XLI
Los barrotes de aquella oscuridad infinita que lo aprisionaban en sus fauces le impedían moverse, esa pequeña y diminuta luz permanecía cerca; flotando sobre él, más allá de los barrotes. Miraba al piso bajo sus pies ignorando aquellas chispas revoloteando a sus espaldas.

Se daba cuenta de que se encontraba allí con él, debido al reflejo que emitía sobre su persona, era una luz cegadora y tranquila, pero se hallaba donde no la podía tocar, tan cerca y tan lejos a la vez. La podría alcanzar con su mano si la extendía, pero se lo impedían las tinieblas que lo envolvían.

Le pareció escuchar la voz familiar de alguien al llamarlo y vio levemente el rostro de una persona conocida, despertó sin saber quién fue la persona que había visto en sus sueños, pero se daba una idea, por ese motivo siempre le daba a aquella luz la espalda, intuía de quién se trataba.

Se frotó los ojos y fue caminando hacia el balcón, contemplando la penumbra de esa madrugada. Habían pasado un par de días desde que
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