No podía creer que el hombre que estaba hablando fuera ese mismo desconocido con el que debía casarme a fuerza. Tan solo su voz y su breve mirada me paralizó, no podía moverme ni tampoco hablar. Sus palabras tenían un tinte de advertencia que no pasaba desapercibido. Tragué saliva y empujé mi voz hacia fuera, no podía mostrar fragilidad ante él. Suponiendo que era ese hombre con el que mi padre me había intercambiado, debía ser lo más fuerte que pudiera ser.
—¿Dónde está Arabella? — pregunté firme y con más fuerza de lo que pensaba saldría mi voz—. ¿Qué le hizo a mi amiga?
Una risita resonó en la oscuridad de la noche. Él seguía el camino por la carretera a una velocidad prudente, por lo que ese pensamiento de saltar del auto me gobernó por un momento. Si lo hago, me liberaría de todo esto, pero también corría el riesgo de que me siguiera y me matara, aunque prefería la muerte que casarme con él.Tenía la fuerza de hacerlo, pero que acelerara el auto como si hubiera leído mis pensamientos, me detuvo.
—Ella está muy bien, eso te lo puedo asegurar.
—No le creo nada.—Puedes llamarla y darte cuenta por ti misma que está bien — su voz era tan tranquila y masculina que asustaba con esa suavidad y profundidad con la que pronunciaba cada palabra—. Pero ahora tu amiga es lo que menos importa. El padre nos espera para unir nuestras vidas.
—¡No voy a casarme con un completo desconocido! — vociferé—. ¡Detenga el auto ahora mismo!
—No tengo ni un poco de ganas de discutir esta situación contigo — soltó otra risita burlona—. La batalla que tengo en mente es de cuerpos, no de palabras.
—¡¿Qué le pasa, atrevido?! Si no se detiene ahora mismo, me tiro del auto.
—Hazlo — me lanzó una mirada retadora—, aunque sea una lástima quedar viudo sin siquiera haber consumado nuestro amor.
—¿Cuál amor? ¿Acaso está demente? — rechiné los dientes, apretando con fuerza los puños a cada lado de mi cuerpo—. ¡Un matrimonio a la fuerza y por obligación no es amor! Déjeme ir, de ese modo, ninguno tiene que estar con alguien que no ama.
—Cora… — saboreó mi nombre en su paladar, usando un tono de voz más profundo y ronco—. A quien quiero como esposa es a ti. Si no planeas unirte a mí, entonces lánzate del auto y asunto arreglado.Sumado a sus palabras, aceleró aún más el auto. Estaba probando mi fuerza y mi valentía, sabiendo que no sería capaz de lanzarme del auto mientras se encontrara en movimiento. Y, aunque tuve muchas ganas de saltar, me limité a mantenerme en silencio, pensando en la manera de escapar de este lunático.
Él tampoco mencionó palabra alguna lo que restó de camino. De vez en cuando nos dábamos miradas por el retrovisor y era tanta la sincronía que coincidíamos cada que lo hacíamos. En la oscuridad sus ojos parecían los de un felino hambriento, dispuesto a saltar sobre su presa en lo que tuviera oportunidad. Y dejándome llevar por su voz, creía que no era un hombre tan viejo como lo había pensado en un principio, aunque no estaba segura puesto que no podía apreciar bien su rostro.
—Espero que no te moleste una boda rápida, prometo que después tendrás una de ensueño, grande y bien pomposa — detuvo el auto frente a una pequeña iglesia y se bajó sin esperar respuesta alguna de mi parte.Pensaba que tendría una oportunidad de escapar, pero varias camionetas negras rodearon el auto sin darme tiempo ni de parpadear, enfocando con las luces la espalda del hombre. Se veía alto y muy imponente. Sus hombros se apreciaban anchos, y el traje negro que traía puesto se ajustaba a su musculosa figura.
Hizo una seña con la mano que no comprendí de momento. Al ver que no bajaba del auto, ladeó la cabeza tan solo un poco, dejando entrever medio rostro nada más. Tampoco pude ver su rostro a detalle por lo brillante de las luces que lo enfocaban con gran intensidad, pero supe de inmediato que la seña era dirigida a mí.
—¡No me pienso casar con usted! — le grité desde el interior del auto, enroscándome en el asiento—. Primero muerta antes que echar a perder mi vida.
Se quedó por unos segundos quieto en donde se encontraba, seguidamente, dio medía vuelta y se acercó al auto a paso lento. Mi corazón se aceleró de golpe tras verlo abrir la puerta de mi lado e inclinarse hacia mí. Su rostro quedó tan cerca del mío, que ahora no me quedaba ninguna duda de su apariencia.
