LeonoraTodos los movimientos se detuvieron y fue entonces que su esposo se movió. Lo observaron caminar lentamente hasta sentarse en uno de los pocos sillones que había en la habitación. No miraba a nadie, solo observaba el piso como perdido mientras las personas a su alrededor continuaban moviéndose. La doctora dejó que los hombres de seguridad se marcharan y tras darle una última mirada de preocupación a Giancarlo, le explicó su situación.Escuchar que su presión arterial estaba siendo muy afectada por el embarazo era preocupante, pero si además se le agregaba los altos niveles de cortisol por todo el estrés que había estado viviendo, solo la hacía sentir peor. Se suponía que debía estar cuidando su embarazo, cuidando su condición para poder encargarse de la salud de su bebé, pero sentía que estaba fallando en eso, fallaba en ser buena madre cuando su bebé ni siquiera había dado su primer aliento y todo porque su cuerpo era débil para soportarlo todo.-Por ahora, necesitamos manten
LeonoraDos días había estado oculta en aquel hospital mientras Giancarlo la evitaba. Luego de verlo huir de la habitación no había sabido absolutamente nada de él, ni siquiera por parte de Anya, que había intentado comunicarse con su esposo. Así que, había tenido que aceptar que no podría comunicarse y debía darle el espacio que ella misma se había tomado luego de enterarse de la impactante noticia del embarazo. Era lo mejor que podía hacer.Se sentía mucho mejor en ese momento, luego de todos los síntomas que había presentado y todos los tratamientos a los que había tenido que someterse, por fin sentía que estaba mejorando. La doctora González se veía mucho más feliz por su mejora y las enfermeras reían con ella cada vez que iban a revisar su estado. Se había ganado a todos los trabajadores de ese piso, por lo que recibía información privilegiada y trato especial.Anya, que la había acompañado todos los días mientras estaba ingresada, abrió de pronto la puerta de la habitación con p
GiancarloIba en camino al hospital junto a Antón. Su pecho se sentía apretado y vacío desde que había dejado la habitación en la que su esposa estaba hospitalizada. Ella por fin le había contado la verdad, le había explicado los hechos y había llorado al momento de confesarle que no deseaba ponerle fin al embarazo. Esa afirmación lo había desconcertado, porque Leonora no deseaba ser madre, al menos era lo que había asumido cuando habían acordado la imposibilidad de aquella situación en la firma de su contrato.Supuso que las cosas habían cambiado, intentó comprender las razones que ella le daba sobre la situación que estaban viviendo y al ver la emoción genuina en los ojos femeninos, no le quedó de otra que aceptar su nueva paternidad. Supo que le costaría asumir el papel, pero por alguna razón no fue tan complicado hacerse a la idea, o tan desagradable pensarlo, como le había sucedido en las ocasiones en las que eran sus amantes las que se presentaban con noticias parecidas.La habí
GiancarloSu esposa se había desvanecido frente a sus ojos y la culpa lo había golpeado. Había corrido para poder sostenerla antes de que golpeara el suelo, pero al sujetarla en sus brazos no sintió el alivio que creyó que sentiría, porque la sangre corría entre las piernas de la mujer que amaba. El miedo fue como un manto que opacó todo lo demás y mientras él subía a Leonora en la cama con la ayuda de Antón, Anya corría para pedir ayuda.Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras escuchaba a las enfermeras atender a su esposa y los sacaban a todos de la habitación. Los doctores llegaron unos minutos más tarde, miraba todo desde la impotencia de la lejanía. No podía hacer nada para ayudar, y sabía que lo que le había sucedido a Leonora era su culpa. Sus acciones la habían llenado de estrés hasta el punto en el que había tenido un nuevo derrame y se había desvanecido.Frotó su rostro, dejó que la culpabilidad lo llenara como se merecía y esperó para poder escuchar la opinión de los doct
