Marla regresó al atelier, tomó su cartera y le indicó a la otra empleada que enviará el vestido a la dirección de Jerónimo Caligari. No podía perder la oportunidad de hablar con Abel, sentía que él a pesar de sus palabras, también deseaba estar con ella. Salió detrás de él, para ver si lograba alcanzarlo, pero nuevamente el parecía haber desaparecido por arte de magia. Si algo tiene Marla es que no se da fácilmente por vencida. Tomó un taxi que la llevara hasta la villa, quizás si salía a montar a caballo podría toparse con él y hablar de lo que ambos sentían el uno por el otro. Minutos después estaba bajando del taxi y caminando hacia la villa de sus nonnos.—Marla, llegaste temprano, pensé que te quedarías con tu prometido. —comentó Carmina al verla entrar. —Jerónimo tuvo que resolver unos asuntos de la empresa, tuve que venirme porque aún tengo un poco de malestar a pesar de que tomé algunos medicamentos. —Ve y descansa, yo prepararé la cena. Por cierto, Elio me pidió que
Marla seguía temblando ahora de frío, su calentura había disminuido, eso sintió Abel al palpar su piel húmeda. La cubrió con la toalla y la llevó hasta su habitación. —Recuéstate un poco, voy a prepararte un té de limón. —dijo él, y ella lo sujetó del brazo.—No te vayas, tengo frío, necesito que me abraces. —Abel exhaló un suspiro, aquello sería un punto de inflexión para él si cedía a la petición de Marla— ¡Por favor! —le suplicó ella, sujetando su mano y apartándose hacia el centro de la cama para dejarle espacio suficiente.Abel se sentó a su lado y ella se refugió entre sus brazos, él frotó sus brazos –los de ella– con sus manos y sintió como la piel de ella se erizaba por completo, mientras en sus adentros rogaba “Padre, dame fuerzas, te lo ruego”.Ella también recorrió con sus manos temblorosas el pecho de Abel, quien al sentir sus dedos finos y suaves se estremeció. Marla subió el rostro, el corazón del sacerdote latía con fuerza, ella podía sentir sus latidos. El pelineg
—Padre, me permite pasar. —preguntó Jerónimo y Abel tragó en seco, aún así accedió a aquella inesperada visita. Le hizo un gesto con la mano y este entró hasta la sala.—¿Dígame en que puedo ayudarle, hijo? —contestó amablemente muy a su pesar y a la repulsión que sentía por el arrogante hombre.—¡Bonito lugar! Su abuelo era muy amigo de mi padre. —contestó mientras repasaba con la mirada aquel lugar.—Sí, eso lo sé. Pero si puede decirme en qué puedo ayudarlo, estoy algo ocupado Sr Caligari.—Un hijo de Dios, nunca debería negarse a servir a su prójimo, Padre.El sarcasmo en las palabras de Jerónimo era evidente, y sólo en ese momento Abel cayó en cuenta en la difícil situación en la que estaba; la prometida del CEO estaba en su habitación desnuda, después de haber hecho el amor con él.—Eso es totalmente cierto. Pero también tengo otras ocupaciones que son cónsonas con mi deber de sacerdote. —respondió con hostilidad.—Realmente venía a confirmar lo de la boda en la iglesia y
Los días para la gran boda se acercaban, todos en el pueblo rumoraban sobre ello. Abel estaba confundido sin saber que hacer, desde su encuentro con Marla en la villa, no había vuelto a saber de ella. Ya todo estaba dicho entre ellos, o eso pensaba él. Lo cierto es que no paraba de pensar en ella y sólo esperaba que nuevamente por una casualidad del destino, toparse con ella.Esa misma semana sería su boda, la primera que él oficiaría y justamente la que lo separaría por completo de ella “No codiciarás la mujer de tu prójimo” ese sería su segundo pecado. Abel se ocupó esa tarde en estudiar minuciosamente el protocolo para la ceremonia. Tendría que volver a verla pero ahora desde otra perspectiva, como la mujer de Jerónimo Caligari aunque también haya sido suya. Esa era uno de los pensamientos que más lo hacían sentirse más humano y menos digno de Dios. La sola idea de saber que ella estaba con Jerónimo, que era su mujer, le provocaban frustración y rabia. Esa misma tarde llegó Ma