Quedé en silencio y hasta contuve la respiración al percibir la suya muy cerca de mis labios. Sus ojos que en un principio creí que eran negros, mostraron unos grises muy bonitos y brillantes. Su cabello caía sobre su frente y le deba un toque más seductor a su mirada. Sus rasgos muy masculinos y marcados, me embriagaron por un momento; mandíbula cuadrada y definida, nariz aguileña, labios carnosos y apetecibles. Un aroma a hombre que atontaba los sentidos según se aspiraba su olor. Recorrí lentamente su cuello y ese tatuaje de dragón que lo adornaba. Una cadena de oro también colgaba de este, dándole una apariencia de un hombre de revista, de esos que sacan suspiros involuntarios con lo atractivos que son.
—¿Algún problema, mi reina? — tomó un mechón suelto de mi cabello y jugó con este entre sus dedos—. No era lo que tenía en mente para este día, pero lo importante es casarnos, ¿no crees?
—No me voy a casar, ya se lo dije — susurré en un hilo de voz, pues tenerlo tan cerca me robaba la capacidad hasta de hablar.
—¿Por qué no?
—¿Y todavía lo pregunta? — bufé—. El matrimonio no es un contrato. Además, no soy un objeto que está a la venta.
—¿Quién dijo que eras un objeto? — su mirada me abrumó, por lo que aparté la mía y él me tomó de la barbilla—. Mírame y dime quién te trató como tal.
Aunque me hacía la fuerte frente al desconocido, no pude retener por más tiempo esas lágrimas traicioneras. Sus ojos recorrieron mis lágrimas mientras su rostro se contraía, no sabía si de enojo o de fastidio. Con suma delicadeza, limpió cada una de ellas, deslizando la yema de sus dedos por mi piel. Aparté la cara de su toque en cuanto desperté de esa electricidad que su caricia provocó. Aunque me sentía abrumada por todo a mi alrededor, él no me hacía sentir que estuviera en peligro en lo absoluto.
—No me quiero casar, no quiero arruinar mi vida de esta manera — exploté aún más fuerte en llanto, y su caricia se detuvo. Lo vi tensar con fuerza la mandíbula, pero no me detuve, seguí insistiendo por mi derecho de ser libre y escoger el rumbo de mi vida—. Puede haber otras formas para que mi padre vuelva a tener poder, ¿no? Quizás trabajando para ustedes, pero no así… no casando a su hija con un hombre desconocido y mayor.—Bien — apartó su mano bruscamente, más no se alejó de mí—. ¿Crees que crecer en este negocio es así de sencillo? Tu padre perdió todo su poder en el mismo instante en el que apostó a su suerte sin importar nada. Estoy consciente de que no eres un objeto, y para que te quede claro, nunca te compré. Estoy tomando lo que me pertenece y él apostó en su momento. Si hay alguien a quien debas culpar es a tu padre, mientras tanto, vamos a casarnos sin objeción alguna.—Yo no tengo nada que ver con los asuntos de mi padre.Su mirada se suavizó en una fracción de segundo.
Mi mente conectó un solo recuerdo de un chico atractivo, sonriente y demasiado burlón que no dejaba de molestar ese moño revuelto que llevaba en lo alto de mi cabeza aquel día en que el calor era tan insoportable en aquella playa. Recuerdo bien lo mucho que mencionó que parecía una calabaza por lo abundante de mi cabello. El chico apenas si era unos años mayor que yo, nada parecido al hombre que, frente a mí, espera un tanto impaciente por una respuesta. También me sorprende que se haya fijado en mí, pues no soy la mujer más perfecta en esta tierra. Claro está que mi físico ha mejorado mucho, pero mi cuerpo sigue siendo el mismo de siempre. Y en esta vida donde los lujos es un combate a muerte con la apariencia, he vivido un poco insegura por mis proporciones.¿Cómo es posible que un hombre tan atractivo como él se fije en una chica como yo? Habiendo tantas mujeres hermosas, con figuras esbeltas, cabellos sedosos y rostros tallados por los mismos ángeles, no podía creer que alguien hu
No podía describir el brillo de su mirada, pero era tan intenso, que me agobiaba en cierto punto. Su mirada me decía tanto y a la vez nada.—A-así es, te doy mi palabra — carraspeó, visiblemente nervioso—. Es decir, todo está a tu nombre y cuando tus hermanas cuenten con la mayoría de edad, se dividirá todo en tres partes iguales — me miró fijamente—. Pero ¿estás segura en darme la oportunidad? Puedes no aceptar y de igual manera todo será tuyo. Quiero que sepas que no estás en obligación en casarte conmigo.—Bueno, en un año pueden pasar muchas cosas, ¿no crees?Asintió repetidas veces con la cabeza, mordiendo sus labios y sonriendo ladeado. Parecía un pequeño niño al recibir su juguete favorito en Navidad.—Seré honesto, no esperaba que aceptaras quedarte a mi lado por un año — era tanta su emoción, que me abrazó sin importarle nada—. Prometo que te voy a hacer feliz cada día de mi vida.—Solo será un año... — intenté bromear, bajo la bruma de su aroma a hombre y su cercanía.—No im
