—Permítame la siguiente pieza. —En los fríos ojos de Lucyan, así como también en los de Sebas, destellaban los brotes de una evidente rivalidad. —¿Lucyan?, ¿pero qué…? —murmuró Sophie desconcertada, mirando la situación que pasaba ante ella. —Por favor, permítame bailar la siguiente pieza con la señorita —repitió Lucyan de modo firme con voz segura, actuando con formalidad y educación a pesar de el ronco gruñido que se mantenía prisionero en su garganta. Sebas parecía igualmente disgustado, Layla desde el lugar donde estaba observaba con interés y atención el momento llena de intriga, mientras permanecía en su rostro esa sonrisa que había llevado desde que todo empezó. —Lamento decirle que no me agrada la idea —respondió Sebas. —Y yo no estoy dispuesto a escuchar un no como respuesta. —La forma que se fulminaban con la mirada los hacían parecer dos lobos peleando por una oveja. —¿Qué rayos haces Lucyan? —Sophie se giró y trató de irse de allí, incómoda por la situación que pasaba
Los barrotes de aquella oscuridad infinita que lo aprisionaban en sus fauces le impedían moverse, esa pequeña y diminuta luz permanecía cerca; flotando sobre él, más allá de los barrotes. Miraba al piso bajo sus pies ignorando aquellas chispas revoloteando a sus espaldas. Se daba cuenta de que se encontraba allí con él, debido al reflejo que emitía sobre su persona, era una luz cegadora y tranquila, pero se hallaba donde no la podía tocar, tan cerca y tan lejos a la vez. La podría alcanzar con su mano si la extendía, pero se lo impedían las tinieblas que lo envolvían. Le pareció escuchar la voz familiar de alguien al llamarlo y vio levemente el rostro de una persona conocida, despertó sin saber quién fue la persona que había visto en sus sueños, pero se daba una idea, por ese motivo siempre le daba a aquella luz la espalda, intuía de quién se trataba. Se frotó los ojos y fue caminando hacia el balcón, contemplando la penumbra de esa madrugada. Habían pasado un par de días desde que
Tras levantarse nuevamente por una pesadilla, esa mañana se encontraba detrás de su propiedad, recargado en la cerca por uno de los costados del invernadero, llevaba allí desde el alba, había pasado la noche previa pensando en muchas cosas hasta que finalmente determinó una resolución. Ahora mismo tenía una expresión nebulosa, permaneciendo inmutable ante la brisa gélida de la mañana. —Mírate, tienes aspecto lamentable —se quejó una voz detrás de él. Por un momento se sintió esperanzado al escuchar lo que parecía un regaño bastante familiar a sus espaldas, pero se llevó una decepción al ver que se trataba de Layla. Su mirada cambió de una fugaz alegría a disgusto inmediato y reproche, Layla se percató de ello y alzó las cejas. Parpadeó inocente un par de veces haciendo revolotear las pestañas burlándose de él. —¿Qué?, ¿no te alegras de verme? —La mueca de gruñido de Lucyan fue respuesta más que suficiente—. Oh… Esperabas otra persona —dijo ella tras comprender por una conjetura—, p
Su fugaz presencia lo había hecho sentir tan feliz que le dolía recordarla, por como se hallaba ahora en un momento que era todo lo contrario. Suspiró y bajó de la cama para salir de la habitación, todo estaba en silencio. Su personal ya debían haberse ido a dormir, no se escuchaba ningún ruido en toda la mansión, admitía que en ese momento se sintió mucho más lejano y desolador, de manera incómoda tal como habría de parecer una casa abandonada. La ausencia de todo sonido hacía más pesada y difícil la solitaria oscuridad. Fue hasta el salón, hacia su piano. Necesitaba distraer su mente con algo, si volvía a dormir era lo más probable que comenzara a soñar con ella de nuevo. El resto de la noche lo pasó en el piano, por más que se intentaba enfocar en lograr olvidarse de esos sueños no lo conseguía. Tampoco podía concretar nada, aún seguía sin que sus dedos lo obedecieran correctamente y detenía abruptamente sus melodías con una estridente nota en el piano. Se terminó desvelando int