LeonoraDos meses más tarde se sentía emocionada. Luego de toda la inestabilidad con su embarazo, pudieron encontrarles una solución a sus problemas y eso los había liberado de los doctores al menos un poco. La confesión que se había hecho en aquella habitación los había hecho avanzar en su relación y luego habían tenido que enfrentarse a la enojada enfermera que se había quejado de que no había informado de su condición.En ese momento, sin embargo, no podía sentirse más feliz ni, aunque lo intentara. Giancarlo había aceptado con bastante rapidez que serían padres luego de que aquella conversación sincera los ayudara a comunicarse mejor. Ahora era un padre dedicado que adoraba participar en cada una de las extrañas inconveniencias que el embarazo le hacía sentir, algo por lo que ni ella sentía agrado del todo.Su muy dedicado esposo era feliz de levantarse a las dos de la madrugada para que sus antojos fueran cumplidos, esperaba sonriente a que ella comiera para poder sentir a su peq
GiancarloSu pecho estaba lleno de un millón de emociones cálidas que había aprendido a reconocer como amor y afecto. La sonrisa que marcaba su rostro no se había desaparecido desde que había sabido reconocer que los momentos más alegres de su vida habían sido desde que Leonora estaba con él y compartían sus intimidades como no lo había hecho con nadie más. Esas confidencias que nunca se había atrevido a mencionar, ella las conocía todas y eso lo emocionaba llenándolo de más amor.Ese día era también especial. Sus familiares se habían reunido una vez más para celebrar sus votos como una promesa más sincera en esa ocasión. Había escogido el hotel de lujo en el que Leonora había trabajado para hacer la pequeña ceremonia y en ese instante todos esperaban por la novia. Sus invitados eran la tía Bianca, Luciano junto a Andrea y sus hijas, sus padres por supuesto y su hermano. De parte de Leonora estaban sus progenitores junto a sus mejores amigas.Todo el mundo estaba sentado en las sillas
LeonoraSu espalda la estaba matando al igual que sus pies. Tenía muchas quejas sobre su cuerpo con respecto al embarazo, pero una de las mejores cosas era que su sensibilidad se había incrementado muchísimo, lo que quería decir, que cada caricia de su esposo se sentía un millón de veces mejor. Le encantaba que solo hiciera falta un beso, un toque en su cuello o un roce accidental en una de sus zonas erógenas para que estuviera lista para lanzarse sobre el cuerpo de Giancarlo.Él lo disfrutaba, lo sabía, aprovechaba cada uno de los momentos para demostrárselo y ella fingía hacerse la dura, solo para hacerlo divertido para ambos. La mayor parte de las veces terminaban desnudos y satisfechos, las otras pocas ocasiones, alguna molestia menor del embarazo preocupaba a su esposo hasta el punto en el que el deseo quedaba en un segundo plano y llamaba a la doctora González para preguntarle si sus síntomas eran normales.Esa mañana, sin embargo, luego la diversión que habían tenido en la bañe
GiancarloLos minutos que habían pasados desde que habían subido al helicóptero para poder llevar a Leonora al hospital, hasta que habían llegado, eran los más oscuros de su vida. Nunca antes se había sentido tan asustado, aterrado de que la mujer que más había amado pudiera marcharse sin poder vivir la vida que merecían juntos. Había llorado al verla tan débil en la camilla, tan pálida y desvalida, luego había llorado un poco más cuando se la habían llevado a urgencias para poder hacer una cesárea de emergencia.Las horas siguientes habían sido las peores que alguna vez había experimentado. Sus familiares habían llegado media hora más tarde y había llorado en el hombro de su padre hasta que la tía Bianca y su madre tomaran turno para consolarlo. No le había importado que lo vieran derramar lágrimas o que su debilidad quedara al descubierto, su corazón se sentía herido hasta el punto en el que solo saber la condición de Leonora lo haría sentirse mejor.Miraba en ese instante a su espo