Hace un par de días atrás, que acepté esa locura de dejarme enamorar de un perfecto desconocido, no sabía muy bien a lo que me enfrentaría de antemano. Me había hecho una idea errónea de ese hombre, creía que era tan malo como mi padre lo había mencionado muchas veces, pues había asegurado más de una vez que los Bardot era una familia de tener cuidado y muy peligrosa, pero Jacob me ha demostrado en pocos días ser alguien muy diferente. Ha sido un hombre muy caballeroso y servicial en los pocos días que hemos compartido el mismo techo. Aunque no hemos tenido tiempo para conocernos mejor, lo poco que me ha mostrado ha sido bueno. Se nota mucho la intención de enamorarme, aunque una parte de mí cree que todo se trata de una mala broma.—Buenos días, Srta. Cora, ¿le sirvo su desayuno? — saludó la Sra. Hilda, la ama de llaves del Sr. Bardot, el padre de Jacob, mi supuesto prometido.—¡Buenos días! — me senté en el taburete de la cocina con una sonrisa de oreja a oreja—. Por supuesto, pero
Estaba segura que mi plan no fallaría, que nada podía salir mal si ponía de mi esfuerzo para encontrar el verdadero amor de ese hombre que tan equivocado y confundido se encontraba. Ser su Cupido no era nada de otro mundo, después de todo, no existía nada entre los dos, solo un trato que en cualquier momento podía romperse y nuestras vidas volverían a la normalidad, sin tanto problema como lo había pensado semanas atrás cuando mi padre me puso en la mesa aquella propuesta de casarme con un desconocido.Entre nosotros no hay sentimientos de por medio y eso lo hace mucho mejor, porque, aunque una parte de mí sí ansiaba sentir esas mariposas y esas flamantes llamas recorrer por mi ser, la realidad era que lo nuestro no iba a llegar a ningún lugar. Él es un hombre muy atractivo, su familia y él mismo deben estar esperando una mujer igual de hermosa a su imponente presencia, no una mujer de clase, pero con poco atractivo como yo. Además, no esperaba el dichoso príncipe azul, deseaba y anhe
Lo miré al instante con el corazón en la mano y los nervios fluyendo a todo lo que daba por mi ser. ¿Acaso no se cansa de ser tan adulador? Según Arabella, esos hombres que son atractivos y encantadores son los más peligrosos, por lo que no podía dejarme convencer tan fácilmente de sus dulces palabras.Soy su Cupido, la chica que iba a encontrar a la mujer de su vida durante este tiempo que vamos a vivir juntos y nadie más. Aun así, teniendo claro mi propósito, sus palabras lograron revolucionar a mi corazón, pues por más que me dijera para mis adentros que no debía, este latía muy fuerte. E incluso sentía cosquillas en el vientre, como si de repente tuviera un animal alborotado en mi estómago.Antes de que él pudiera decir otra palabra más o acercarse a mí, la Sra. Hilda me salvó la patria con su aparición. Ella traía consigo una bandeja con comida que puso sobre la redonda y pequeña mesita en la que nos encontrábamos.Un denso silencio se formó entre los tres, se percibía el aire ca
El resto de cena estuvimos en un silencio sepulcral, parecíamos dos pequeños que habían sido recién regañados por su madre y no se atrevían a decir ni una sola palabra por miedo a recibir un castigo más severo. Él se veía perdido en sus pensamientos y yo me encontraba todavía volando en las nubes por sus sinceras palabras. Por dentro tenía una pelea interna entre el querer y no querer, y ahí estaba yo en el medio de esas dos decisiones, sin saber por cuál de los dos caminos debía seguir.«Pero si ya elegimos quedarnos desde el primer momento en el que aceptamos, ¿por qué echarnos para atrás de un momento para el otro y por culpa de nuestros miedos internos?», me recriminó mi subconsciente, en ese momento donde planeaba dejar todo en un punto muerto.Sin embargo, mi subconsciente tenía razón, además de que no tenía que huir de mi destino. Si me enamoraba de él, sería muy feliz a su lado, pero si mi corazón no se abría a él, en el mundo había un amor para mí, quizás esperando a que nos
No tenía ni la menor idea de que un beso fuera capaz de provocar tanto en mis adentros. Me sentía en una nube, en un mágico cuento de hadas y de princesas siendo besada por el príncipe azul. Esa revolución que se implantó en mi estómago era poderosa, chispeante y por mi sistema recorría una electricidad que no era capaz de describir con alguna palabra. Sentía retorcijones y hasta llegué a creer que el estofado de carne me había sentado mal. Tenía el presentimiento de que me haría encima, pues sentía una fuerte presión desconocida y muy diferente en mi vientre bajo. Mis piernas flaquearon e incluso sentía que me faltaba el aire con cada segundo que nuestros labios se rozaban con fiereza, pero no podía y tampoco quería dejar de sentir todas sensaciones maravillosas recorriendo por debajo de mi piel hasta inundar a mi corazón de calor y adrenalina.No quería separarme de su boca, de la calidez y de la humedad de la misma, pero mis pulmones exigían un poco de aire. Fue Jacob quien tuvo la