Capítulo 71. Problemas.

Después de ayudar en la afanosa tarea de asear y acostar a los niños, Iván se sentó agotado en un sillón ubicado en una esquina de su habitación.

Esperaba a Elena con el cuerpo sumergido en un latente estado de tensión, como si fuera un criminal a punto de ser llevado a la horca.

Ella entró azorada. Cerró la puerta con energía, se quitó los zapatos con los pies y lanzó sobre la cómoda las pulseras de hueso que había llevado en las muñecas.

—¿Qué hice para que desconfiaras tanto de mí? —preguntó con irritación.

Él se puso de pie y endureció el ceño para intentar mostrarse igual de enfadado.

—¿Me pides que no te oculte cosas y tú lo haces conmigo?

—No tienes derecho a reclamar nada.

—Entonces, ¿lo de tu primo es parte de una venganza?

—¡No seas idiota! —refutó ella y se llegó hasta el clóset mientras se desabotonaba la camisa—. No te he ocultado nada. No hemos tenido tiempo de hablar. Siempre estás a las apuradas, entras y sales de la casa diciendo que tienes muchos compromisos, que te
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