32. Confío en tu visión

Leonora

Él al hizo recostarse contra su pecho desnudo, mientras el agua tocaba cada centímetro de su cuerpo. Esperaba a que se moviera, que la besara o que mostrara que el placer también estaba torturándolo, pero no se movió. Se mantuvo a su espalda, al mismo tiempo que ella no dejaba de retorcerse con los ecos de su deseo volviéndose cada vez más grandes e intensos. No pudo permanecer callada.

-Tócame -pidió ella a media voz.

-Jamás imaginé que me pedirías algo como eso, luego de la conversación anterior -respondió él con ese tono oscuro que la golpeaba como veneno -¿dónde quieres que te toque, Leonora?

Un gemido se escapó de sus labios como si esas palabras la hubieran acariciado. Su vello se erizó con anticipación y ella supo que estaba a punto de hacer algo realmente atrevido.

Se alejó del toque de su esposo y se inclinó lentamente, mostrándole todo de ella en un movimiento donde quedaba completamente vulnerable para él. Se sentía tan bien y correcto, que no tuvo que detenerse en
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