNo nos dirigimos más la palabra durante el camino. Llegamos a su gran imperio y bajamos del auto. Al entrar a la empresa, todos se me quedan observando con envidia, en especial las mujeres, que muestran su gran odio hacia mi persona por creer que he sido la suertuda que se casó con el millonario. Ja, si supieran la verdad de este matrimonio, aunque me divierte llegar aquí y sentirme empoderada y sobresaliente. Me gusta mirar las caras de envidias de esas pobres mujeres que sueñan con tener a Damián en su cama.«¡Zorras, es mío! Aunque no lo quiera ni me lo goce, es mío». Al llegar a su piso, entramos a su oficina, lugar donde me deja para ir a buscar unos documentos, no sé dónde y que tampoco me interesan. Al cabo de media hora y de tanta espera, y ya obstinada de que no aparezca, salgo en busca de él. Mientras estoy caminando por los pasillos, escucho ruidos provenientes de una oficina. Al entrar, me llevo una grata sorpresa, que me deja con la boca abierta. «¡Pero miren
AntonellaEs lunes por la tarde y me encuentro en casa de mis padres. Mi madre ha organizado una cena con toda la familia, como de costumbre. Nunca había sido tan silenciosa en nuestra casa como lo es ahora. Para mí no es fácil vivir este momento. Ojalá ellos entiendan mis razones. No podíamos perder la empresa, una que lleva formada en la familia ya cincuenta y cinco años. Mi abuelo la fundó y mi padre la hizo crecer. Sería injusto que se fuera a la quiebra por culpa de personas malagradecidas que le robaron durante años.—¿Cómo te va en tu vida de esposa? —pregunta mi hermano, rompiendo el silencio.Renzo Castelo es el mayor de todos. Tiene 31 años y estará a cargo de las empresas Castelo en el futuro. Él es mi adoración, mi mundo y mi todo. Es un hermoso moreno con el cabello castaño, igual que el de mi madre. El color de sus ojos es marrón, como los míos, y su cuerpo, ¿qué les puedo decir?, es la perdición de toda chica. Es mi hermano preferido, pero me odia en este instante. Duel
DamiánObservo cómo Antonella entra furiosa a la casa y comienza a dejar todo su desastre en el camino mientras sube a nuestra habitación. El motivo de su furia tiene nombres y apellidos: Renzo y Alan Castelo, sus hermanos, que suelen ser muy sobreprotectores, y entiendo el motivo de su molestia. Éramos amigos, y yo me aproveché de su situación para casarme con ella. Honestamente, a Antonella la conozco desde pequeña. Cuando llegó a cierta edad, mis ojos comenzaron a verla diferente, a verla como mujer. Mi deseo creció a medida que ella lo hacía. Cuando llegó a una edad prudente, no pude evitar acercarme a ella para pretenderla, pero, como era de esperarse, me mandó al carajo.Comienzo a recoger sus cosas por todo el camino y subo hasta la habitación para dejar cada una en su lugar. Ella está tendida en la cama, con la cabeza enterrada. Decidido, me acerco para hablarle, pero solo me gano su odio y su reproche.—¿Quieres dejarme sola? —Sus ojos están rojos—. ¡Tú eres el causante de to
AntonellaRegreso a casa luego de haber salido una hora a trotar como siempre suelo hacerlo, dejo sobre la mesa mi pote de agua y enciendo el equipo de sonido para escuchar a uno de mis cantantes favoritos. Subo el volumen de la música y comienzo a mover mis caderas al escuchar mi canción favorita. Alzo mis brazos al aire, dejando que el ritmo se apodere de mi cuerpo y lo haga cobrar vida, y canto a todo pulmón, metiéndome en el papel, hasta que alguien corta mi espléndida emoción.—¡¿Por qué le bajaste el volumen?!Se coloca una mano en la cintura y con la otra me señala de forma acusadora.—Intento dormir y tu escándalo no me deja. —Apaga el sonido.—¡Fácil! —Señalo la puerta—: Vete de mi casa y duerme en un hotel.Damián parpadea y entreabre sus labios, buscando qué decirme.«¿Cómo pudo cortarme mi inspiración?».—Esta también es mi casa, y no me gusta el escándalo, Antonella. Sabes muy bien que me gusta dormir hasta tarde los fines de semana.Elevo mi ceja y me acerco lo suficient
