LeonoraAmbos asintieron y continuaron con el desayuno, pero el ambiente que dejó la conversación fue frio e incómodo. Intentó pensar en algún tema de conversación que resultara agradable para ambos, pero se sentía como si de pronto todos sus pensamientos hubieran sido borrados y reemplazados con las palabras que Giancarlo le había dicho sobre la paternidad. Se sintió en conflicto con todos los sentimientos que había estado sintiendo, porque a pesar de no desear ser madre, una decisión como esa hablaba de planear a futuro y él lo rechazaba completamente.-Debo subir pronto -comentó él interrumpiendo sus pensamientos -debo prepararme para la reunión.-Muy bien -asintió ella con una media sonrisa -terminemos aquí y podemos regresar a la habitación para que puedas arreglarte.Él asintió. Sus platos quedaron casi completamente vacíos y ella subió a la habitación con un postre en la mano.Observó como su esposo se vestía con un traje formal que lo hacía ver sensual y esperó a que estuviera
LeonoraMientras esperaba que su mejor amiga llegara, se contentó con intentar calmar su respiración y ralentizar los latidos de su corazón. Sus manos recuperaron un poco de calor, pero todavía se movían con nerviosismo. Intentaba evitar mover el brazo en el que tenía la vía intravenosa con la hidratación que le estaban colocando y se sentía como una hazaña imposible. Sus pies comenzaron a moverse entonces, ella dejó que el movimiento regular la relajara y pudo hacerlo lentamente.Eso hasta que una enfermera abrió la cortina de privacidad que tenían alrededor de la camilla donde la estaban atendiendo con otro kit de pruebas.-No quiero más pruebas -negó ella con fuerza -necesito marcharme. Ninguno de los doctores me dijo que me harían más exámenes.La mujer la miró con sorpresa y revisó la hoja que tenía en las manos con guantes.-Aquí me piden dos pruebas más -ella le explicó los nombres, pero no los reconocía -y el nombre de la paciente es Leonora Balboa, ¿es usted?-Sí, soy yo -asi
LeonoraElla soltó la primera carcajada con tanta fuerza que creyó que todo el estacionamiento las escucharía. Las risas se hicieron eco en el espacio del asiento trasero hasta que pudieron calmarse del ataque.-No puedo creer que creyeras que engañaba a Giancarlo -dijo ella con una suave risa restante -¿cómo es posible que llegaras a esa conclusión?-Bueno, fue sencillo -afirmó su amiga con obviedad -el hombre inició su relación con un contrato que era más un chantaje que otra cosa, exigió que te acostaras con él y por si eso no fuera poco, que convivieras con él por más de dos años. Eso no sería sencillo para nadie sin rebelarse en algún momento, es lo que yo haría.-Así que, en mi rebelión engañaría a Giancarlo -concluyó Leonora -y en ese momento quedaría embarazada.Más risas histéricas se escucharon.-No, ignora la parte del embarazo -afirmó Anya con simpleza -lo demás, me parece bastante acertado.Ella negó con una sonrisa y suspiró. Anya regresó la mirada a las imágenes del eco
LeonoraCon su bolso en mano se bajó del auto junto a Anya, su amiga la había llevado a aquel hotel con la premisa de que estaría más segura en un lugar en el que nadie podría imaginarse que se estaba ocultando. Y aunque estaba segura de que Anya tenía razón, no se sentía del todo bien con quedarse en aquel hotel. El ambiente era extraño, las personas ocultaban su rostro con vergüenza, algo que no le sorprendía, y los pasillos estaba completamente vacíos a pesar de que las habitaciones estaban llenas o al menos eso percibía por los sonidos en el interior.Caminaron hasta la recepción donde un hombre maduro las observó desde detrás del mostrador antes de acercarse.-Buenas tardes -saludó con cordialidad -¿una habitación para ambas? ¿O desean habitaciones separadas?-Buenas tardes -respondió Anya tomando la voz de mando como solía hacer -queremos una habitación con cama matrimonial y sí, una llave para cada una.El hombre solo asintió y comenzó a llenar la información en su computadora.
