Capítulo 66. Celos

—Iván, llegaste —habló Elena y apartó con suavidad su mano de la del hombre.

—¿Quién es? —preguntó de forma grosera, algo que enfadó aún más a la mujer.

Ella se levantó y se irguió sin quitarle la vista de encima.

—Mi primo, Joander.

Iván apretó el ceño y paseó su mirada confusa entre Elena y el sujeto. Llevaban cinco años de casados, más uno de noviazgo, ¿de dónde demonios había aparecido aquel primo?

—Es el hijo de mi tío Cristóbal —agregó ella intuyendo su duda—, vino de Apure para traerme los documentos de propiedad de la casa que pertenece a mi madre.

Él no podía dejar de escudriñar al hombre, que ahora lo ignoraba para juguetear con su hija.

Aunque estaba sentado a Iván le pareció alto, de figura atlética y con facciones similares a la de los Norato (la familia que adoptó a su esposa cuando esta era tan solo una niña) de rasgos suaves, nariz perfilada y mandíbula cuadrada.

Sus cabellos castaños y lacios le recordaron a su suegra, quien había fallecido por una dolencia pulmonar u
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