DamiánMe encuentro sentado de frente a la cama, observando a Antonella dormir. Estoy molesto por el comportamiento que ella tomó anoche. Nunca antes nadie me había hecho doler la cabeza como ella lo ocasionó ayer. Cuando me enteré de que había gente extraña en mi casa, regresé lo más rápido posible, encontrándome así una esposa borracha. Verla en ese estado no me agradó para nada. Antonella no es mujer de emborracharse y tampoco de dar espectáculos, pero últimamente ha tenido comportamientos infantiles que no comprendo. Cuando nos casamos, ella era diferente, una chica madura e inteligente que resolvía los problemas con sensatez. Ahora le dio por armar espectáculos y llevarme la contraria para verme enojado. Es como si le satisficiera verme así.Ella me encanta y me gusta de una forma alocada. El problema es que no tengo idea de cómo acercarme y hacérselo saber. Me da miedo arruinarlo y que luego todo vuelva a ser como siempre. Sé que debo mejorar mis actitudes y ser ese hombre román
Antonella Salgo del salón de clases junto con mis amigas, quienes no han dejado de sentirse preocupadas por mí y por lo de la fiesta.—Sabía que era una mala idea haber hecho esa fiesta —habla Amelia, que acomoda su cabello—. ¿Vieron su rostro? Juro que en ese momento mojé mis pantalones. En cuanto lo miré entrar, sabía lo que pasaría. Amiga, ese hombre da miedo cuando está enojado, hace que cualquiera se haga en los pantalones. El cabrón infunde pánico.Me reí.—¡No hables así, Amelia! Juro que en tu otra vida fuiste hombre.—¿Y qué te dijo? —Dalia se intriga de saber qué sucedió luego de que todos se fueran.—Me reprendió. Afortunadamente, arreglamos las diferencias como adultos, sin peleas ni discusiones, incluso nos emocionamos y casi pasó aquello. Por suerte, Dani llegó en ese momento para salvarme.Estaré agradecida con Dani por haber aparecido. Estaba muy nerviosa en ese momento.—¡¿Qué?! —Las dos se exasperan.—Amiga, no es por presionarte, pero debes cogerte a ese rubio. Es
AntonellaLlego a casa de mis padres luego de haber ido a almorzar con Damián y Daniela. A pesar de haber dejado los términos claros con él, continúo molesta, y mucho más después del escándalo que armó en el restaurante por el hecho de que un imbécil me guiñara el ojo. No entiendo cómo puede ser tan impulsivo y no pueda controlar un poco su temperamento. Puedo comprender el que hay hombres abusivos a los cuales se les debe dar un alto, pero el problema es que Damián a todo aquel que me mira lo quiere golpear.—Cariño, ¿Cómo te va en la universidad?—Muy bien. Mañana tengo un examen muy importante y espero pasarlo. He pasado varios días estudiando. —Tomo asiento en el sofá luego de dejar mis cosas tiradas a un lado.—¿Aún eres desordenada, Antonella? —me pregunta con sus manos en la cintura.—Estoy trabajando esa parte de mi vida. Te prometo que no volveré a dejar mis cosas regadas. —Me levanto a darle un beso para después ir a la cocina—. ¿Hay helado? —inquiero ansiosa de algo frío y
DamiánDoy vueltas por la oficina sin saber qué le diré a Antonella sobre el supuesto viaje de negocios. Aunque ella no lo demuestre, está más que molesta. Es obvio que fue una humillación. Aparte de eso, debo sumarle la escena de hoy. Estoy consciente de que aquello me terminó de hundir. El rostro de Nella lo decía todo.—Me estás mareando, Damián, ya deja de dar vueltas —me habla Trino, mi amigo, alguien que conozco desde casi toda mi vida. Diría que es como mi hermano—. Vamos, viejo, ella no te dirá nada. —Bebe un trago de whisky.—¡Claro que sí, y muchas cosas va a decir! Si tan solo hubieras visto su hermoso rostro cuando vio la nota. Pude notar el dolor en él, Trino, y no solo eso, también vi decepción. Ella se decepcionó de mí. —Paso mis manos por mi cabello—. Ayer hablamos e hicimos un trato, trato que no estoy cumpliendo.—¿Por qué te preocupa tanto lo que ella piense? —Me observa con curiosidad.—Sabes muy bien que esa mujer es mi debilidad, y no de ahorita, sino desde hace