Volvieron adentro y miraba con insistencia el peluche, había dejado las rosas en el regazo de este, estaban un tanto húmedas aún, con algunas gotas minúsculas sobre los pétalos. Luego de que Lucy se fuera a su departamento a dormir, ella se quedó pensando mientras tenía el oso entre sus brazos y se recargaba de la cabecera de la cama. Revivió un momento muy lejano con su hermana, cuando tenían seis años y todavía vivían con sus padres, parecería que esa vida perfecta y soñada de cuentos de hada era demasiado bueno para ser perpetuo. Sophie había despertado con pesadez frotando su ojo en una noche de tormenta, junto a ella lo que la había despertado era el leve tirón de su hermana en un brazo de su pijama, susurrando su nombre. —Sophie… Sophie… —La llamaba, pero hablaba tan bajo que parecía tener miedo de despertarla. Sophie se volteó a verla, incorporándose en la cama y con voz adormilada le habló. —¿Qué sucede Haley?, tengo mucho sueño… —Necesito preguntarte algo —susurró en voz
Si ella estaba mejor lejos de él, debía evitarse buscarla aún si la quería volver a ver. Truncó la mirada con amargura y frunció los labios en una mueca de disgusto antes de salir de la cama. No llegaba a descubrir porqué le dolía tanto perder algo que no sabía cómo se hizo parte de él. Sus pensamientos eran un total enigma descabellado en ese momento. Conforme avanzaba a un punto retrocedía en otro, no era conciso. Era momento de darse una oportunidad de comenzar de nuevo sin las ataduras de su familia o sus planes descabellados. De comenzar a sobrellevar poco a poco su ausencia si así lo decidía ella. Durante un par de días más, estuvo despertando entre sueños en que todo estaba perfecto y en la realidad ella no estaba, mientras que él temía más y más que se hubiera podido llegar a quedar con Sebas. Ese día en particular amaneció oscuro, con nubes densas y el estallido de relámpagos cuando se hicieron las seis de la mañana, el golpeteo de las gotas sobre el tejado era bastante re
—Solo porque hice una promesa —respondió escondiendo su cara de vergüenza. —Ajá —repuso ella incrédula sin creerle—, y todo lo que haces, siempre es contradictorio porque me pides que me marche, pero entonces haces algo como eso y no parece tener sentido. Te comportas hiriente, amargado y tosco, como si no quisieras volver a verme. »Como si me despreciaras de algún modo, pero me terminas buscando y haciendo algo amable o preocupándote por mí de manera atenta. —Ella lo observaba permanecer callado—. El hospital tras el accidente, cuando ayudaste con lo de Lucy, la forma en cómo actúas por otros. —Fue enumerando cada uno. —¿Y? —Todo lo que haces solo me confunde… Siempre haces algo amable y termino por olvidar tus amarguras. Sin embargo sigues esperando que me vaya y que no regrese para no verme —reclamó dolida. —No, en realidad... No, nunca dije eso. —Entonces, dime, en este instante dime lo que quieres. —Lucyan guardó silencio y evitó mirarla, luego la veía con una mirada turbia,
—¿Cuándo es el día que tienes que irte dónde te ha invitado Layla? —Más o menos en una semana, ¿por qué? —Curiosidad. —Él miraba con cierto recelo, Sophie había hecho una expresión extraña e indescifrable. Moviendo la cabeza a los lados, meditando una idea—. Dentro de poco irás a un evento muy importante, y deberías pulir un poco tus pasos. Sophie lo jaló de nuevo e hizo que la siguiera. Dando vueltas mientras sigue la melodía. »Me parece que tú... y yo, tenemos algo pendiente que resolver. Me debes un baile, uno en que no tengas cara de menos amigos de los que incluso apenas tienes. —Lucyan la miraba, un poco extrañado e intrigado en esa petición—. Me parece que es así ¿o no? Según recuerdo, que usted me debe un baile señor. Sophie extendió su mano, presentando la postura mientras lo observa. Siendo ella la que solicitaba su compañía del modo que lo había hecho él. —En realidad —respondió él, arqueando una ceja. Sujetando la mano que le tiende para atraerla y tenerla de frente.