Capítulo 57. La carta

Horas después, Elena recibió la autorización para entrar en la habitación donde Iván descansaba. Ya había sido atendido y se encontraba fuera de peligro.

Al entrar, lo observó recostado en la cama con el ceño fruncido, movía el vendaje que le habían colocado sobre el hombro izquierdo para liberar a su brazo del apretado agarre que le restaba movimiento.

—¡¿Qué haces?! —le preguntó alarmada.

Al escuchar su voz, Iván dejó lo que hacía y se giró sonriente hacia ella. Estiró su brazo derecho para invitarla a acercarse a él.

—Muñeca.

Ella sintió millones de mariposas revolotear en su estómago al ver de nuevo su encantadora y pícara sonrisa.

Sin pensarlo dos veces se acercó a él y se dejó envolver para luego perderse en su ardiente boca, que la besó como si no la hubiera tenido en semanas.

A duras penas interrumpió el beso para reprenderlo.

—¿Qué hacías?

—Nada —se excusó él con fingida inocencia.

—¿Intentabas quitarte la venda? —le reclamó Elena, al tiempo que hacía un gran esfuerzo por ocu
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