24. Pequeño error

Giancarlo

Ella gimió y dejó caer su cabeza como una señal de rendición.

-Muévete -ordenó ella empujando sus caderas contra él -quiero que lo hagas.

Sonrió por la suave admisión antes de hundirse en ella de una sola estocada. Ambos gimieron con fuerza y unos segundos más tarde su cuerpo lo obligó a moverse. Las embestidas eran fuertes, intensas, salvajes en más de un sentido. Los sonidos de sus cuerpos intentaban ser opacados, pero estaba seguro de que era casi imposible hacerlo. Continuó moviéndose exactamente como quería, tan fuerte como deseaba, como Leonora le pedía en una letanía lujuriosa, hasta que supo que el éxtasis estaba cerca.

Se inclinó para frotar esa perla sensible que la hacía gritar y besó el cuello femenino en el proceso. Unos segundos más tarde Leonora ahogó un grito mientras lo apretaba en su interior con espasmos de placer que lo llevaron hasta el borde. El éxtasis lo golpeó en ese instante, se hundió por última vez al mismo tiempo que las palpitaciones se extendía
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