XLII
Tras levantarse nuevamente por una pesadilla, esa mañana se encontraba detrás de su propiedad, recargado en la cerca por uno de los costados del invernadero, llevaba allí desde el alba, había pasado la noche previa pensando en muchas cosas hasta que finalmente determinó una resolución.

Ahora mismo tenía una expresión nebulosa, permaneciendo inmutable ante la brisa gélida de la mañana.

—Mírate, tienes aspecto lamentable —se quejó una voz detrás de él. Por un momento se sintió esperanzado al escuchar lo que parecía un regaño bastante familiar a sus espaldas, pero se llevó una decepción al ver que se trataba de Layla.

Su mirada cambió de una fugaz alegría a disgusto inmediato y reproche, Layla se percató de ello y alzó las cejas. Parpadeó inocente un par de veces haciendo revolotear las pestañas burlándose de él.

—¿Qué?, ¿no te alegras de verme? —La mueca de gruñido de Lucyan fue respuesta más que suficiente—. Oh… Esperabas otra persona —dijo ella tras comprender por una conjetura—, p
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