—¿Qué está sucediendo? —Freddie necesitaba saber si era la milicia, su competencia o algún accidente solamente. Pero Grey llegó cubriendo su nariz con el brazo, abriendo la puerta de cristal para poder tomar un respiro, mientras algunos Kall iban por las mascarillas.—Debe venir conmigo. No se sabe que es aún, pero debemos ponerlo a salvo antes de investigar. —respirar se estaba volviendo una pesadilla que logró controlar cuando le entregaron la máscara que se puso en la nariz y boca para soltar el aire e inhalar profundamente. El humo tenía algo que le hacía toser, con ardor en el pecho, como si hubiese estado corriendo una distancia enorme. —Vamos. —lo empujó respirando por la mascarilla que fue su salvación. Los clientes tenían su propia seguridad, por lo que la única que importaba era la del K'naan. Lo debían sacar de ese sitio y la arrogancia de los Kall, no les permitió pensar que alguien se atrevería a atacarlos en su “propia casa”. No había nadie tan estúpido como para at
Freddie K'naan comenzó siendo el dueño de un club en el que las prostitución era una parte muy grande de sus ganancias, pero con su ambición comenzó las exigentes cuotas que nadie podía cumplir y él obligó a que lo hicieran. Ya no le importaba nada más que el dinero, raptando a chicas que eran suya por completo, viendo que las extranjeras o “intactas” eran las que más daban, por lo que los tratos comenzaron hasta llevarlo a ser lo que era para ese momento. Un tratante de blancas que tenía un rango mayor al de muchos. Pero jamás nadie se había metido con su negocio, menos con él. Menos aún cuando su ejército de Kall que había creado generando un gran rumor de lo despiadados que eran. Aún quedaban muchos, pero ninguno había salido en su defensa. Los refuerzos ya deberían haber llegado. El alerta se envió como se tenía previsto, pero nadie llegó y eso lo tenía corriendo del alemán que no volvió a hablar, pero podía sentir que lo tenía respirando en su nuca. Un enemigo letal que era
Desde la colina más aislada hasta la ciudad más poblada, el suceso de casi tres decenas de mujeres regresando a sus casas de manera inesperada se dio a conocer. Los diarios llenaron sus bolsillos con las noticias, los cuales no eran más que rumores de esto y aquello.“Trabajo de la policía en conjunto con la milicia” lo titularon algunos. “¡Un milagro sin precedentes!” Decían algunos otros. “El ejército dio un golpe brutal a los tratantes de blancas” se elogiaban unos más. “Edificio es derribado, cobrando la vida de cientos de víctimas” Kenneth leía cada uno y no sabía si lo que sentía era lástima por los imbéciles que se atribuían cosas que jamás hubieran desmantelado o si su enojo era porque la única que hizo un cambio y lo indujo a hacer algo bueno en toda su vida, fue Evelyn Vallerk. Su prometida. La mujer más valiente que pudo haber visto en su vida. Creía que no se daba cuenta de cómo veía la herida que seguía sanando, pero sí lo hacía. Sí se fijaba en ese hecho que no p
El sol de la tarde se filtró a través de los vitrales, tiñendo el aire con tonos dorados y azules. Los bancos de madera pulida estaban cubiertos con elegantes telas blancas y doradas. Las flores frescas, en tonos pastel, adornaron cada pasillo, creando un camino fragante hacia el altar. Los invitados llegaron y no evitaron ese sentimiento que un lugar decorado de esa manera podía hacerles tener. Suspiros otorgados a quienes podían percibirlo. Anhelos de aquellos que compartían el mismo sentimiento. Kiara con su abdomen abultado y su vestido turquesa caminó de la mano de su esposo, quien no perdía detalles de su mujer y su hija. Después de acompañar a la novia en su recorrido hasta la gran iglesia, era momento de acomodarse en sus lugares para dar inicio a la ceremonia. Los nervios de Evelyn eran evidentes. Sus manos sudaban como jamás imaginó. Su estómago se había revuelto y no sabía si eran por los nervios o por el embarazo de casi 16 semanas que aún se le notaba poco, pero la te
