33. Quería escuchar tu voz

Giancarlo

Se había levantado con los brazos alrededor del cuerpo sensual y cálido de su esposa. Con una sonrisa se acurrucó contra ella hasta que la alarma que Leonora usaba en las mañanas lo levantó, y luego él tuvo que levantarla. Entre risas escuchó sus quejas hasta que la desnudez resultó ser una ventaja y aprovechó para darse un festín entre las piernas de su esposa y así lograr que se despertara por completo con una sonrisa en el rostro.

Y no fue un error hacerlo, porque debido a ese detalle, ella lo llevó hasta la ducha y lo dejó llenarla con intensidad y golpearla con embestidas salvajes hasta que el éxtasis los alcanzó. Fue rápido, pero placentero, le encantaba ver ese lado sensual de Leonora.

Unas horas más tarde se encontraba en la oficina con su rostro lleno de seriedad. Aquel era otro día lleno de responsabilidades en el que su esposa lo acompañaría. Todos en la oficina se habían asombrado al verlos llegar juntos unas semanas atrás, nadie sabía cómo comportarse alrededor
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