Plaza encarna

(Eva)

Con el pasar de los días me percaté de la realidad. El pequeño, al que su padre decidió rebautizarlo como Filipo en honor a el mismo, era lo único que me separaba de una brutal golpiza a manos de mi esposo.

Las cosas no podían estar peor bajo cualquier óptica, pero el hecho de ser la nueva madre del niño me protegía de las incontables torturas que el estaría dispuesto a propinarme. Estaba claro que no lo haría si el pudiera darse cuenta.

Filipo o Lipp, como quería que le dijeran, era muy apegado a mí y no quería que otra persona lo cuidara que no fuera yo. Me alegré de que fuera así, yo quería protegerlo de Felipe y su crueldad.

El niño lo odiaba, no quería estar con él ni por un segundo. A la hora del almuerzo y de la cena, cuando debíamos ir al comedor principal, el solo se quedaba a mi lado y no le dirigía la palabra. No lo apreciaba, el era un niño muy intuitivo y sabía que su padre era una mala persona.

Los nobles comenzaron a decir que no era un infante normal, que tenía p
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