Con la llegada del amanecer, Evelyn salió de la ducha en el hotel en donde se habían instalado esa semana debido al trabajo de Kenneth que no podía abandonar, esperando que su hermana regresara de sus vacaciones. Lo cual lo haría esa noche, pero estaba molesto con él mismo por llevar a su esposa embarazada de un lado a otro. Pensaba en lo cansada que podría estar. Aunque su preocupación estaba de más. Evelyn disfrutaba de moverse de aquí para allá, contenta con pasar tiempo con su marido y más cuando en medio de reuniones podía sobornar a Beck para escaparse a comer lo que se le antojaba. Así se enteraba de la vida del hombre que les obsequió los anillos que cargaban ella y Kenneth desde su boda. —Está vez puedes hacer lo que quieras, pero no pienso llevarte a ningún sitio. —cerró la ventanilla en cuanto vio a su amiga y rival de su tranquila soledad acercarse al auto. Optó por leer el periódico al revés en lugar de caer de nuevo en los chantajes de una ex monja que había dejad
—¿Una última copa? —le preguntó Bastian al hombre que estaba sentado en el mueble de madera, frente a la puesta de sol más majestuosa que sus ojos pudieron ver. —Puedo hacerlo. —dijo el colombiano con voz débil. El alemán se sentó a su lado, vertió un poco del vino de cava y lo puso en sus manos. —Este es un buen lugar. —Lo es. —contestó el Don. —La única vez que Artemio se comportó como un padre, vino a curar mis heridas aquí. Dijo que cuando todo rebase, este es un buen sitio. —No se equivocó. —le dio un sorbo a la copa. Sus fuerzas se terminaban lentamente, a lo que Bastian recibió la copa cuando este se la entregó. —Estoy muy agradecido por esto, muchacho. El alemán asintió. —Es verdad. Las claves de mis cuentas las tienes aquí. —buscó en su suéter. —Quiero que busques lugares que necesiten donaciones y las entregues todo. —¿Me podrás trabajo en el último momento, viejo? —leyó la nota. —Pero sé de alguien que conoce muchas de esas. —¿Puedo descansar? —el alemán extend
__ ¿Solo esto de propinas? - preguntó Camilo cuando revisó el sobre que su sobrina le entregó. - Te estás quedando con lo demás. Tú siempre obtienes más. Dámelo. __ No me he quedado con nada, tío. Solo que no es una buena temporada para el restaurante y apenas obtengo eso. - contestó viendo el disgusto del hombre que negó como si fuese su culpa. __ Una inepta es lo que eres. Te pagan por conseguir clientes y ¿así es como respondes? - la tomó del codo para arrastrarla a su dormitorio o lo que parecía serlo, pero no era más que un catre viejo y maloliente que trataba de no ver de ese modo. Cayó sobre él colchón que rechinó cuando su tío la lanzó a ese sitio. __ Te quedas ahí y sin comer. - soltó furioso. Esa pequeña cantidad no le bastaba para dejarla tranquila, pero por más que Kiara se esforzara no consiguió llegar a la cantidad predispuesta. Aún tenía diecinueve años. No faltaba mucho para cumplir sus veinte años y todo parecía eterno para llegar a sus veintiuno que era la edad
Kiara tuvo que guardarse las lágrimas porque en ese sitio no había cabida para eso. No le permitieron ni asimilar lo que ahora estaba pasando con ella. Escuchó quejidos por las noches que le dieron escalofríos porque era de súplicas de personas que no veía, pero sí se dió cuenta que sufrían. En las mañanas debía estar limpiando, cocinó para los sujetos robustos e intimidantes que entraron al comedor como si no hubiese una silla para cada uno. Servirles y esperar a que terminaran para ponerse a limpiar de nuevo era su única misión, durante semanas en las que se habló de la ausencia del Don de la triada.Solo vio pasar a quien sabía era un asesor y a Santos, el tipo que la recibió. El cual en algunas ocasiones le dijo sus tareas cuando su matriarca no se encontraba. Ir a sacar algunas prendas sucias de quién llamaban amo, quien llegó algunas veces por las noches y se iba antes que amaneciera, y quien supo se llamaba Bastian, aunque todos se referían a él como amo o Don, todos menos K
Bastian guardó el boceto, ya estaba prácticamente terminado. Se dirigió a ese sitio donde nadie podía interrumpirlo. Una noche llena de tensión solo podía ser mermada ahí. Se fijó en las piezas que había dejado a un lado de la metralleta a medio camino, el resorte en su mano fue limpiado con suma calma antes de colocarlo en su sitio, ensamblando la siguiente pieza. Se fijó en que estuvieran alineados, encajando la que tomó de su derecha. Debía ser muy preciso porque odiaba las equivocaciones. Pero en cuanto la puerta se abrió se giró enfadado. Enfado que tuvo sentido cuando se dió cuenta quién había sido la causante de acabar con su calma. La nueva esclava. Kiara arrastró los utensilios de limpieza y dejó caer el balde con agua que derramó, tomando el trapeador para esparcirla y poder limpiar. El bloque de hormigón detuvo la puerta y ella se giró estrellando su cara contra el torso de Bastian. __ ¿No te enseñaron a no entrar donde no tienes permiso? - preguntó con voz gruesa.