El cielo parecía que iba a caerse con la torrente tormenta que golpeaba las copas de los árboles, sacudiendo sus copas con fiereza, causando un ambiente tenso. Como si avisara de un suceso que haría correr al mundo y poner a rezar a los feligreses. Una tormenta oscura y una radiante llegada podría ser la causa de tan siniestro entorno. Mientras Bastian trataba de comprender qué carajos había hecho para tener a su mujer totalmente furiosa con él. No quería verlo desde hacía dos horas, por lo que en lugar de discutir, prefirió darle espacio, yendo con su hija quien estaba por dormirse en su dormitorio. Los tres canes cuidaban la puerta de la habitación que compartía con Kiara, mientras él arropaba a la niña que quedó profunda con su pijama de tomates. El conejo se movía de un lado a otro en su jaula, haciendo que él lo colocara en el lugar destinado para su descanso. Resoplando salió de esa habitación, cansado de no oír una explicación lógica de la italiana, pues salió solo un par
Willow presionaba su sien con dos de sus dedos, deseando que la jaqueca se esfumara con el masaje, pero por más que continuaba haciéndolo, era imposible. Su remedio para todo tenía un solo nombre, una imagen y dos corazones latiendo en el mismo cuerpo, esperando que el día que pudiera verlos a ambos, uno a la par del otro. Su noche fue difícil, quería dejar el papeleo para después, pero luego de su misión para recuperar a un niño secuestrado, hijo de uno de los comisionados, debía hacer el informe que debía presentar antes de marcharse. Necesitaba ir a su casa, dormir y brindarle la atención a lo que sí significaba algo realmente importante para él. No tener que redactar algo que de seguro leerían por encima. Dredd aún debía revisar el equipo. Buckner organizaba los integrantes de la brigada que usaron para el rescate y Vélez tenía como problema, hacer una revisión a profundidad de las aeronaves y municiones en esta. Estaban agotados, pero los cuatro, sin flaquear se organizaron
Con la llegada del amanecer, Evelyn salió de la ducha en el hotel en donde se habían instalado esa semana debido al trabajo de Kenneth que no podía abandonar, esperando que su hermana regresara de sus vacaciones. Lo cual lo haría esa noche, pero estaba molesto con él mismo por llevar a su esposa embarazada de un lado a otro. Pensaba en lo cansada que podría estar. Aunque su preocupación estaba de más. Evelyn disfrutaba de moverse de aquí para allá, contenta con pasar tiempo con su marido y más cuando en medio de reuniones podía sobornar a Beck para escaparse a comer lo que se le antojaba. Así se enteraba de la vida del hombre que les obsequió los anillos que cargaban ella y Kenneth desde su boda. —Está vez puedes hacer lo que quieras, pero no pienso llevarte a ningún sitio. —cerró la ventanilla en cuanto vio a su amiga y rival de su tranquila soledad acercarse al auto. Optó por leer el periódico al revés en lugar de caer de nuevo en los chantajes de una ex monja que había dejad
—¿Una última copa? —le preguntó Bastian al hombre que estaba sentado en el mueble de madera, frente a la puesta de sol más majestuosa que sus ojos pudieron ver. —Puedo hacerlo. —dijo el colombiano con voz débil. El alemán se sentó a su lado, vertió un poco del vino de cava y lo puso en sus manos. —Este es un buen lugar. —Lo es. —contestó el Don. —La única vez que Artemio se comportó como un padre, vino a curar mis heridas aquí. Dijo que cuando todo rebase, este es un buen sitio. —No se equivocó. —le dio un sorbo a la copa. Sus fuerzas se terminaban lentamente, a lo que Bastian recibió la copa cuando este se la entregó. —Estoy muy agradecido por esto, muchacho. El alemán asintió. —Es verdad. Las claves de mis cuentas las tienes aquí. —buscó en su suéter. —Quiero que busques lugares que necesiten donaciones y las entregues todo. —¿Me podrás trabajo en el último momento, viejo? —leyó la nota. —Pero sé de alguien que conoce muchas de esas. —¿Puedo descansar? —el alemán extend