Jerónimo condujo, mientras Karla seguía acariciando su miembro. Con extrema habilidad bajó el cierre y metiendo su mano, lo liberó de su escondite. Él, inclinó ligeramente la cabeza para ver como ella jugueteaba con su falo y como con la punta de su pulgar circundaba la pequeña hendidura. —Esto lo extrañaba, su grosor y dureza —dijo ella refiriéndose al trozo de carne palpitante que sostenía con destreza. Su mano comenzó a subir y a bajar sobre aquel músculo endurecido, haciendo que Jerónimo se sintiera lujurioso, por lo que a ratos descuidaba su atención al conducir. Estaba emocionado e impaciente por estar nuevamente con aquella mujer tan exquisita, cuyo sexo ardiente y complaciente, era digno de saborear.—Antes de que lo hagamos me gustaría ir a algún sitio nocturno donde podamos beber algo y bailar un poco. —propuso ella. Aquel juego de postergar el encuentro sexual tan ansiado, parecía excitar aún más al controlado hombre, quien ahora parecía estar a merced de la madrile
Marla despertó al despuntar el alba, se sentía un poco ansiosa; la idea de tener que casarse con un hombre al que no amaba se repetía en su cabeza constantemente como nunca antes. Escuchar hablar a su nonno, y a su madre sobre su boda, el día previo al casamiento, le sembró miles de dudas. Ella tenía certeza de las razones por las cuales decidió casarse con Jerónimo Caligari, pero ahora aquella decisión parecía revertirse en su contra. Desayunó en compañía de su madre y sus abuelos antes de reunirse con Karla en el atelier de belleza donde le harían el peinado y la maquillarían para tan importante ocasión. Mientras Marla se ocupaba en arreglarse para su casamiento, su prometido dormía luego de la espléndida celebración de la noche anterior. Una mano en su hombre moviéndole con afán lo hizo despertar. —¿Qué mierda haces tú aquí? —preguntó iracundo al ver a Serena frente a él.—¿Dónde estuviste toda la noche? Vine a verte y no estabas. —Eso no es de tu incumbencia, vete ahora m
Abel llegó una hora antes de lo previsto a la iglesia, arregló todo para aquel momento. De nada servía intentar detener el tiempo, aquello iba a pasar de todas formas. Si pensaba de forma positiva, en función de que era una oportunidad de poder en práctica todo lo que había aprendido, por obvias razones todo sería más fácil para él; enfocarse en el hecho más que en el sujeto, esa era la mejor opción. La iglesia había sido prolijamente arreglada para la ocasión. La entrada de la iglesia estaba adornada con arreglos florales a ambos lados de la puerta principal dándole un aire de delicadeza y elegancia propias del evento que estaba por ocurrir. En el pasillo central habían colocado una elegante alfombra roja que empezaba desde la entrada hasta el altar, sobre ésta había esparcidos pétalos de rosas blancas. Todos bancos tenían en los bordes de las esquinas hermosos racimos de lirios blancos y lazos de dopiovelo blanco. El altar como punto focal, estaba decorado de forma muy llamativa
Marla sintió en ese momento que acababa de cometer el peor error de su vida, aunque estuvo dispuesta a hacerlo por recuperar lo que le pertenecía a sus nonnos, algo dentro de ella le anunciaba que apenas la pesadilla comenzaba. Llegaron al puerto donde ya los invitados especiales y más importantes de Tropea, aguardaban a la pareja de recién casados. La mayoría de las personas que estaban allí eran totalmente desconocidas por Marla. Sólo su amiga Karla, Salvatore y su madre, le eran rostros familiares, el resto, simplemente eran personas que jamás había visto. Al ver a su madre, fue hacia ella, Marcella sintió el abrazo de su hija cómo un pedido de ayuda, la manera en que ella se refugiaba en sus brazos, era similar a cuando por las noches despertaba sobresaltada por tener un mal sueño. En aquel momento, bastaba sentir la seguridad en brazos de ella y abrí los ojos. Pero en este caso ninguna de las dos opciones era válida, ni su abrazo, ni abrir los ojos.—¿Ocurre algo, Marla? ¿Po