XXXIV
Sus mejillas iban ardiendo en vívido color por el enojo, la vergüenza, la tristeza, la rabia y la miseria que sentía. Lily apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando la vio pasar corriendo junto a ella sin voltear, cubriéndose el rostro con las manos.

—Señorita... —murmuró Lily al verla bajar las escaleras y no detenerse sin mirar atrás, miraba a Sophie con preocupación, terminó de llegar rápidamente con Lucyan y lo miró de forma disgustada antes de hablarle—, ¿qué le dijiste?

Lily estaba obviamente enojada, tanto que parecía que su respiración se aceleraba y sus ojos eran notoriamente intimidantes y tenebrosos, rechinó los dientes y se apresuró a correr detrás de Sophie, quizá la podría alcanzar si no se había marchado.

Sophie quería gritar, pero se sentía incapaz. Se sentía indignada, ¿qué había pasado con el sujeto desamparado que la noche anterior se había echado en su regazo abrazándola?

—Si será... ¡Idiota! —gruñó entre llantos sofocando su voz, abrió la puerta y salió encaminad
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