GiancarloHabía visitado el hospital, revisado el hotel de arriba abajo, buscado en cada lugar que se le había ocurrido y todavía no encontraba a su esposa. Estaba empezando a sentir pánico, porque imaginaba que llegaría un desconocido o tal vez la policía para decirle que Leonora había tenido un accidente o algo peor. No encontraba la forma de mantenerse calmado en ese mar de conflictos que resultaban ser sus pensamientos en ese momento.En el hospital le habían dicho que su esposa había estado allí, tal y como habían acordado, pero que ella se había marchado a pesar de las recomendaciones médicas que le habían hecho. Había intentando obtener más información, pero la enfermera de la recepción le había negado el acceso porque Leonora ya se había marchado, por lo que los archivos e informes estaban sellados y por lo tanto eran confidenciales.Unos minutos más tarde había intentando llamarla, pero nadie había atendido. Los mensajes le llegaban, así que, envió todos los que pudo sin sabe
LeonoraLas advertencias del joven de servicio del hotel fueron suficientes para que su rostro no volviera a aparecer fuera de la habitación ese día. Se había pasado la tarde entera viendo películas, comiendo dulces y algunas comidas chatarras, cumpliendo con el régimen de vitaminas que le había impuesto la doctora e intentando no perder la cabeza con la ansiedad, la tensión y el miedo. Las peores situaciones se recreaban en su mente con frecuencia, por lo que intentaba mantenerse ocupada.Después de un día lleno de emociones estresantes, imaginó que las preocupaciones no la dejarían dormir, pero fue todo lo contrario, en el segundo en el que colocó la cabeza en la almohada y cerró los ojos, la realidad se perdió. Soñó con escenarios extraños, con confrontaciones que existían con personas que no tenían rostro y la sensación de correr sin moverte del lugar en el que estás. Sus sueños se fueron volviendo pesadillas hasta que una de ellas la levantó.O eso fue lo que creyó, pero al abrir
LeonoraTodos los movimientos se detuvieron y fue entonces que su esposo se movió. Lo observaron caminar lentamente hasta sentarse en uno de los pocos sillones que había en la habitación. No miraba a nadie, solo observaba el piso como perdido mientras las personas a su alrededor continuaban moviéndose. La doctora dejó que los hombres de seguridad se marcharan y tras darle una última mirada de preocupación a Giancarlo, le explicó su situación.Escuchar que su presión arterial estaba siendo muy afectada por el embarazo era preocupante, pero si además se le agregaba los altos niveles de cortisol por todo el estrés que había estado viviendo, solo la hacía sentir peor. Se suponía que debía estar cuidando su embarazo, cuidando su condición para poder encargarse de la salud de su bebé, pero sentía que estaba fallando en eso, fallaba en ser buena madre cuando su bebé ni siquiera había dado su primer aliento y todo porque su cuerpo era débil para soportarlo todo.-Por ahora, necesitamos manten
LeonoraDos días había estado oculta en aquel hospital mientras Giancarlo la evitaba. Luego de verlo huir de la habitación no había sabido absolutamente nada de él, ni siquiera por parte de Anya, que había intentado comunicarse con su esposo. Así que, había tenido que aceptar que no podría comunicarse y debía darle el espacio que ella misma se había tomado luego de enterarse de la impactante noticia del embarazo. Era lo mejor que podía hacer.Se sentía mucho mejor en ese momento, luego de todos los síntomas que había presentado y todos los tratamientos a los que había tenido que someterse, por fin sentía que estaba mejorando. La doctora González se veía mucho más feliz por su mejora y las enfermeras reían con ella cada vez que iban a revisar su estado. Se había ganado a todos los trabajadores de ese piso, por lo que recibía información privilegiada y trato especial.Anya, que la había acompañado todos los días mientras estaba ingresada, abrió de pronto la puerta de la habitación con p
GiancarloIba en camino al hospital junto a Antón. Su pecho se sentía apretado y vacío desde que había dejado la habitación en la que su esposa estaba hospitalizada. Ella por fin le había contado la verdad, le había explicado los hechos y había llorado al momento de confesarle que no deseaba ponerle fin al embarazo. Esa afirmación lo había desconcertado, porque Leonora no deseaba ser madre, al menos era lo que había asumido cuando habían acordado la imposibilidad de aquella situación en la firma de su contrato.Supuso que las cosas habían cambiado, intentó comprender las razones que ella le daba sobre la situación que estaban viviendo y al ver la emoción genuina en los ojos femeninos, no le quedó de otra que aceptar su nueva paternidad. Supo que le costaría asumir el papel, pero por alguna razón no fue tan complicado hacerse a la idea, o tan desagradable pensarlo, como le había sucedido en las ocasiones en las que eran sus amantes las que se presentaban con noticias parecidas.La habí
GiancarloSu esposa se había desvanecido frente a sus ojos y la culpa lo había golpeado. Había corrido para poder sostenerla antes de que golpeara el suelo, pero al sujetarla en sus brazos no sintió el alivio que creyó que sentiría, porque la sangre corría entre las piernas de la mujer que amaba. El miedo fue como un manto que opacó todo lo demás y mientras él subía a Leonora en la cama con la ayuda de Antón, Anya corría para pedir ayuda.Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras escuchaba a las enfermeras atender a su esposa y los sacaban a todos de la habitación. Los doctores llegaron unos minutos más tarde, miraba todo desde la impotencia de la lejanía. No podía hacer nada para ayudar, y sabía que lo que le había sucedido a Leonora era su culpa. Sus acciones la habían llenado de estrés hasta el punto en el que había tenido un nuevo derrame y se había desvanecido.Frotó su rostro, dejó que la culpabilidad lo llenara como se merecía y esperó para poder escuchar la opinión de los doct
LeonoraDos meses más tarde se sentía emocionada. Luego de toda la inestabilidad con su embarazo, pudieron encontrarles una solución a sus problemas y eso los había liberado de los doctores al menos un poco. La confesión que se había hecho en aquella habitación los había hecho avanzar en su relación y luego habían tenido que enfrentarse a la enojada enfermera que se había quejado de que no había informado de su condición.En ese momento, sin embargo, no podía sentirse más feliz ni, aunque lo intentara. Giancarlo había aceptado con bastante rapidez que serían padres luego de que aquella conversación sincera los ayudara a comunicarse mejor. Ahora era un padre dedicado que adoraba participar en cada una de las extrañas inconveniencias que el embarazo le hacía sentir, algo por lo que ni ella sentía agrado del todo.Su muy dedicado esposo era feliz de levantarse a las dos de la madrugada para que sus antojos fueran cumplidos, esperaba sonriente a que ella comiera para poder sentir a su peq
GiancarloSu pecho estaba lleno de un millón de emociones cálidas que había aprendido a reconocer como amor y afecto. La sonrisa que marcaba su rostro no se había desaparecido desde que había sabido reconocer que los momentos más alegres de su vida habían sido desde que Leonora estaba con él y compartían sus intimidades como no lo había hecho con nadie más. Esas confidencias que nunca se había atrevido a mencionar, ella las conocía todas y eso lo emocionaba llenándolo de más amor.Ese día era también especial. Sus familiares se habían reunido una vez más para celebrar sus votos como una promesa más sincera en esa ocasión. Había escogido el hotel de lujo en el que Leonora había trabajado para hacer la pequeña ceremonia y en ese instante todos esperaban por la novia. Sus invitados eran la tía Bianca, Luciano junto a Andrea y sus hijas, sus padres por supuesto y su hermano. De parte de Leonora estaban sus progenitores junto a sus mejores amigas.Todo el mundo estaba sentado en las sillas