GiancarloHabía visitado el hospital, revisado el hotel de arriba abajo, buscado en cada lugar que se le había ocurrido y todavía no encontraba a su esposa. Estaba empezando a sentir pánico, porque imaginaba que llegaría un desconocido o tal vez la policía para decirle que Leonora había tenido un accidente o algo peor. No encontraba la forma de mantenerse calmado en ese mar de conflictos que resultaban ser sus pensamientos en ese momento.En el hospital le habían dicho que su esposa había estado allí, tal y como habían acordado, pero que ella se había marchado a pesar de las recomendaciones médicas que le habían hecho. Había intentando obtener más información, pero la enfermera de la recepción le había negado el acceso porque Leonora ya se había marchado, por lo que los archivos e informes estaban sellados y por lo tanto eran confidenciales.Unos minutos más tarde había intentando llamarla, pero nadie había atendido. Los mensajes le llegaban, así que, envió todos los que pudo sin sabe
LeonoraLas advertencias del joven de servicio del hotel fueron suficientes para que su rostro no volviera a aparecer fuera de la habitación ese día. Se había pasado la tarde entera viendo películas, comiendo dulces y algunas comidas chatarras, cumpliendo con el régimen de vitaminas que le había impuesto la doctora e intentando no perder la cabeza con la ansiedad, la tensión y el miedo. Las peores situaciones se recreaban en su mente con frecuencia, por lo que intentaba mantenerse ocupada.Después de un día lleno de emociones estresantes, imaginó que las preocupaciones no la dejarían dormir, pero fue todo lo contrario, en el segundo en el que colocó la cabeza en la almohada y cerró los ojos, la realidad se perdió. Soñó con escenarios extraños, con confrontaciones que existían con personas que no tenían rostro y la sensación de correr sin moverte del lugar en el que estás. Sus sueños se fueron volviendo pesadillas hasta que una de ellas la levantó.O eso fue lo que creyó, pero al abrir
LeonoraTodos los movimientos se detuvieron y fue entonces que su esposo se movió. Lo observaron caminar lentamente hasta sentarse en uno de los pocos sillones que había en la habitación. No miraba a nadie, solo observaba el piso como perdido mientras las personas a su alrededor continuaban moviéndose. La doctora dejó que los hombres de seguridad se marcharan y tras darle una última mirada de preocupación a Giancarlo, le explicó su situación.Escuchar que su presión arterial estaba siendo muy afectada por el embarazo era preocupante, pero si además se le agregaba los altos niveles de cortisol por todo el estrés que había estado viviendo, solo la hacía sentir peor. Se suponía que debía estar cuidando su embarazo, cuidando su condición para poder encargarse de la salud de su bebé, pero sentía que estaba fallando en eso, fallaba en ser buena madre cuando su bebé ni siquiera había dado su primer aliento y todo porque su cuerpo era débil para soportarlo todo.-Por ahora, necesitamos manten
LeonoraDos días había estado oculta en aquel hospital mientras Giancarlo la evitaba. Luego de verlo huir de la habitación no había sabido absolutamente nada de él, ni siquiera por parte de Anya, que había intentado comunicarse con su esposo. Así que, había tenido que aceptar que no podría comunicarse y debía darle el espacio que ella misma se había tomado luego de enterarse de la impactante noticia del embarazo. Era lo mejor que podía hacer.Se sentía mucho mejor en ese momento, luego de todos los síntomas que había presentado y todos los tratamientos a los que había tenido que someterse, por fin sentía que estaba mejorando. La doctora González se veía mucho más feliz por su mejora y las enfermeras reían con ella cada vez que iban a revisar su estado. Se había ganado a todos los trabajadores de ese piso, por lo que recibía información privilegiada y trato especial.Anya, que la había acompañado todos los días mientras estaba ingresada, abrió de pronto la puerta de la habitación con p