Kiara atravesó el salón, sin hacerle caso a su matriarca, la cual amenazó con romperle las piernas si no caminaba como era debido. Pero ella se encerró en su baño, no queriendo enfrentar lo que vió. Si lo hacía se echaría a llorar. Aún la herida de haber confiado en quien no debió estaba fresca y ella no era de piedra para olvidarlo de la noche a la mañana. Lavó el trapeador y todo lo utilizado, para así tratar de no pensar en ello. Cuando Jonas quiso ir por ella, Bastian ordenó con un ademán que no lo dejaran pasar. __ Apenas caminas y quieres correr. - lo reprendió. - ¿Cuando dejarás de meterte esa porquería? __ Puedo controlarlo. - alegó y su hermano movió la cabeza de lado a lado, sin esconder su reacción ante la respuesta obtenida. Era inútil tratar de razonar con él. Mientras Jonas dejó su intención de seguir a Kiara, para él solo estaba siendo una caprichosa. Se le pasaría luego, se dijo. __ Limpia tu nariz al menos y bota lo que sea que cargues contigo, porque eso no lo qu
El impulso no se lo quitó nadie, cuando una iracunda Kiara levantó la mano con el trozo de madera, el cual iba directo a la cabeza de Jonas. Sin embargo no llegó a término cuando Bastian lo sostuvo en el aire, atrapando y ejerciendo fuerza, su cara reflejó esa mirada que aquellos condenados a muerte por él, veían como último acto. Pero se quedaron solo esperando a que Kiara bajara el rostro, mostrara miedo o algo similar...cosa que no sucedió. Le mantuvo la mirada, no bajó la mano, en lo que este se lo tuvo si arrebatar con rudeza. Lanzandolo en la fogata que lanzó brasas en dirección del otro extremo, mientras ninguno de los dos se dejó de ver. __ Niña, baja la cabeza. - sugirió Santos cuando llegó a ella. - Faltarle el respeto al Don te podría matar.__ Por favor. Me harían un favor justo ahora. - contestó acribillando a Jonas con ganas de enterrarle las uñas en sus ojos. - ¿Como demonios se te ocurre semejante estupidez? Nadie supo para donde mirar ante los insultos que el herm
Ruth tenía ese rencor para la chica de complexión delgada que caminó con un saco de basura que arrastró por todo el lugar hasta juntarlos, junto al otro que estaba apilando. Se limpió la frente y tiró de las ligas de cuero que comenzaron a marcarle las piernas con tanto roce. Bebió un poco de agua y fue por el siguiente. Pero una mano la detuvo de forma abrupta, alzó la mirada viéndose desilusionada al darse cuenta que era Jonas. Se soltó de él, pero antes de dar un paso, este la arrastró consigo. __ Estoy trabajando, idiota. Suéltame. - le gritó llamando la atención de todos, pero nadie iba a ayudarla. Ella, en ese sitio, no era nadie. Él, en cambio, era el hermano del hombre que todos temían. __ Deja de gritar. Pronto volverás a tus labores. - le indicó con ironía. - Sólo quiero que sepas que esta noche será nuestra boda. __ ¿Nuestra que? - le preguntó arrancando su brazo del agarre que su ex aún ejercía sobre él. - ¿Eres idiota o te haces? Te dije muchas veces, no te quiero ce